31 enero, 2009

Epígrafe para un libro (o alma de mujer) condenado







Lector apacible y bucólico,
sobrio e ingenuo hombre de bien,
tira este libro saturnal,
orgiástico y melancólico.

Si no has estudiado retórica
con Satán, el astuto decano,
¡tíralo!, no entenderías nada,
o me creerías histérico.

Mas si, sin dejarse hechizar,
tus ojos saben hundirse en los abismos,
léeme para aprender a amarme;

Alma singular que sufres
y vas buscando tu paraíso,
¡compadéceme!... si no, ¡te maldigo!


Bienvenida de Baudelaire en "Las Flores del Mal"


29 enero, 2009

Andanzas de estudiante




La época de exámenes suele ser especialmente perniciosa para la salud de la psique, sobretodo si se alarga más de una semana. El estrés que provoca se ve claramente reflejado en los cambios de conducta de los sujetos, al menos de aquellos que les preocupa el resultado de las pruebas. Es así como servidora se transforma de una persona tranquila y medianamente agradable en una psicótica ansiosa con agravamiento del ya existente aislamiento social del que le gusta disfrutar. Es entonces cuando la mente, más concretamente el neocórtex, se centra en la adquisición de conductas racionales basadas en la supresión de acciones espontáneas autodestructivas o desesperadas (tarea en la cual fracasa estrepitosamente).

Puede observarse a una servidora por la tarde, sentada en la mesa de la cocina-comedor-sala de estar de su piso de la residencia de estudiantes, completamente rodeada de manuales, fotocopias y cuadernos. Hasta aquí, cualquiera pensaría que disfruta con la tarea que realiza, que está centrada en ella y que ha conseguido dominarse lo suficiente para adquirir la concentración necesaria para el estudio, y que por lo tanto, goza de cierta paz de espíritu. Sin embargo, si continuamos prestando atención a la escena durante unos diez minutos, vemos cómo servidora desvía miradas de deseo hacia la despensa, a pesar de que no siente hambre. Al cabo de cinco minutos, está levantada y mirando los artículos de alimentación que se amontonan en ella sin resultado. Cierra la despensa con desdén, como si la hubiera afligido con una grave ofensa. Se dirige al frigorífico y realiza la misma inspección que antes. Termina eligiendo un yogur como método para calmar el ansia. Lo toma en sus manos y se sienta en el sofá dispuesta a disfrutarlo. De pronto, cae en la cuenta de que debería estar estudiando y que al no tener hambre su pequeño saqueo a la nevera no está justificado. Vuelve a sentarse displicente en la mesa de estudio y hunde la cabeza entre los apuntes una vez más. Cuando lleva un par de páginas, se detiene ante la descripción de un experimento que le exige más recursos atencionales y cognitivos de lo debido, por lo que se esfuerza durante unos minutos en comprender el caso con más ahínco del que antes estaba empleando. Cuando ha leído la mitad del experimento, se da cuenta de que le duele la cabeza. Se levanta y da un pequeño paseo hasta la ventana de la sala. La visión que ésta le ofrece es pésima: El interior de cemento de la residencia. A servidora entonces se le antoja pensar que está encerrada en Auschwitz, que a quién demonios se le ha ocurrido diseñar una fachada tan triste de tintes carcelarios. Se sienta en el sofá abatida y se encoge en él. Empieza a inspeccionar la sala con la mirada de quien busca algo inexistente y de pronto, sus ojos se dan de lleno con la cajetilla de cigarros de sus compañeras de piso. El primer impulso que le viene es coger la caja, así que lo hace. Aparece la primera llamada de atención de la conciencia: ¿Se puede saber qué haces con un paquete de cigarrillos en la mano, tú, que no fumas?.
El segundo impulso que le sobreviene es el de dejarlo, pero algo le impide depositar de nuevo la cajita en la mesa. Lo abre y lo inspecciona: queda sólo un cigarrillo. Un sentimiento lastimero la recorre, pero luego vuelve a recordarse a sí misma que ella no fuma, que es todo un acierto que queden tan pocos cigarros y que, de todos modos, si la cajetilla hubiera tenido más de uno no lo habría cogido porque ella no fuma y no se va a convertir en fumadora precisamente ahora que ha dejado atrás (o eso se supone) la adolescencia, esa etapa llena de peligros, de dudas y de inseguridades, en las que se cometen errores estúpidos como la de hacerse polvo los pulmones con cilindritos cancerígenos humeantes. Sin comida y sin tabaco, recuerda que le queda un poco de tinto y dos botellas de cerveza guardadas en su cuarto. Pero no, no va a esquilmar a sus neuronas ahora, que es precisamente cuando las necesita. Tampoco puede practicar sexo, así que sólo le queda un vicio disponible: las uñas. Una a una las va mordiendo, mientras, su ansiedad crece por momentos cuando un terrible pensamiento la asalta: Está desperdiciando su valioso tiempo en idioteces en lugar de estudiar.
Se pone nerviosa, muy nerviosa.
Le entran ganas de que alguien la abrace porque se siente sola y perdida ante la gran cantidad de materia que tiene que procesar, pero el piso está solo. Claro que, mirándolo por otra parte, ninguna de sus compañerasde piso le daría un abrazo.
Finalmente, con los nervios destrozados incapacitándola para concentrarse, abre la ventana, se aleja varias zancadas,toma carrerilla y...










