31 marzo, 2010

Amor minusválido


Aurelio me llama por mi nombre, y me mira fijamente.

-¡Deja de gritar, Aurelio! –exclamo yo a mi vez, – ¡deja de gritar ahora mismo mi nombre!

Aurelio se calla por unos instantes, y me mira fijamente. Aurelio me hace gracia. Tiene nombre y complexión de romano. Hasta se mueve como uno de ellos. Pero Aurelio no es romano, es judío. Es judío y toca el arpa. Aurelio, que parece un romano, pero es judío y toca el arpa, es, en realidad, mudo. Y aún así, grita mi nombre. Claro que lo grita. Lo grita tan alto que veo las letras que lo componen resbalarse por sus ojos, salpicar su saliva y rodearme con dulzura.

Aurelio es mudo, pero yo lo quiero. Lo quiero con un amor silencioso. Nadie más lo sabe, ni siquiera mi novio, pero Aurelio sí lo sabe aunque sea mudo y mi amor por él, sordo. Pero con que él lo sepa, me basta.

Aurelio antes no era mudo. Siempre ha tenido la boca muy grande y, cuando podía hablar, se le llenaba de palabras que masticaba y escupía con fluidez. Ahora sigue teniendo la boca muy grande, y se le sigue llenando de palabras, solo que únicamente yo las llego a entender. Pero antes yo no lo quería, quería a mi novio. Pero mi novio ha perdido el interés en mí y por eso me he enamorado de Aurelio. Hablo con mi novio lo mismo que con Aurelio, pero Aurelio sabe expresarse de verdad, aunque no abra la boca. Mi novio, aunque de vez en cuando abre la boca, dice lo mismo que si estuviera callado. O a lo mejor es que yo me he vuelto sorda y ya no sé hablar con los hombres. No sé qué será.

Aurelio me sigue mirando fijamente y me quita una ramita del pelo mientras se ríe. Intenta cogerme de la mano, pero yo retrocedo y lo miro con seriedad.

-No, Aurelio, no. No me cojas de la mano, que tengo novio.

Y él me mira con ojos de reproche y se acerca a su arpa para tocarla. Acaricia las cuerdas suavemente y la música me envuelve unos momentos. La melodía se va volviendo cada vez más cadenciosa y obsesiva y consigue que mi corazón se dispare. Aurelio me mira mientras toca el arpa y me dirige una mirada intensa. Mi respiración se acompasa con mis latidos. Estoy perdiendo el control.

De pronto me levanto y Aurelio interrumpe su música.

-Lo siento, tengo que irme. En seguida vuelvo.

Y Aurelio fija en mi figura sus ojos tristes mientras me alejo.

El amor no es solo es ciego, sino mudo y sordo. Así que voy a romperme las piernas bajando por las escaleras para que pueda merecer a Aurelio de una maldita vez. Aunque luego tenga que volver a su casa arrastrándome con los brazos, sabré que por fin podemos estar juntos. Al fin y al cabo, Aurelio es el hombre más perfecto que conozco. Y quien diga lo contrario ve, escucha, saborea, habla y siente de la manera equivocada.


30 marzo, 2010

La camisa azul


Tu camisa azul me mira desde la silla. Podrías haberte dejado el pijama, que siempre huele a ti. Podrías haberte dejado tu colonia para rociar con ella cualquiera de mis vestidos. O una de tus muchas fotos que llevabas en la cartera porque “siempre hacen falta cuando rellenas papeleo”. O tu mechero, que me recordaba a las tardes en las que mirábamos el río metidos en aquella cabaña perdida en las montañas mientras se consumía el tabaco poco a poco. O tus discos de The Libertines que conseguí aprenderme palabra por palabra, acorde por acorde, a pesar de que por aquel entonces no tenía ni idea de música, ni de inglés.

Pero solo me has dejado tu camisa azul. Y tu camisa azul no huele a ti. Me imagino que la lavaste no hace mucho y la dejaste encima de la silla para que se secara, y se te ha olvidado. Siempre odiaré tu camisa azul. Te sentaba muy bien, no creas que la detesto por una tontería estética. La voy a odiar eternamente, porque ahora soy yo la que se marcha a un nuevo apartamento desde cuya ventana siempre se ve el mar. Me he prometido estrictamente que no dejaré ninguna huella tuya en mi vida, salvo nuestros recuerdos. Y, aunque voy a quemar tu camisa azul en la chimenea de la sala de estar, sé que cuando mire el mar, tan azul, desde mi nueva ventana, siempre recordaré que te dejaste tu camisa. Y eso me hará recordarte. A ti. A ti y a todo lo que eso implica. Y lo peor de todo es que ni siquiera tendré tu olor para torturarme.

Porque te has dejado la maldita camisa azul.


29 marzo, 2010

Sábanas ardientes


-Jane, ¡¡es un pirado!!

-¡Pues yo también!

Y siempre estaremos pirados

y no seremos como los demás.

Y tú nunca estarás pirada porque eres...

Doña Perfecta.

-American Beauty-


Desde el viajero más vehemente

hasta el oficinista menos independiente,

tiene un lugar al que llamar hogar.


Yo soy una mujer aún dependiente

de la caída de las hojas de los árboles,

de la lluvia al golpear el cristal.


No pienses que no te quiero,

que te abandono a la intemperie

y si te he visto, no me acuerdo.


Si abro las alas y despego

es solo para reafirmarme en la creencia

de que este mundo es una mierda

y tú eres todo lo que tengo.

(Y me alegro de tenerte).


Me voy, pero siempre vuelvo.

Al joven llamado Cuervo

le he arrancado las plumas una a una

y el resultado es una serpiente gris marengo.

Y en lugar de cascabel, tiene una aceituna.


