27 marzo, 2012

La mujer, el velo islámico, el feminismo y la dignidad humana

Es un tema que va a estar presente, tanto ahora como en el futuro, porque el islam es una realidad cada vez más tangible en Europa.

Cuando saltaron los “escándalos” porque mujeres y niñas en distintos puntos del continente lo llevaban, como en Francia y en España yo no sabía exactamente qué pensar.

Escuché opiniones de varios bandos: que si el pañuelo islámico era como llevar un crucifijo al cuello en el caso cristiano, que si el velo islámico era una forma de someter a la mujer, otros decían que era motivo de orgullo para una mujer llevarlo...

En fin, un batiburrillo de opiniones vertidas por los medios y por la gente más variopinta.


No hace mucho asistí a unas jornadas de cine árabe con ponentes de excelente calidad humana y profesional, cuyo objetivo era “arrinconar prejuicios”. He de decir que me encantó y que me ayudó a ver otras realidades humanas, concretamente del mundo árabe (por cierto, si algún amante del cine se anima a verlas, los títulos son: Caramel, Los limoneros, Mujeres del Cairo y Días de gloria).

Es cierto, el cine es un magnífico medio para hacernos ver otras formas de entender el mundo y he de decir que tras su visionado y la participación en la tertulia sobre todo de una mujer marroquí nacionalizada española, muy valenciana, que dedica su vida a tratar de hacer que convivan tanto inmigrantes como españoles en paz, me abrió los ojos en algunos aspectos.

Sí, claro que la mujer árabe es tan mujer como tú y como yo (si eres lector masculino, considéralo un halago). Y claro que tiene su carácter, claro que hay mujeres luchadoras árabes, claro que es mentira muchas de las imágenes que nos venden los medios sobre el mundo árabe. Y cierto es que a mí el mundo árabe me parece sencillamente fascinante, y lo es.

Pero, aquí viene el gran pero, pienso que las mujeres árabes realmente luchadoras no llevan velo, ni pañuelo, ni nada que las esconda de la vista de los demás. Y que quede claro, las hay y muchas. Se me viene a la mente por ejemplo Nawal al-Sa'dawi, un verdadero icono femenino (curiosamente ateo).


He visto también un documental en la 2 (qué gran cadena) en el que quienes hablan directamente son ellas, las mujeres musulmanas españolas. Y ahí es donde se ve claramente donde fallan sus argumentos.

Vi el documental con los ojos abiertos, sin enjuiciar, con todos los sentidos puestos en él para tratar de entender su realidad, para ver como ellas, para ver cómo se sienten y saber cuáles son sus razones para llevar un pañuelo en la cabeza. Puse en entredicho mis prejuicios y me lo tragué entero y, en un principio, sin rechistar. Hubo un momento en el que no pude callarme más, a pesar de mis buenas intenciones y de la neutralidad que tenía, porque sus explicaciones no hacían más que provocar mi repulsión hacia el pañuelito en cuestión. No al pañuelito en sí, sino a lo que significa.

Intenté ver que el pañuelo era un objeto de dignificación, que a lo mejor sí que había una buena razón para llevarlo, que había un sentido secreto que se me escapaba por ser yo occidental y estar contaminada de periodismo basura y superficial. Y aunque en principio algo me convencieron aquellas chicas hablándome del pañuelito, para cuando acabó el documental yo me moría de pena por ellas.

Empezaron dándole cierto sentido feminista al hecho de llevarlo, diciendo que la cultura occidental había puesto el culto al cuerpo en un pedestal, siendo la imagen lo único que importaba. Hasta aquí, casi que estoy de acuerdo. Decían, que el hecho de taparse, más que como sumisión, debería entenderse como rebeldía, ya que ellas elegían libremente taparse frente a un mundo que babeaba por ver un trozo de carne femenino.

Si la cosa la hubieran dejado aquí, pues yo a lo mejor las aplaudía. Podría decirles: ole vuestros ovarios, estáis protestando por la conversión del icono femenino en un mero objeto sexual de consumo.