se tira por ella.






















No, ¿verdad?
Pues no.
Pero no dudéis que le gustaría.









Y así se pasa las tardes...





22 enero, 2009

El Vals de las hadas muertas



Había conseguido subir a la azotea del rascacielos. Mi gabardina gris y mi sombrero ya empezaban a gotear por los extremos debido a la lluvia que comenzaba a arreciar sobre mí. Me acerqué cuanto pude al borde del edificio y observé el panorama: el cielo oscuro sin estrellas, edificaciones que se arremolinaban en torno a mí luciendo sus carcasas de metal salpicadas de cristales policromados, las farolas iluminando pobremente los callejones próximos, la basura agolpándose en las esquinas y grandes grupos de gatos famélicos alimentándose de ella, la escasa gente que se hallaba fuera de sus casas en esos momentos, caminaba apresuradamente por la calle, guarecida bajo sus paraguas, haciendo resonar sus pasos sobre el pavimento.


Entonces escuché unas pisadas tras de mí. Conocía muy bien esa forma de caminar. Oh, no... No podía ser ÉL otra vez.

Me di la vuelta con hastío y le lancé una mirada envenenada.

- ¿Qué haces aquí?

Él se sorprendió por la cruda entonación que le había otorgado a mis palabras y se estremeció.

- Yo... - comenzó a balbucir- necesitaba hablar contigo.

- ¿Y tiene que ser precisamente ahora? Te dije que no me llamases, que no quería verte, que me dejaras en paz. Anda, hazme un favor y márchate. Llámame dentro de unos días y hablamos ¿de acuerdo? - y le sonreí tratando que se confiara.


- Lo siento... yo... quiero hablar contigo de esto ahora.


Le miré con una mueca de desprecio. ¿Quién se creía que era para intentar que me doblegara a sus deseos? Pero bueno... precisamente tiempo era lo que más tenía en el mundo en esos momentos, así que decidí por última vez darle otra oportunidad:

- No te lo diré más... márchate.

- No. Ya que estoy aquí no puedo irme sin decírtelo.


Esperé. Él estaba convencido. Suspiré.


- De acuerdo, tú dirás.

- Te quiero.

Me reí.

- Eso ya lo sé.

- ¿De veras?

- Sí. No es muy difícil de adivinar a juzgar por cómo babeas cada vez que me ves.

- Eh... - se quedó por unos instantes sin saber muy bien qué decir - si has pasado tanto tiempo conmigo es porque algo sentirás tu también, ¿no?