¿Tienes las sábanas frías?

Pues yo te las caliento.

No hay nada que se me dé mejor

que hacer que sonrías

e invitarte a cafés sin aliento.


¿Duermes en una cama enmohecida?

La desinfectaré con lejía

y la pintaré del color que tú elijas.


Bésame y te enseñaré

que aún puedo tu pasión encender

con tan solo unas caricias.


He sido una estúpida, perdóname.

Si fuera perfecta,

estaría en Milán, en una pasarela

o haciendo anuncios para El Corte Inglés.


Pero como ese no es el caso,

pido amparo entre tus brazos;

un lugar entre tus sábanas

donde poderme esconder.


Si tú no me aceptas,

estaré condenada a vagar por el mundo

como la hija pródiga que nadie quiere tener.

Soy solo una vagabunda sin rumbo,

una desgraciada más.

Tal es así, que soy rubia.

Y aunque tenemos fama de tontas

te aseguro que la canción no se equivoca:

“La rubia es sensacional

y la morena tampoco está mal.”

Lo que ocurre es que soy

una rubia más complicada de lo normal.

Pero qué quieres que te diga,

prefiero ser una rubia grillada

a que me recuerden por “no estar mal”

y tener los cabellos del color de las cucarachas.

Quiero ser una zumbada sensacional,

y creo que lo consigo.

(Así que las morenas, al río).


Déjame tu piel de abrigo,

convertir tus labios en fuego

El frío en calor; el hielo, en estío.


Si tus sábanas tienen frío

y por estar solo te vuelves demente,

permíteme convertirlas en sábanas ardientes:

Donde la pasión y el vino tengan destino,

donde el calor y el amor tengan lugar.


Y si algo he aprendido

en mis vuelos de desatino

es que no quiero irme

a un lugar donde no esté contigo.


Porque donde tú estés,

sea una playa,

un maldito barco pirata,

un piso lleno de ruido,

una ciudad bajo mando cofrade,

una iglesia sin portal,

una casa llena de cafres,

la cima de una montaña

un castillo lleno de ¡¡arañas!!…

El lugar donde tú estés,

aunque se encuentren las sábanas

frías, templadas o calientes,

o estén sucias y por limpiar…

el lugar donde tú estés

ese y solo ese, será mi hogar.


(Voy a clasificar esto como "Literatura" en las etiquetas, pero no le hagáis mucho caso...)


28 marzo, 2010

¡¡Felicidades, gilipollas!!


En este día tan especial, damos el pistoletazo de salida al comienzo de la Semana de la Estulticia, también conocida como Semana (de la) Santa (estupidez) -solo que ya somos tan humanistas que hemos suprimido esos paréntesis para abreviar-.

En esta semana, hordas de cofrades, fans cofrades, tontos de capirote y gentuza varia se reúnen para participar de las más variopintas formas en la procesión de fulanas cubiertas de oro (llamadas Vírgenes por no sabemos qué tío cachondo que puso el mote de moda) y cadáveres que representan a ese pobre incomprendido que fue Jesús de Nazaret.

Invaden nuestras calles dejando goterones de cera incrustados en el pavimento (por parte de los tontos de capirote) y cáscaras de pipas desperdigadas por todos lados (por parte de los fans cofrades y de los tontos de capirote sin capirote), amén de botellas vacías, envoltorios de chicles y caramelos… vamos, pura basura. No se puede pasar por las calles –ni las inmediaciones- que forman parte del recorrido de pasos y más pasos de Semana Santa que bien deberían quedarse guardaditos en su puta iglesia, como hacen el resto del año.

Es este un espectáculo grimoso y patético que se sucede cada año para el sufrimiento de miles de personas que, como yo, aún tienen un mínimo de sentido común, sean o no sean católicos (si fueran verdaderamente católicos estarían protestando por usar imaginería con su adorado Jesusito de su vida de una forma tan grotesca) . Porque todo esto tiene, y no tiene, que ver con la religión.

El Catolicismo, como bien se sabe, se ha valido de las antiguas fiestas paganas para instaurar sobre ellas sus festividades. ¿Qué había antes de toda esta mierda cofrade? La celebración de la llegada de la primavera. ¿Cómo hemos transformado una época de expansión, donde las hormonas están desatadas, el clima favorece las actividades al aire libre, donde la tendencia natural del organismo es al bienestar y a la actividad; cómo hemos convertido esto en un período de recogimiento y sufrimiento, por la muerte de un tío que vivió hace 2000 años? Qué lista ha sido la Iglesia Católica. Cómo nos tiene cogidos por los huevos – en todo el amplio sentido de la expresión-.

Y como ni la Iglesia con su inmenso poder ha podido imponerse sobre la naturaleza humana, que en esta época está revolucionada, ha transformado a sus ídolos (al Chechu y la Mari) en motivo por el cual festejar un penoso espectáculo donde lo escabroso y lo macabro tienen cabida… y se le llama arte. Así el pueblo está contento... y ya se nos cobrará nuestra falta de sufrimiento en niños para el convento. ¿Luego salen los escándalos de pederastia por parte de los curas?, la gente solo puede decir lo mismo que Groucho Marx en "Un día en las carreras": Ya lo sabíiiiia, ya lo sabíiiiia. Y miramos para otro lado, se follan a nuestros hijos y en paz. Si total, en esta era de la desinformación y el pecado, el niño que a los 7 años no empieza a follar con su novia, deja a su hermana de 6 embarazada. Así que mejor que a nuestra hija se la folle un Santo Varón en lugar del desgraciao del barrio, que al menos tiene la decencia de santificarse la polla antes de proceder con el magreo.

Ea, y todo el mundo feliz.