Peeeeeero, la cosa no queda ahí. Las chicas siguieron hablando y me resaltaron una obviedad infranqueable: ellas llevaban el pañuelo por ser musulmanas, no por ser feministas. Dijeron que eso agradaba a Alá, que en el Corán había especificado que quería que las mujeres sólo dejaran al descubierto las manos y la cara en público. Decían que el Corán era un libro que las ayudaba a vivir, que les daba las instrucciones necesarias para entender su existencia y poder seguir unas pautas. Alegaron también que no tenían que soportar los comentarios libidinosos de los hombres gracias a llevar pañuelo.

Ya, llegados a este punto, me empezó a hervir la sangre.

En occidente, las mujeres decidimos destaparnos en lugar de tapar nuestro cuerpo como protesta por una simple razón: llevábamos muchos siglos ocultándolos. Y esto tenía un por qué religioso, igual que las chicas musulmanas del documental lo tienen a día de hoy.

Para empezar, hay una clara falta de reflexión por parte de estas chicas. ¿Por qué alguien va a necesitar un libro escrito hace muchos siglos atrás para vivir ahora? Además de que los libros religiosos no están para nada actualizados y se han quedado a años luz de la sociedad que vive hoy en día ¿dónde deja eso a tu razón? Es decir, ¿basas toda tu vida y todo lo que eres en un solo libro? Qué personalidad tan pobre. ¿Dónde queda la reflexión, el plantearte el por qué algunas cosas están mal y otras no? No necesitas un libro que te lo diga, si sabes pensar lo suficientemente bien. Y si tienes una familia que sepa impulsar tu pensamiento crítico, ya que estas chicas provenían en su mayoría de férreas familias musulmanas. La tradición se erige una vez más como una cadena de la que es muy difícil escapar. Es cierto que estas chicas estaban más espabiladas que sus madres, pero siguen siendo presas, esclavas, de un patriarcado.

Podríamos preguntarnos: si Alá creó a hombres y mujeres, ¿por qué los hizo tan libidinosos, obligando a las mujeres a tener que taparse? ¿No hubiera sido mejor hacer que los hombres no tuvieran ojos? Así cada uno podría ser uno mismo, sin tensiones de ningún tipo. Pero no, claro. Porque en el mundo de la religión, las mujeres somos las grandes agraviadas. Nos dicen: tápate, despiertas los comentarios, la líbido de los hombres. En otras palabras: eres mala, pecadora, tentadora. Tápate, contrólate, no seas tú misma. Niega tu cuerpo, escóndelo lejos de los hombres.

En cuanto al hecho de los comentarios libidinosos de los hombres... no es que los hombres occidentales sean más libidinosos, sino que tienen mayor libertad para expresarlo. Por supuesto, algunos comentarios que he llegado a sufrir como mujer no me han gustado en absoluto y he preferido que el tío se callara en lugar de soltarme una burrada digna de la horca. Claro, que ahí también tengo yo libertad para llamarlo al orden y decirle de todo, por maleducado. Pero una mujer musulmana raramente replica a un hombre, de modo que esa defensa que yo sí tengo, ellas no la tienen. Ellas se tienen que aguantar. Y digo yo, entonces la solución no es taparse, la solución es la educación. Educar a los hombres y a las mujeres en libertad, ética y buenos modales.

Tapar a una mujer es poner un parche: el problema sigue ahí. Porque los hombres no son más especiales que los machos de otras especies. Los hombres no han sido creados por un dios (masculino en todas las religiones prácticamente, dicho sea de paso), sino que son el resultado al igual que el gato, el conejo o el avestruz, de una selección natural que simplemente lo ha hecho tal cual es. Con su líbido y su imperiosa necesidad de procrear. Con su maravillosa “imperfección”.Y a la mujer también.

¿Por qué negar nuestra naturaleza? Ahí está el quid de la cuestión. Porque la religión lo pide, está claro, pero no hay motivo natural alguno.

