Las preguntas y reflexiones que voy a plantear son fruto de las cosas que leo, vivo y escucho. Sin pretender en ningún momento dogmatizar el asunto, ni tener ni puta idea en qué concluye todo esto, salvo datos antropológicos y psicológicos acerca de cómo viven y resuelven los conflictos en distintas partes del mundo lo seres humanos y de por qué sentimos lo que sentimos, procuraré plantear una serie de preguntas que me hago cuando veo lo que veo.
Nuestra sociedad nos pide que, cuando nos enamoramos, guardemos fidelidad eterna a la persona de la que lo hacemos y esto genera muchos conflictos, según veo. Bien es cierto que cuando dos personas están enamoradas normalmente no tienen ojos para nadie más durante un período del tiempo, pasado el cual, la bestial reacción química desaparece y la relación se transforma en una cálida relación amorosa basada en el respeto y la confianza. Pero, ¿puede haber respeto y confianza en una relación cuando la sociedad nos pide encarecidamente que ocultemos a los demás y a nosotros mismos nuestros deseos?
A día de hoy no he conocido jamás a una persona que, teniendo una relación estable con un alguien, no se haya sentido atraída por otra persona -o incluso haberse enamorado-. Como confidente de algunas personas que soy, no ha faltado en mi vida ver a personas llorando amargamente por ser infieles a su pareja y preguntándose por qué han actuado así, personas reprimidas con sentimientos de culpabilidad por desear a otra persona además de su pareja sin saber qué hacer, personas destrozadas al saber que su pareja les ha sido infiel. Y cuando veo todas estas situaciones llenas de sufrimiento, angustia, ansiedad, estas vidas llenas de mentiras, de represión, de negación para consigo mismas me pregunto ¿realmente es todo esto necesario?
¿Cuándo decidimos privatizar el amor? ¿Cuándo decidimos que había una sola forma de amar, de follar, de formar una familia en detrimento de todo lo demás? ¿Es realmente respetar a tu pareja el hecho de negar nuestros impulsos sexuales, es decir, es respetar una pareja el no serte fiel a ti mismo? ¿Tan mal estaría destrozar de una vez por todas esa imposición, que nadie elige pero que tienes que cumplir a rajatabla, de ser fiel hasta que la muerte os separe sin una previa negociación de las partes? Pensad en cuántas escenas de celos ahorradas, cuántos sufrimiento ahorrado, cuánta ansiedad eliminada si pudiéramos comprender que se puede amar a muchas personas, que se puede terminar con la idea de que el amor y la posesión son la misma cosa. ¿Acaso cuando te acuestas con una persona significa que dejas inmediatamente de amar a otras? No, porque crear nuevas relaciones, nuevos sentimientos, no eliminan mágicamente los que ya hay. Los sentimientos caducan por otros motivos. Igual que quieres a mamá y a papá, porque son personas distintas y cada uno te aporta algo diferente, se podría querer también a Fulanito y Meganita y todas sus variantes, cada uno por lo que son, cada uno por lo que te aportan. Amar sin limitaciones, amar sin celos de por medio, amar sin culpabilidad. Amar sin sufrir, en definitiva.
Leo a la antropóloga Helen Fisher, leo a Marvin Harris, hablando sobre otras culturas. De cómo todos cuidan a los hijos que nacen de una mujer en otros lugares, donde un niño no tiene preferencia sobre otro en la tribu, donde todos son hijos de todos y por eso merecen el mismo cuidado y respeto. Donde no hay lugar para el egoísmo, ni el sentimiento de que una persona sea sólo para el disfrute privado de otra. Lugares donde parecen sin duda más felices sin el concepto de propiedad privada, más allá de una choza o una porción de tierra donde poder vivir.
En nuestra sociedad se nos entrena para consumir. Para tener. Tener casa, tener coche, tener pareja, tener hijos. La perfecta cadena del consumo incontrolado. Por eso se protege el matrimonio, donde tu marido es sólo tuyo, tu mujer es sólo tuya y por lo tanto los hijos tienen unos padres muy claros -casi siempre, claro-. Interesa sacrificarte por tu prole, que tus hijos sean competitivos con los hijos de otros para poder escalar en la jerarquía social y así tener más cosas que nadie. Consumir más que nadie, pagar más que nadie. ¿Esto es lo que queremos en nuestra sociedad, competitividad en lugar de cooperación?
Si todas y cada una de las personas que he encontrado en la vida, entre las que me incluyo, hemos deseado a personas más allá de lo estrictamente normativo, será que la monogamia y la monoandria que nos imponen falla por algún lado, ¿no? Ay, ¿será que no estamos hechos para ser propiedad de alguien y ser felices a la vez? Hay personas que viven en monopareja toda su vida y se declaran felices, ¿lo son realmente? me pregunto. Cuando les preguntas muchas veces cómo han durado tanto tiempo juntas, te suelen responder con una palabra: sacrificio. Sacrificio de deseos personales, imagino. Sacrificio de tu propia individualidad en nombre de la pareja. Dos personas sacrificando aquello que podrían llegar a ser si no tuvieran una pareja que las "castrara". O no, quién sabe. Las parejas que llegan juntas a su lecho de muerte después de cincuenta años de matrimonio feliz son pocas. Es una fórmula a la que se supone que todos aspiramos, pero que funciona sólo en una parte de la población casi residual.
¿De veras deberíamos en nombre de la fidelidad, del "sólo soy tuyo y de nadie más", llevar una vida ya sea de mentiras o de represión? ¿No estaríamos más sanos mentalmente si pudiéramos besar a quien nos diera la gana, acostarnos con quien nos diera la gana, amar a quien nos diera la gana, simplemente siendo sinceros con respecto a nuestros sentimientos y deseos? ¿Mantener el enamoramiento de dos, tres personas a la vez, sin tener que sacrificar un amor por otro con el consiguiente sufrimiento? ¿Entender que los celos no tienen cabida si esa persona afirma que te quiere, pero sin que tenga que renunciar a amar a otra persona si así sucede? Tener libertad, en definitiva, para establecer qué relación queremos tener y no dar nada por sentado, en lugar de poner una etiqueta a una persona y otorgarle así una serie de derechos y responsabilidades que no ha elegido.
Pensar que las parejas llenas de amor que duran para siempre apenas son reales. Que nuestras mentes piden otra cosa, otra manera de vivir. Terminar con conceptos como el adulterio y la infidelidad, con sentimientos negativos como los celos y la inseguridad, dejar de ver bien el llamado sufrimiento por amor. Acabar con la imposición irreal y ficticia de las relaciones monoafectivosexuales. O lo que tendría un valor incalculable: terminar con los asesinatos o maltratos que intentaran justificarse con "la maté porque era mía".
Decía Helen Fisher que el ser humano está en el mundo para reproducirse, no para ser feliz. Y yo me pregunto, ¿podría el ser humano ser feliz si supiera cómo?
(Agradecería vuestros comentarios -aunque sea como anónimos- con todo el debate que pueda surgir de este post, me parece un tema de lo más interesante)