Por eso, como no quiero seguir despotricando más, simplemente os digo: Felicidades, gilipollas. Porque en España existe un número tan grande de gilipollas, que hasta se os dedica una semana, y esto no lo hacen en cualquier país.

Y mientras la crisis económica nos sigue azotando, así como los problemas de Educación, Igualdad, Ciencia, Cultura… de siempre, el pueblo sigue hipnotizado entre el fútbol y los playmobil que procesionan en nuestras calles.

Si es que más gilipollas no se puede ser. Lo habéis conseguido: ¡Enhorabuena!

27 marzo, 2010

Podría ser


Contando monedas para comprar cigarros,
regreso a mi casa, sumando derrotas.
Vuelvo sin excusas, sin paz ni trabajo,
y a nuestro futuro le arrancan las horas.
Y en casa me espera
mi razón de vida, el calor de hogar.

Llevo la vergüenza, las manos vacías,
la precariedad.

Ella sonreirá, “saldremos adelante”.
A pesar del tiempo sigue siendo bella.
La miro y recuerdo. No siempre los planes
salen como sueñas, eternas promesas.

Estoy cansado
de tropezar siempre, del “ya le llamaremos”.

Quizá mañana
cambien nuestra suerte
y acabe este invierno.

Podría ser jardinero en Marte,
médico de flores, poeta ambulante
deshollinador volando en tejados,
probador de espejos, o pirata honrado.

Quisiera ser hombre al fin al cabo.
Podría ser quizá delineante
de columpios rojos, un gran nigromante,
un cantor de nanas, quizás buhonero,
y vender palomas, pócimas y ungüentos.

Pensándolo bien, me conformo con menos.
Enchufo la radio, no habla de nosotros.
La luz de la aurora se vierte en la acera.
Ella me da un beso, yo me hundo en sus ojos.

“Suerte” me susurra y cruzo la puerta.
Quizá fuera encuentre
por fin la respuesta
o mi exculpación.

Llueve mientras sueño,
quizá cuando vuelva
haya salido el sol

Podría ser cartero de Neruda,
pescador de estrellas, navegando en la luna,
piloto de cometas, explorador de abismos,
quizá recolector de gotas de rocío.

Quisiera ser un hombre, es poco lo que pido.
Podría ser quizá delineante
de columpios rojos, un gran nigromante,
un cantor de nanas, quizás buhonero,
y vender palomas, pócimas y ungüentos.

Pensándolo bien, me conformo con menos.

Podría ser jardinero en Marte,
médico de flores, poeta ambulante
deshollinador volando en tejados,
probador de espejos, o pirata honrado.
Quisiera ser hombre al fin al cabo.

Ismael Serrano

Navaja de Ockham


La respuesta más sencilla es la correcta.












... Una pena que esto para mí signifique una mierda.



25 marzo, 2010

El fin del mundo


El aire está cargado de electricidad.

Nos miramos a tres metros de distancia. Siento la descarga de tu mirada y estoy segura de que tú sientes la corriente que emana de la mía. Vuelve a haber hojas caídas como en otoño, pero no son doradas sino verdes, y bailan en torno a nosotros. Siento tu calor, aunque mi piel no esté en contacto con la tuya, porque el viento lo arrastra hasta mí; y tus infrarrojos me inundan y me abrasan, como un trago de absenta deslizándose por mi garganta.

El aire eléctrico gira alrededor de nuestras figuras impertérritas. La corriente alterna que hay desde tus ojos almendrados hasta los míos de color miel adquiere una velocidad que rompe las barreras del sonido. No sé si es el campo magnético que hemos creado con solo un contacto visual, pero estoy segura de que ahora tan solo se encuentran tus manos a dos metros de las mías.

Me recorres con tus retinas, imprimiendo todo lo que ves para poder saborearlo más tarde en la soledad de tu cuarto, en la frialdad de tu almohada. Intento no hacer ningún movimiento, ser tu escultura perfecta carente de expresión, para que puedas dibujar aquella que más desees cuando me recuerdes. El viento sigue silbando, pero yo ya no lo escucho. El movimiento de mis aurículas se ha acompasado con el de tus ventrículos, y creo que la aorta me va a estallar.

De pronto tu olor me sacude las entrañas. Solo estamos a un metro de distancia. Los electrones continúan rugiendo airados a nuestro lado, y ahora se ensañan con mis cabellos que a intervalos enseñan y ocultan mi rostro. ¿Cómo has conseguido invadir mi espacio vital sin que me haya dado cuenta? ¿Dónde está tu tarjeta de permiso? Mis sinapsis conectan con las tuyas y nuestros impulsos nerviosos hace cinco segundos que han dejado atrás la velocidad de la luz.

Nos convertimos en imanes en el centro del huracán. Nuestros polos positivo y negativo se han fundido. Brotan chispas cuando tus brazos rodean mi cintura y me atraes hacia ti. Solo quedan diez milímetros entre nuestros labios y yo ya siento el deseo de que dejes de electrocutarme con tus ojos inescrutables y me beses para que cese todo de una vez. Pero no me concedes la gracia y me torturas teniéndome solo a un centímetro de distancia de la promesa de tus comisuras. Tengo un pie en el abismo y anhelo saltar dentro de él con todas mis fuerzas.

Déjame saltar.

No sé en qué medida de tiempo infinitesimal lo consigues, pero nuestras bocas se encuentran y se produce un cortocircuito.

El mundo se derrumba a nuestro alrededor. Ya nada importa, salvo nuestras lenguas que se enzarzan en una lucha por ver quién consigue envolver por completo a su compañera, o nuestros labios que sangran a cada mordisco pasional que nos dedicamos y que se superponen hasta el dolor, o nuestra saliva que mejora la conductividad de los miles de electrones que liberamos en cada roce de piel.