Una mujer no debería sentir vergüenza por enseñar su cuerpo, debería resultarnos natural, pero como el machismo también sigue vigente en occidente continúa siendo un problema. Y se comercia con el cuerpo de la mujer. Lo han convertido en un arma para despojarnos de nuestra dignidad humana y convertirlo en un producto de consumo. Se han aprovechado de la reivindicación feminista para poner el cuerpo de la mujer al servicio, una vez más, del hombre. Y por eso habría que luchar más que nunca, para poder desnudarnos sin pudor, sin avergonzarnos de nuestro cuerpo de mujer, sin tener que ser acosadas por ello, y castigar a todo aquel y aquella que intente comerciar con algo tan valioso, ya sea de forma directa mediante la prostitución o de forma indirecta mediante el márketing y los productos audiovisuales. Porque del alma no tenemos prueba, pero del cuerpo tenemos constancia cada día. Tenemos que lavarlo, perfumarlo, abrigarlo, sacarlo a la calle, hacerlo escalar una montaña, abrazar a una persona, poner su atención en un blog.

Nuestro cuerpo es nuestro y debería estar libre de la religión, del sexismo, de las modas pasajeras que lo hacen sufrir, de todas las cadenas mentales que tenemos que aguantar y que lo convierten en algo que no es. No debería ser objeto de explotación, sino de cuidado y dignidad. La religión ha enfatizado mediante el morbo su importancia en el peor de los sentidos. ¿Si el cuerpo humano fuera algo realmente natural en nuestra sociedad, nos daría tanto morbo verlo sin ropa? Me inclino a pensar que no. Igual que a nadie escandaliza ver a un mono desnudo, lo mismo ocurriría con nosotros.


Recapitulando, el pañuelo islámico no es más que otra arma machista que, disfrazando de supuesta dignidad y orgullo a quien lo lleva puesto, lo que hace es ejercer control sobre la población. Así de claro. ¿Que las mujeres musulmanas tienen la falsa ilusión de ser realmente libres para llevarlo y reivindican llevarlo? Que lo hagan. Aunque como en el propio documental le dijo una profesora a una de las chicas: “las mujeres españolas no llevamos años reivindicando ponernos pantalones para que vengas tú aquí ahora y te pongas un velo”. Pero ya que tenemos que convivir, no hay que obligarlas a no llevarlo. Sin embargo, qué tristeza. Qué tristeza que todavía estemos encadenadas al qué dirán, a tratar de gustar a los demás sin importar el precio -ya sea tapando o enseñando nuestro cuerpo- en lugar de respetarnos a nosotras mismas tal y como somos. Tener que aguantar presiones sociales que nos incitan a llevar siempre lo más incómodo, sin pensar nunca en el cuerpo femenino en sí, sino en el efecto que éste produce en los otros.

Yo antes soy ciudadano que mujer, como dijo Clara Campoamor, y creo que es de buen ciudadano el no pasarnos la dignidad humana por el forro según las conveniencias de cada cual.

Explotar un cuerpo por el placer de otro, está mal, sea de quien sea el cuerpo, sea quien sea el explotador. Religión, prostitución, márketing sexual, ningunear el cuerpo humano en todos los casos no debería estar permitido. Porque quienes lo defiende, lo hacen por los preceptos equivocados. Se creen más libres por enseñar o por tapar, y no se dan cuenta de que simplemente son instrumentos en manos de otros.

El cuerpo sólo es un cuerpo: con toda la responsabilidad y dignidad que conlleva. El cuerpo y la persona son lo mismo. Por el respeto que le tengas a una persona, así utilizarás su cuerpo. Y viceversa.

No nos creamos más libres por agitar cuando nos dé la gana las cadenas que otros, por moda o tradición, nos han impuesto desde nuestra ignorancia, carácter acrítico y desinformación.


26 marzo, 2012

Alivio...

Al final no voté a mi partido minoritario, voté a un partido más minoritario (todavía) con el que también estoy de acuerdo.

Ayer, siguiendo la evolución de las elecciones, cuando empezaron a subir los escaños del PP a eso de las diez y algo de la noche pensé que los pronósticos se iban a cumplir. Creo que lo que más coraje me daba era pensar, no ya en la sonrisa triunfal de Arenas al ganar por descontento ciudadano, sino en la prepotencia de Rajoy, ese comemierdas lameculos pachorro y casposo, desde el balcón madrileño dishpueshto a jodernos vivos. Pero no (bueno sí, puede jodernos vivos, pero ya sólo por venganza).