-Por supuesto que no, iluso. Me aburría, ya sabes. Lo que me sorprende es que te trate como a un juguete y tú me hayas seguido hasta aquí, como un puto perro faldero.


-Pero... ¿entonces...?


Dibujé una de mis más dulces sonrisas para él, que luego se transformó en trazos de maldad sobre mi rostro.

-Me apuesto lo que sea a que te mueres por oírlo. De acuerdo, te lo voy a decir - sonreí con malicia, ampliamente- ... te quiero...

Acto seguido, saqué un revólver de la gabardina y le metí una bala entre las cejas.
Se desplomó haciendo un ruido sordo sobre el suelo mojado.
Ni siquiera miré su cadáver.



Ser amada a veces es un lastre.



Los hombres esperan demasiadas cosas de ti.
Que les des los buenos días.
Que les entregues tu cuerpo.
Que les rías los chistes.
Que les digas que son la razón de tu existencia.
Que los beses.
Que los quieras.



Demasiada responsabilidad para una sola persona.

Sobretodo para quien no distingue amor de odio.


Entonces tomé un pequeño impulso y me arrojé al vacío.



Al fin estaría sola, lejos de todos, lejos de ellos...


...allá donde nadie podría seguirme...


18 enero, 2009

Época de exámenes





Para observar mi estado de ánimo actual y el de las próximas 3 semanas, por favor, pulse en el siguiente enlace:


http://dagobah.biz/flash/ahhhhhhh.swf


PD.1: Escuchadlo hasta el final.
PD.2: Añadido al margen derecho "Ley Innata"

05 enero, 2009

Números

1, 2, 3 ...

He de contar.

4, 5, 6 ...

¡Contar, contar!

7, 8, 9 ...

¡Más deprisa!

10, 11, 12 ...



...

¿Y contar para qué?
¿Para qué quieres contar
cuando los demás te rechazan
por descontado?


02 enero, 2009

Borboteo

Sevilla, 1 Octubre 2008


Me siento completamente sola. Como si mi mecanismo de adaptación se fuera poco a poco al traste. Hasta hoy no había tenido esta sensación, pero sabía que era inevitable que me asaltara.
Me gustaría tener alguien en quien esconderme a mi lado.
Me pregunto si hay algo en mi psique que me lleve a errar y padecer inevitablemente. Si esto podría tener o no solución...
Si la percepción que tengo de este mundo como algo vacuo es realmente la aterradora verdad que conozco y que insisto en maquillar para facilitar mi existencia.
Vivir no tiene sentido real, nada tangible.



Sevilla, 7 Octubre 2008


Cuando te rodeas de incomprensión y personas inalcanzables, ya sea por ellas o por ti, es cuando comienzas a cuestionar la vida.
El sentido de mi existencia se reduce a tomar los lunes el tren hacia una ciudad que no es la mía, donde mi cometido es recibir clases y disfrutar de pequeños instantes de satisfacción vital... Pero cuando podría llegar a disfrutar de aspectos más gratos, llega el viernes, y con él, el inexorable regreso a mi ciudad, que aunque es tan mía como lo podrían ser mis lágrimas, me resulta cada vez más extraño llegar a ella...
Y es cuando comienzas a preguntarte si tu vida se reduce a muchas partidas y despedidas, si no puedes poseer la totalidad, si tienes que perder algo para ganar cualquier otra cosa.
Si todo se centra en la renuncia.
Pensar que nadie, ni aquí ni allí, puede recibir todo lo que eres, que no tienes oportunidad de mostrarte como eres...
Me estoy perdiendo demasiado, creo.


01 enero, 2009

Cada fin de año me ocurre igual.
Nunca pienso en el año que viene,
sino en el que se va.


Pero el tiempo no existe,
¿qué más dará?

Si lo único certero
es que estamos cada vez
más cerca de la muerte...




Nada como un poco de pesimismo para empezar el año.