Tus manos dibujan fotones en torno a mi cuerpo, mis uñas arañan tu espalda hasta hacerte sangrar. No recuerdo donde comienzan tus poros y terminan los míos cuando unimos nuestros electrolitos.

Somos una catástrofe natural. Somos un cataclismo. Somos la electrónica del mundo que nos rodea, la electroforesis de la vida en el planeta. Somos la Química del carbono conspirando para destruir toda la materia y antimateria existente en el Universo. El perfecto acelerador de partículas que creará un agujero negro en la galaxia.

Tú y yo.


24 marzo, 2010

Tres estaciones


Era el último día que te besaba en la vida,
y tú no lo sabías.

El otoño había llegado
y, casi sin notarlo, habíamos decorado
el salón de suspiros dorados.
La caída de tus cabellos sobre la frente
arrojó mis ojos a una época de tormentas,
de rayos plateados,
en la que cada mañana te oía llover.
Dijiste que no te pasaba nada;
yo jamás te llegué a creer.
Te regalé a modo de disculpa
unas hojas amarillas y una nuez,
últimos testigos del amor
que habíamos compartido en el cuarto de pila.

El invierno te heló las heridas
y azul se te volvió el corazón.
-¿Duermes, pequeña mía? -
me preguntabas por las noches.
Y yo me hacía la dormida
y fingía no sentir la forma
en que acariciabas mi pantalón.
Más tarde te diste a la bebida
y yo miré hacia otro lado.
En un rapto de inspiración
o de genialidad,
me introduje en una de tus botellas de ron
por si aún podía cumplir tus deseos,
o daba la casualidad de que te la terminabas
esa misma tarde.
Así podrías encontrarte en el fondo
dos ojos rojos, redondos,
mirándote fijamente,
alarmantes, como platos.

Amanecí con iris de gato,
naranjas y avellanos, demasiado blanca
como para que me tocaras con tus manos.
El verano había llegado
y se te había vuelto corto el pantalón.
-¿No se acortarán también tus abrazos?-
pregunté asustada.
Y esta vez fuiste tú el que miró para otro lado,
y me advertiste que no te buscara
en el fondo de ninguna botella gastada.
Si no lloré desconsolada,
fue de puro milagro.

Y el último día de verano
bajé al portal donde me esperaba,
motor rugiente, en la puerta,
un coche con la luz verde apagada.
Pagué al taxista diez euros por adelantado
y le pedí que me llevara a la estación.
-No ha habido primavera este año-
comentó el conductor.
Y yo recordé, afligida, la nota
que te había dejado debajo del colchón,
donde reposaba un beso sellado con pintalabios
y unas letras que rezaban:
"Este es el último beso que te dejo en la vida".
Cuando dejé la habitación aún dormías,
sin inmutarte.
Y me marché para siempre.

Era el último día que te besaba en la vida,
y tú no lo sabías.

23 marzo, 2010

¿Me permites?



Déjame, ahora que estás en el tejado, dedicarte un poema.

Llorarte, como lloran los sauces a los muertos,

desmembrar tu mirada y abrasarte con un beso.


Déjame impresionarme por ti, apartarte del mundo,

arrancarte los suspiros y enmendar cada resto de vacío

que quede en el fondo de tu alma.


Eres una máquina ¿sientes mis latidos?

Ven, niño perdido, esta noche quiero follarte

y deshacer tu abandono ante tus ojos

que estupefactos me observarán

cuando sepas que te amo por venganza,

que te recuerdo con odio y, muy a mi pesar,

con nostalgia.


¡Llévame! ¡Llévame muy lejos de aquí!

allí hacia donde te has ido

y no puedo alcanzarte si no es con el pensamiento,

o con sueños furtivos.


Una sonrisita para la cámara...


“Odio la hipocresía y la mentira”, “Lo que menos me gustan son los hipócritas”, “Es que vamos, con la hipocresía que hay…”

Vaya, vaya. La hipocresía no tiene muy buena fama, ¿verdad? Todo el mundo la vilipendia y la condena…

Curiosamente, los que más la atacan, son los más hipócritas que hay.

Pero independientemente de eso, hoy quiero pronunciarme a favor de ella.

Pienso que es uno de los mejores mecanismos de supervivencia que tenemos. Si no fuera por ella, creo que ahora mismo tendría las manos manchadas de sangre. Así que preguntaos si el único motivo por el cual seguís vivos es que alguien tuvo la deferencia para con vosotros de ser hipócrita en lugar de arrancaros los ojos, como bien le hubiera gustado, para servírselos con el Martini.

La doble moral del ser humano. No queremos que nos mientan ni que nos oculten nada, pero si te plantas delante de alguien y le sueltas absolutamente todo lo que piensas de ella hasta hacerla llorar, te acusan de no tener tacto. Si no fuera por la hipocresía, el número de homicidios y suicidios alcanzaría cotas nunca vistas.

Dad gracias a que personas ácidas como yo nos mordemos de vez en cuando la lengua, si no más de uno saldría escaldado. (Tan escaldado que no hace mucho querían llevarme a los tribunales por cierta entrada... así que tengo la tranquilidad de saber que no exagero).

Por otro lado, adoro fingir que sé mucho menos de lo que sé. Te permite maniobras increíbles.

Me figuro que habrá mucha gente que está leyendo esto que adoraría buscarme las cosquillas. Es más, el único motivo por el que me lee es para buscármelas. Bueno. Esperemos que consiga ser lo suficientemente hipócrita como para no ir a por nadie a su casa (o a su habitación) y cogerlas por los pelos. Da igual cuántas sonrisas me pongáis. Veo más allá de eso.