No me gusta que el PSOE vaya a seguir mandando cuatro años más, pero joder, si al menos ha servido para cortarle la leche del café a Marianín esta mañana, bienvenido sea.

A pesar de seguir estas elecciones con desinterés, con pies de plomo, he descubierto que después de todo me queda una sensación de alivio. Porque es mejor que nos gobiernen una pandilla de cobardes oligofrénicos del PSOE que unos cabronazos neoliberales vivalavirgen. Sí, es mejor.

Aunque como perlita, me llevo la que ha dicho una de las personas que más quiero:

"Lo más positivo de las elecciones de hoy
es que no han sacado mayoría absoluta ni PP ni PSOE"

Más razón que un científico.

Y mencionar que esperemos que IU esta vez sepa hacerse valer. Por favor.

17 marzo, 2012

09 marzo, 2012

¿Copiar a esas? Ni de coña.

Acabo de ver un artículo en El País y se me antoja tan estúpido que me ha apetecido hacerle una pequeña crítica, de esas de andar por casa.

El artículo, reportaje o lo que sea, se supone que va dirigido a mujeres y se titula: "Lo que has copiado a las famosas (incluso sin querer)".
Nada más el añadido entre paréntesis ya es una gilipollez supina, pues como sabemos para copiar hay que imitar un original que ya conoces de forma intencional. Si encima mezclamos a mujeres desconocidas (muchas lo son para mí) y con un gusto pésimo, mal vamos. El País quiere hacerte ver lo poco original que eres tú, pobre mujer de mercadillo barato que se cree fashion, y una periodista atroz ha elegido diecinueve atuendos que llevan diecinueve famosas famosísimas.

A saber:

1. Kate Moss y sus botas "Hunter". Vamos a ver, ¿a qué mujer sana se le ocurriría ponerse unas botas de pescar como complemento a unos pantalones de serpiente azul con chaqueta de cuero? Muy vacío tiene que estar el armario o muy lleno el biombo de la ropa sucia, creo yo, para que una mujer tolere encasquetarse semejante Frankenstein. Kate Moss sí lo hace, es el efecto de tomar drogas durante un período prolongado. Deja la coca, Katie.

2. Sienna Miller y su look boho. ¿Look boho? ¿Qué es eso? Internet me dice que es el arte de coger un montón de ropa de tu armario, tirarlo hacia arriba y coger lo que puedas al vuelo para ponértelo mientras cruzas los dedos para que combine. O ir vestida de cortina con unas gafas grandes para que no se te vea la cara. O algo así. Viendo a Sienna se despejan las dudas, ha matado un oso y se lo ha puesto con un sombrero y una camiseta a rayas. Eso es salir del armario. Eso de salir de casa sin mirarse al espejo debe ser comodísimo.

3. Agyness Deyn y sus Dr. Martens. No sé quién es ella ni qué son las Martens, me imagino que las botas, si descarto la capucha de rapero chungo, la camisa de leñador y los pitillos. Las botas son estupendas, pero parece que la ha vestido su peor enemigo. Oye, Agyness, ¿quieres aparecer en una película de Eminem?

4. Zooey Deschanel y lo naïf. La cosa es que la cara me suena, pero no sé quién es la Deschanel ésta. ¿Naïf? Yo sólo veo un vestido blanco con rayas negras en zig-zag. ¿Eso es naïf? Espero que lleve plataformas amarillas a juego con el bolso. ¿Eso sería naïf?

5. Amy Winehouse, muy pin-up, ella. Adoro a Winehouse, su voz y su estilo. Pero la verdadera pin-up es Dita Von Teese, que ya estaba en el ruedo de lo pinup mucho antes que Amy. Claro, que al contrario que Winehouse, Von Teese no es tan fácil de enseñar en los medios por la provocación pervertida y eso. Además, esos tirantes espantosos con el polo rojo no son nada pinup, por muchos pañuelos que se ponga Amy en la cabeza.

6. Kate Bosworth y sus botas camperas. Directamente de los pies de los duendecillos de Santa Claus explotados en las fábricas, a los tuyos. Porque si llevas un vestido medianamente mono, un toque de campo de concentración es indispensable.

