13 mayo, 2009

E.L.V.I.R.A.





En un día como hoy,

lanzaba con descaro
una mirada hacia el futuro
y le preguntaba:
¿Dónde estaré dentro de un año?


Normal, pienso ahora,
que me hiciera tal pregunta.
En aquellos momentos
mi vida había llegado a un punto muerto.
Más que vivir la vida,
la arrastraba.


Acababa de cumplir 18 años.
Se suponía que tenía que cambiarme la vida.
Hacerme más sabia, ser más experimentada,
cargarme los esquemas de mi vida,
tomar decisiones importantes,
enfrentarme a mis padres...
pero me quedé indiferente.


¿Por qué?
¿Por qué lo hacía? ¿Por qué lo hice?
Acaso la vida me daba igual
por aquel entonces.
Inmersa en el caos,
en la incertidumbre,
me preguntaba si tenía valor
para tomar las riendas
de mi mundo.


Ya se me podía llamar "mujer"
y no ser políticamente incorrecto.
Pero recuerdo que,
no ha habido un momento
en el que, llamarme mujer,
fuera lo menos correcto de todo.
Había deseado hasta entonces
crecer, vivir más rápido,
no verme atrapada entre las rejas abstractas
donde me debatía
entre una existencia paupérrima en emociones
y mis excitantes ensoñaciones.


Ahora, que no quiero crecer más,
pienso, irónicamente, es cuando me doy cuenta
que he dado un paso más
a la hora de convertirme en mujer.
Porque ya no quiero crecer,
porque ahora ya, una vez dado el paso
hacia la vida adulta con seguridad,
es cuando deseo lo que he perdido,
porque, ahora, llamarme niña
sólo sería un término de cariño
que alguien teje en la enredadera de la tarde
y no ya una realidad.


Pienso en los que se han ido,
en aquellos que no están a mi lado.
Pienso en los que, queriendo,
no pudieron estar en mi vida.
Pienso en los que, pudiendo,
no quisieron estar en mi vida.
¿Les extraño?
A algunos, mucho.
A otros, no tanto.


Me doy cuenta de que,
a pesar de todo,
he ganado.
Porque, a los que amaba,
los puedo seguir amando.
Y acaso, ahora tengo
más personas a mi lado
a quien amar.
Porque, a los que odiaba,
ya no les odio.
La indiferencia los cubre
con un manto estrellado.
Y yo me río.
Me río porque les he olvidado.


Miro el presente que se me ofrece
(en el más amplio sentido de la palabra)
y siento cierto orgullo
al ver todo lo que he dejado atrás.
¡Cuantísimas inseguridades deshojadas!
He elegido la carrera que quería,
y aunque me haya decepcionado,
sé que el día de mañana
habrá valido la pena pasar tan mal trago.
He podido con la irracionalidad
de aquellos que, diciendo protegerme,
sólo esquilmaban mis ganas de volar.
No he puesto orden en mi vida
y eso es importante
porque ahora estoy convencida de que,
si de algo puedo estar segura,
es que además de inestable, soy insegura.
¡¡Adoro el Caos!!


Bien sé que he dado un paso hacia la muerte,
pero ahora sólo pienso en toda la vida
que me queda por ganar.


¿Demasiado optimista
para su gusto,
queridos lectores,
que tanto me conocen?


Tal vez.


¿Un consejo?


Nunca esperéis nada de mí.


Dicen que, el que espera, desespera,
y como bien dije una vez:


"Nunca doy lo que se espera de mí.
Siempre doy lo que, de mí, no se espera"


¿Una certeza?
Que soy mujer como nunca,
que soy niña como siempre.







Espontánea. Libertina.Vulnerable. Impulsiva. Reflexiva. Anatema.


E.L.V.I.R.A.


1 comentario:

Argeseth dijo...

Quizá lo importante es qué espera uno de sí mismo, y si somos justos con nosotros mismos...
Un beso.