Estoy deseando que alguien se pase de la raya…


(No me pasa nada, me he levantado con ganas de repartir...)


22 marzo, 2010

Rojo y gris


(Poema dedicado a Sharif)

Esta noche ha recogido

ciento doce miradas lascivas

resbalándose por su escote.

“Bastardos malditos; benditos hombres”,

piensa Caperucita.


Sin embargo, a diferencia de todos, su acompañante

-por quien ella muestra indiferencia fingida-

desde la hora y media que hace que se conocen

no ha apartado los ojos de sus pupilas.


La ha invitado con galante cortesía

a un cigarro y a un tequila bien cargado,

antes de que el dueño del bar echara el cierre.

"Admirable gallardía", concede Caperucita.


-¿Podré verte mañana sobre las nueve?-

pregunta él con tono afectado.

-Lo siento. Para ti es demasiado tarde.

Ya he quedado a tomar un café en Montmartre, señor.

(Montmartre pronunciado en español).


Y ella se aleja orgullosa,

haciendo resonar sus tacones por las calles

con la elegancia de una estudiante de la Sorbona.


A la mañana siguiente,

renueva su carnet de residente

del país de Nunca Jamás.

“Adoro ser la eterna adolescente

que hace a los hombres suspirar”,

piensa ya sentada en el sofá

tras una jornada ajetreada;

de modo que se sumerge en el último ensayo de Jung

que ha conseguido.


Una vez han dado las cinco,

se encuentra saboreando un café a orillas del Sena.

“Soy buena mentirosa, como toda mujer”, piensa,

cuando sin previo aviso “Lobo gris”

en la pantalla de su móvil parpadea.

Y ella fija su mirada ausente

en los recuerdos que conserva de su único amor.

“Siempre nos quedará París”,

resuena la voz del Lobo entre pícara y siniestra

en su contestador. Y ella se echa a reír.


Ya en el hotel, junto al Lobo Gris,

tan solo cubierta por sus dorados cabellos ante la bestia feroz,

aún tiene el desparpajo de tacharlo de temerario.

-Llevas toda la razón- responde apresurado-

Soy yo quien se ha enamorado de un mito literario.

Y ella lo besa, lo abraza y lo acuna

hasta hacer el amor.


El reloj marca la una

y el lobo ha desaparecido de la habitación.

Caperucita, también.

Testigos de su romance solo quedan

las sábanas manchadas de leche y miel.

En la chimenea, ya solo resta consumido carbón

y la canasta de la abuela salpicada de bizcocho.

(Esto es rebelión y no lo de mayo del 68).


A través de la ventana de la doscientos veintitrés,

se distingue un navío surcando el río.

Lobo y niña, dentro de él,

comparten besos, bolígrafo y papel;

amén de una copita de vino tinto.

-¡A la salud de nuestro amigo!- exclaman antes de,

tras la línea del horizonte, desaparecer.


20 marzo, 2010

19 de Marzo


Miró el calendario, donde un enorme número 19 relucía un viernes, destacando en aquel lluvioso, gris y catastrófico mes de Marzo lleno de borrones, de tachones, de cancelaciones de citas.

La mujer se anudó el cinturón de la bata y se sentó con su hijo en la cocina.

- ¿Sabes qué día es hoy?

El niño permaneció callado unos instantes, con la mirada clavada en la taza humeante de cacao que constituía su único desayuno.

- Hoy es día de San José –le contestó sin mucha convicción mientras tomaba con las dos manos la taza de cacao y se la llevaba a los labios.

- Exacto. El día de San José es el Día del Padre. ¿Qué le vas a regalar a tu padre?

El niño dejó la taza en la mesa y se secó los labios con una servilleta de papel. Levantó sus ojos grises de Marzo hacia su madre, vetusta treintañera estropeada por el tiempo a pesar de su juventud, de bata y carmín rosa, rulos verdes y pendientes de oro en las orejas.

- Mi regalo está en mi habitación, esperándole.

- ¿Puedo echarle un vistazo, Iván? Sabes que me encanta ver los regalos de otros por anticipado. Me hace ilusión.

El niño no replicó nada y fue a su habitación. Tomó una bolsa de terciopelo azul, tan grande como su caja torácica, y la llevó a la cocina.

- Aquí está mi regalo –dijo el niño entregándole a su madre la bolsa mientras recogía la taza de la mesa de la cocina.

La madre se abalanzó hacia la bolsa de terciopelo y la abrió. Miró en su interior y no vio nada, de forma que introdujo la mano para buscar el contenido.

Sin embargo, ni aún así consiguió encontrar nada.

- Iván, ¿seguro que el regalo no lo has puesto en otro sitio?

El niño negó con la cabeza.

- Pues aquí no veo ni noto nada…

- Eso es porque es un regalo personal. Solo yo puedo darle sentido a esa bolsa.

- No te entiendo…

Entonces Iván cogió la bolsa e introdujo una de sus manos en ella. Cuando la sacó le dijo a su madre:

- ¿Ves? No está vacía. Aquí están todos los besos que como padre debió darme y nunca me dio. Aquí están los abrazos de los momentos difíciles. Aquí están sus silencios cuando vio que lo estaba pasando mal y no hizo nada por ello. Aquí están mis lágrimas por cada mala contestación suya, por cada arrebato de ira suyo, por cada vez que me insultó o me pegó.

Se lo devuelvo todo. A mí ya no me sirve. Ya me he hecho fuerte con todo ello.

18 marzo, 2010

Susto o muerte


Tiembla la cocina. Vociferas. Callas. Estrépito.

Tu voz ensordece mientras tiras platos, cucharas, ollas al suelo.

Al otro lado de la ventana, un niño en el parque se entretiene en chutar el balón, estamparlo contra un árbol y hacer que se estremezcan sus ramas y caigan varias hojas alteradas.