7. Gisele Bündchen y sus chancletas. De modo que esta fue la inculta que llevó las chanclas de la playa a la ciudad. No hay nada más poco higiénico y peor para la columna. Ojalá alguien le clave un tacón de aguja en el pie y le quite esa cara de "no, no me han pagado una millonada para hacerle publicidad a los kioskos de playa" (¿está también consume estupefacientes?).

8. Claudia chifer y los elefantes. No quiero saber qué es eso de la pata de elefante. Bastante tengo ya con no encontrar nada más que pantalones de pitillo en las tiendas.

9. Longoria que no sabe ya qué inventar. ¡Poligoneras del mundo! Ir en chándal a todas partes ya no se considera una falta completa de gusto, porque Longoria trae para todas el chándal de terciopelo. Ahora podrás seguir yendo a comprar con la misma ropa que a la discoteca, sólo que ya no se te considerará una hortera soez, sino ¡una súper hortera a la moda!

10. Sara Carbonero y las pulseras a lo pobre. Sarita, con cara de "tengo tanto dinero desde que me tiro a Casillas, que necesito volver a mis orígenes humildes". Y oye, lo consigue. Va con esas pulseras de mercadillo y nadie pensaría que cuando llegue a casa tiene todo un jacuzzi para ella. A eso se le llama reactivar la economía sumergida.

11. Parker y las raíces pachuchas. ¡Viva la heroína! Ahora las vagas, las pobres y las vagas pobres podremos ir con la cabeza bien alta, con cara de: sí, me tiño el pelo, ¿tienes algún problema? Conformista, que eres una conformista natural.

12. Kruger y la ecología. Aquí es donde ya, hartos de tonterías cogemos a la redactora y le damos de hostias. Como si la bicicleta fuera cosa exclusiva de las famosas, como si no se usaran a diario en miles de lugares. Ahora se ve que ir en bici es sinónimo de copiar a la mujer de Freddy. Sé ecológica, sé fashionista, sé moerna.

13. La mujer del príncipe. Un premio, porque descubrió que las medias transparentes, aunque parece que no están ahí, abrigan. Premio Nobel de Física para la señorita. Y para la maniquea que ha metido esto en el periódico.

14. Victoria ajo Beckham. Menudo desastre cromático. ¿Plataformas beige? Y encima con complejos de bajita. Gafas enormes para ocultar su extraño parecido a Michael Jackson. Esta mujer siempre ha sido un despropósito.

15. Chung y lo macho guacho. Llevaba obligada unos zapatos varoniles espantosos como esos cuando iba al colegio y a Dios pongo por testigo de que nunca volveré a subirme a unos (a menos que el PP me destine a ser esclava en un colegio del Opus). Eso sí, la chica es original y va hasta elegante. Se le puede perdonar.

16. Las gafas de aviador y Elle. Tengo unas como esas. Mangadas. Sin embargo no la he copiado porque no la conozco. Entiendo que ella las use para taparse la cara, eso sí.

17. Kate Moss de nuevo, ahora sí, con pitillos. Cómo se nota que a la redactora se le estaban acabando las ideas. Pensó: bueno, como esto va dirigido a mujeres descerebradas, no creo que se note que repito famosa. Odio los pitillos. Los odio. Yo siempre fui de pantalones de campana, pero como no están de moda hace años que no veo unos. Si la pata de elefante los va a sustituir, tendré que empezar a apostar por la falda... Por cierto, Kate, me gusta tu bufanda/pañuelo.

18. Lohan y las mallas. Una mujer que ya no puede caer más bajo. Ahora con el pelo blanco y más silicona en su cara que sangre. No viste mal, pero por gott, ¿qué tiene en contra de la melanina?

19. Jeniffer y el pelo. Jenny es simpática y guapa, y tiene un pelo precioso. ¿A santo de qué pensáis, mujeres del mundo, que si os cortan así el pelo os sentará bien a vosotras? Espero por vuestro bien que no tengáis la cara redonda, si no, vais a parecer unas asesinas de pastelitos compulsivas.