Pero a ti te da igual y sigues tirando tenedores, vasos, sartenes al suelo y gritas; y el agua del fregadero deja de estar caliente porque el termo ha decidido no calentar más el ambiente.

Tus gritos llenan el aire, lo ahogan y lo rasgan. El oxígeno se deshace en jirones y el helio radia en hidrógeno.

Tú sigues molesto y desoyes los gemidos de la lavadora, porque ahora tiras el mantel al suelo, y los cuchillos y la batidora, y no paras hasta que estrellas la cafetera contra el suelo de mosaico.

El frigorífico tiembla y pregunta con extraños estertores. La puerta de la cocina deja pasar a una mosca que zumba y hace piruetas dignas de un piloto acróbata experimentado, y zumba y zumba y se estrella contra el cristal, mientras tus improperios la ponen nerviosa y la llevan al suicidio.

Sigues maldiciendo y ahora el agua del fregadero se ha convertido en hielo y tú la insultas porque sabes que lo ha hecho a propósito. Tienes las manos tan frías y mojadas como la ira que se te resbala por las comisuras.

Tiras la radio, las estanterías, el aceite, el vinagre y la sal.

“Si querías una ensalada variada, no tenías por qué haber organizado esto”, te digo mientras sonrío.

Pero tú ya eres un huracán que se estampa contra las paredes y que ruje, mientras el agua de la olla que reposa en la vitrocerámica se convierte en vapor. Y tú no te has dado ni cuenta.

“¿Conoces la diferencia entre evaporación y vaporización?”, pregunto divertida.

Y tú te desbordas por dentro, pataleas el suelo que has cubierto de trozos y más trozos de lo que antes eran loza y electrodomésticos. Y sangras, porque has roto la batidora. Y lloras, porque has roto la cafetera.

Y cuando no puedes más, estallas y te rompes en mil pedazos, dejando como testigos de tu presencia millones de volutas de humo y mis ojos dubitativos, entre sorprendidos y cabizbajos.


17 marzo, 2010

Blog


Un resplandor. Blanco. Azul.

Ahí estás. O eso parece. Realmente solo veo tu huella. La firma de un ausente, diría Freud.

Rojo, amarillo.

Verde.

Te has convertido en cursivas, en círculos y runas, en más runas, en códigos, en manchas. ¿Qué significan tus manchas? No lo sé, pero ahí estás. Ahí está tu alma.

Fogonazo.

Palabras que destruyen. ¿Eres ellas también? ¿Eres parte de la destrucción que parafraseas?

¿O eres solo tus palabras? ¿Trazos sin sentido? ¿Tienen sentido?

¿Lo tienes tú?

Rosa.

Gris.

Leo cada vez más rápido. Cada vez entiendo menos lo que escribes debido a la velocidad con que comienzan a girar mis pupilas, mis retinas, mis fóveas, mis cristalinos.

Mi rostro.

Todo mi ser.

Más rápido, más rápido.

Espiral de colores.

¿Eres una vorágine? ¿Atrapas a aquellos que te leen?

Morado. Naranja.

Un suspiro.

Termino.

¿A dónde has ido?

¿Sigues estando ahí, o eres como el periódico que tras leerse se transforma en un montón de hojas hasta que alguien lo vuelve a coger?

Ya no hay nada de tu ser.

Nada con lo que puedas sorprenderme.

Y cierro la página, y ya no hay rastro visible de tu cadáver.

Has muerto.

Inicio, Apagar.

Negro.



16 marzo, 2010

Ciudad Jardín


Paseo por tus calles. Tus calles que ya no son tus calles, sino las mías. Paseo por mis calles, que en su día fueron tus calles y percibo tu ausencia.

Recuerdo con cariño nuestras tardes, pero no siento ninguna otra cosa que me sepa a nostalgia. No percibo tristeza, quizá tan solo algo de pena hacia aquello en lo que te has convertido. O tal vez lo que ocurrió es que siempre fuiste un monstruo y yo no me quise dar cuenta. O tal vez nunca tuviste a alguien como yo a tu lado y por eso, cuando me conociste, acaricié sin darme cuenta los mecanismos que te harían caer en la más absoluta locura y desesperación. O quizá ya estabas loco y desesperado y solo querías que alguien te hiciera compañía en tu viaje hacia el abismo.

No lo sé.

El caso es que camino por mis calles y me siento libre sin tu presencia. Camino por mis calles y me siento en paz. Recuerdo los problemas que has intentado causarme y el lugar en que eso te deja. Recuerdo que no has podido conmigo.

Y te recuerdo que nunca podrás. Ahora menos que nunca.


Desaparece de mi vida.

Me resulta tan fácil olvidarte…

¿No te das cuenta?

Un, dos, tres.

Y ya no estás.

13 marzo, 2010

Para todos, menos para ti


Se encontraba sentada en la estación expectante, después de haber estado media hora aparentemente ajena al resto de transeúntes que caminaban a su alrededor. Le guiñó un ojo con picardía a un individuo que había estado largo tiempo mirándola, obligando a que éste bajara los ojos avergonzado. Libre de todo asedio, cogió el teléfono móvil y marcó un número.

Esperó.

-Hola, soy yo.

...

-Voy vestida como siempre: ropa oscura, gafas de sol, labios rojos y zapatos de tacón. Cuando llegues, entra por la parte izquierda. Justo enfrente, busca en los asientos a la mujer que tenga la postura más descarada. Maleta de Megadeth, ya sabes.

-Se ve despejado, parece que aún no tienen ni idea. De todas formas aún tengo que sortear a un grupo de cazadores de brujas que anda por ahí. Recuerda que conocen mi rostro.

-Sí, ya sé que me lo busco sola. Si me lo buscara otro no tendría gracia, ¿verdad?

-No, tiempo para aburrirnos no tenemos desde luego. Ah, se me olvidaba. He envenenado al gato antes de salir.

-¿Mejor eso a que hable, no crees?

-¿Una serpiente para la próxima, dices? En ese caso que sea venenosa. No creo que su ponzoña nos afecte.

-Bicho malo nunca muere, ¿verdad? La gente nunca aprenderá.

-Bueno, pero mientras tanto nos reímos. Si supieran… Si supieran lo que yo sé. Pero esa es la mejor baza que tengo, ¿no crees? Que parezco inofensiva y que no tengo ni puta idea de nada.

-Me seguiré haciendo la tonta, no te preocupes. Nadie tiene idea de lo mala que puedo a llegar a ser. Ni siquiera tú.

-Sí, forma parte de nuestro encanto. Tal para cual. Oye, te dejo. Acabo de ver pasar a la Muerte con la guadaña. Solo quiero asegurarme una plaza en el Infierno. ¿Le pregunto si tiene otra para ti?

-Vale, perfecto. Pues que no se diga que tenemos humanidad. Le daré recuerdos a la Señora Muerte de tu parte, en plan Bukowski. Hasta luego.

Y la joven se levantó, sacó de su bolso una manzana y le dio un mordisco.


12 marzo, 2010

El caballero (Dedicado)



Ruego disculpen las molestias, queridos lectores, por hacer gala de un humor tan negro hacia cierto personaje. Trato de imitar su forma de redacción y su forma de pensar, aunque solo de lejos he podido conseguirlo (si lo hubiera logrado del todo esta entrada sería prácticamente infumable). Perdonen de nuevo las molestias y ríanse si pueden imaginar a tal esperpento. Desde luego en Sapere Aude si algo toca los cojones, es alguien que no piensa por sí mismo. He aquí mi relato:

La luz de la mañana entraba por las persianas del Castillo Familiar donde esa noche se había quedado a dormir. “¡¡Oh, vaya!! ¡¡Otro nuevo día!!”, pensó el caballero. Comenzó a acordarse de todos sus amigos: “¿Se habrá despertado ya la Dama de las Camelias? ¿El Señor del Fuego seguirá roncando en su habitación? ¿La Dama de los Mazapanes estará en los albores de su ducha diaria? ¿La Señora de Los Floripondios habrá empezado a trabajar? ¿La Dama del Estiércol ya estará cantando entre las calabazas?"

Se levantó perezosamente del lecho de seda, terciopelo, oro, diamantes y rubíes. “Me voy a poner con el ordenador un rato, no vaya a ser que empiece a pensar”.

Y así lo hizo. Cogió el ordenador y encendió el msn. “¡Oh, cuántos amigos me hablan! Eso es que soy superimportante.” Al cabo del rato se aburrió y lo cerró, no fuera a ser que comenzaran a invitarlo demasiado a todos esos bares que conocía. Abrió el blog de su hermano en el navegador y pensó: "Vaya, tiene entradas sobre trenes y estaciones, sobre poemas de Goethe, críticas a la sociedad, sobre escritoras que reflexionan y poemas propios. ¡Yo también quiero ser así de guay!".

De modo que se puso manos a la obra: Escribió sobre trenes y estaciones, horribles críticas contra la sociedad -no por su acidez e ingenio sino por su superficialidad, escasa argumentación y poco gusto, a decir verdad-, incluso una entrada haciendo referencia a Goethe: “Y como no me queda más remedio, pues enlazo a mi hermano ya que tiene parte del trabajo hecho, y de paso añado un vídeo de Youtube, que, por cierto, también me enseñó él, pero no pasa nada porque esto nadie lo sabe”, pensó.

Sin embargo tenía un problema con los poemas y es que eso no se le daban muy bien. “¿Qué hago ahora?”, se preguntó desesperado. “¡Ya sé! Me dedicaré a poner poemas que escriben otros, así al menos todo el mundo podrá ver lo cosmopolita que soy”.

Claro, que su hermano cuando lo vio no pudo menos que hacerle algún que otro comentario.

“Lo censuraré”, pensó el caballero. “Así nadie verá que sus críticas son bastante acertadas y de paso me ahorro tener que contestarle, porque total, en realidad no tengo ni puñetera idea sobre cómo hacerlo y que sea yo el que quede bien”.

Después, en el blog de su hermano, se dio cuenta que no había ningún enlace a su blog “El amanecer del Invierno”. El caballero se echó a llorar: “Oooh, nadie me quiere”. Así que como venganza también quitó de su blog “El amanecer del Invierno” el enlace del blog de su hermano. “Ja, así aprenderá. Para que vea que no es el único tipo duro aquí”.

Siguió observando su blog “El amanecer del Invierno” cuidadosamente. “Le falta relleno”, pensó. “¿Qué hago?”, se preguntó. “Ya lo tengo. Empezaré a contar mi vida épicamente, de modo que no se parezca a los miles de millones de blogs que tiene la gente que se dedica a contar su vida”. La pena era que aún así, sí que se parecía. Y para más inri, era aún más intragable.

“No quiero buscar trabajo. Debí de hacerlo durante el verano, pero preferí beberme mi beca y pasarme las noches delante del ordenador. Uy, eso no lo he puesto en el blog. Voy a escribirlo superépico y que parezca que me lo he estado pasando en grande en lugar de aburrirme como una ostra como es la verdad. Ya de paso comento haciendo una perfecta metáfora de fuentes y ríos con la que realmente hablo de mujeres, y de esa forma dejo constancia que intenté ligar con toda tía que se me cruzó y no tuve éxito ninguno. Aunque ahora que me doy cuenta, este escrito me lo ha inspirado un poema de mi hermano. ¡Si no fuera por él, no sabría ni qué pedir para Navidad!”, pensaba mientras se acordaba de su petición navideña: regalos que le permitirían parecerse más a su hermano.

Se dio cuenta de que habían dejado un comentario en su última entrada del blog al abrir el correo. El caballero se alegró una barbaridad cuando se dio cuenta de que era su fiel comentarista lameculos Francesco Manué, famoso por comentarios como: “Oh, fabuloso, me has alegrado el día, no como este asqueroso video porno que acabo de ver”, “Qué adorable entrada, casi me entran ganas de pajearme con ella”, “Eres un escritor de la hostia, sigue así y llegarás lejos”. Efectivamente Francesco Manué no le decepcionó.

Al cabo de un rato, el caballero pensó que le apetecía salir a tomar algo, así que bajó las escaleras del Castillo Familiar y se dirigió al Rey, su padre:

-Papi, papi, ¿me dejas 50 euros para salir? –lloriqueó poniendo cara de corderito.

Tras mucho insistir, la respuesta fue no.

Así que el caballero volvió a refugiarse en su ordenador y abrió el msn para contarles a todos sus amigos lo mucho que sus padres le oprimían.

“Son malos, malos todos ellos”, se le podía leer en el nick.

Mira por donde que fue Francesco Manué, que estaba por el msn a las 6 de la tarde, a quien le tocó hacer de pañuelo de lágrimas:


Caballero Petulante que parece tener alguna idea de Historia, pero ni puta idea de la vida - Son malos, malos todos ellos dice:

“Oh, mi fiel amigo. No sabes cuánto sufro. Desde que la Orden de Caballería de Orcos Adoradores de Mitología y Dogmas Antinaturales me dio la patada en el culo, mi vida no es la misma. Ahora tengo que pensar. ¡Pensar! ¿Tú sabes lo que es eso? Me figuro que no a juzgar por los comentarios lameculos que me haces en el blog, pero imagínatelo por un momento. ¡Yo solo sé ser un parásito y apropiarme de formas de ser y vestir ajenas, de amigos ajenos! ¿Qué va a ser de mí? ¿Y si tengo algún día que ser yo? ¿A quién volveré a engañar entonces?

Además los Reyes (mis padres, por si no estás acostumbrado a la jerga medieval que suelo gastar) me oprimen. No encuentro trabajo y me siento como una mierda. Claro, que yo tampoco pongo mucho interés y espero a que un empleo me caiga del cielo, pero es que no sé hacer nada salvo esperar y que me lo den todo hecho”.

Francesco Manué se desconectó, así que el caballero cogió una botella de whisky del que bebía su hermano y le echó un trago. Se dio cuenta de que no le gustaba, así que fue a por coca cola para poder seguir diciendo que se estaba tomando un whisky, en lugar de tirarlo por el desagüe como le estaba apeteciendo hacer.

"Con lo asqueroso que está este licor, lo mejor que puedo hacer es que me sirva de inspiración para escribir algo contra la sociedad. Lo llamaré... Reflexiones (para que todo el mundo sepa que reflexiono) junto a... ¿La lavadora? Así todo el mundo se creerá que me harto de hacer tareas domésticas. No, no... junto a... ¿mi hermano? ¡No, por Dios, que esto sí que es hacerle una reseña directa!. Junto... ¡a la hoguera! ¡Eso! Reflexiones junto a la hoguera, para hacerlo más épico y costumbrista como en el siglo XIX".

De forma que se puso a trabajar.

"Un poco de Historia por aquí...: Cuando Paquito I, Rey de las Galias (o de Francia, para que parezca que estoy en la onda) ... Bueno, ya sé me ocurrirá qué poner. A lo mejor meto el Génesis, un libro tan retrógrado como mal traducido que todo el mundo se ha tomado superenserio y lo pongo como inicio de la reflexión. Bla bla bla... por aquí un montón de paja para aburrir al lector. Génesis bla, Adán bla... ¿Qué más? Voy a hablar de hybris y así queda patente que sé idiomas. Y de Herotodo ¿O era Herodoto? Así saben que leo. Y ahora meto el tema de la libertad de paso, que está muy de moda. Ahora un montón más de bla. Y ahora voy a centrarme en la sociedad y decir que todos son unos bárbaros. Y ya de paso aprovecho y pongo algo como que pobres bárbaros que no se me recen tal comparación, y así todo el mundo recuerda que recién me saqué la licenciatura de Historia (que tienen millones de personas más en el mundo, aparte de mí, pero como el que la tiene soy yo, pues me creo especial). Hablando de la licenciatura, voy a poner otra cosa que creo a pies juntillas, que es que formo parte de la última generación bien formada. Jajajajajaja. Qué importante, culto y sabio soy. Además de los últimos, que eso me hace original. Jajajajajaja. Ahora voy a ir terminando hablando del legado que Adán dejó a sus hijos. Aunque me pregunto que qué legado es éste. ¿Caín, Abel, follaros a vuestra madre Eva, ya que Dios ha sido tan poco previsor como para poblar al mundo con tan solo una mujer? Además Abel va a terminar bien muertecito. Si es que Papi Jehová cuando la lía, la lía. Y para terminar, una frase aplastante. Voilà. Otra entrada hecha. Pero no nos chupemos las pollas todavía, ¿Eh, Francesco Manué? Que aún puedo sorprenderos más"

Y se le fue pasando la tarde… perdón, las horas vespertinas sin las Musas, haciendo como que pensaba en mitología griega y escribiendo textos fatalmente redactados además de quejarse a todo aquel dispuesto a oírle.

Yo no, desde luego.