Y hasta aquí el rollo fashion éste de El País. Por favor, que contraten a una redactora menos anormal y con mejor gusto, que hay muchas personas en paro en España.


05 marzo, 2012

Quebradero de cabeza ante las Elecciones Andaluzas

Esta mañana, mientras me dirigía al Metro para volver a casa, escuché a una chica comentar con una amiga algo de que "en Andalucía se va a castigar al PSOE". Esa frase ha bastado para que me ponga a reflexionar sobre el tema, y ya que estamos a veinte días de que se celebren las elecciones comparto mis pensamientos con vosotros.

Tengo un partido minoritario que pienso que me representa y lo primero que sale de mí es votarlo y olvidarme de todo, ya que parece lógico: en un sistema democrático se espera que el ciudadano vote al partido que le representa y punto.

Sin embargo, no soy ajena a las preocupaciones del país ni de mi comunidad autónoma. Nos jugamos mucho. Así que me sumerjo en una tormenta de ideas:

1. Me da por pensar que soy de izquierdas y que es posible que mi partido minoritario no llegue a ninguna parte. Y que, aunque llegase a alguna parte, no deja de ser un partido minoritario cuya representación va a ser mínima. Saber que esta es una realidad me hace pensar acerca de si me convendría entrar en el juego del bipartidismo. Pero claro, esto es bastante contrario a mi ética personal porque el PPSOE me repugna y me crea acidez de estómago. Si pienso que uno de los mayores problemas de este país en general, y de esta comunidad autónoma en concreto, es que siempre se decanta por un partido u otro en las elecciones, me disgustaría entrar en el juego porque estaría repitiendo un esquema que considero, a todas luces, erróneo. De modo que mi primera conclusión sería votar a mi partido y a los otros que les den, que para eso la gente tiene una cabecita para pensar y votar con responsabilidad; que yo hago mi trabajo y, si los demás no hacen el suyo, no es mi problema.

2. Pero claro, sí que es mi problema. Porque en democracia, si la mayoría es imbécil, tienes que aguantarte con lo que elija. Y muchas personas van a votar tanto al PP como al PSOE, desbancando a mi partido minoritario. Ante un panorama así, aunque sólo sea a nivel reflexivo, te da por pensar ¿y si entrara en el ruedo? Y entonces está la pregunta... ¿cómo entrar? Porque si entrara en el juego, al ser yo de izquierdas y temer al PP como a una vara verde, lo que parece más lógico es votar al PSOE. Sin embargo votar al PSOE me supone una problemática importante, a saber:

a) Es un partido de sinvergüenzas y colaborar con él me horroriza.
b) Me parece que ya han estado bastantes años dando por culo en la Junta y es hora de echarlos, no de darles manga ancha para que sigan anclados en sus sillones -esto no quiere decir necesariamente votar al PP-.
c) Al estar el PP en el Gobierno general, nada me garantiza que -por el camino que van- les dé por centralizar más el poder y quitarle responsabilidades a las comunidades autónomas, quedando el PSOE andaluz con un poder menor para legislar -y, por lo tanto, para "salvarnos"-.
d) Si gana el PSOE en Andalucía... ¿de verdad van a hacer una política de izquierdas o hemos llegado ya al punto de que, efectivamente, da igual cuál de los dos gobierne?

Y luego está la parte maquiavélica:

3. Si los españoles votaron al PP en las generales, está claro que no les gusta el PSOE. Si las personas están criticando al PP, está claro que los azules tampoco les hacen gracia. Y está claro también que el PP espera a que pasen las elecciones andaluzas para aplicar políticas más severas. Está habiendo manifestaciones en muchos puntos del país, la gente está harta de corrupción, de pagar el pato por culpa de unos pocos, del abuso político y sindical... ¿Y si lo que necesita España es una hostia bien dada para reaccionar y cambiar el sistema? ¿Y si España necesita que gane el PP para terminar de indignarse y salir a la calle a protestar y a meter en la cárcel a tantísimo hijo de puta? ¿Y si haciendo de abogado del diablo consiguiéramos que el PP saliera elegido para que la población reaccionase? No me digáis que no es un planteamiento interesante... Pero claro, lo de siempre:

a)¿Y si gana el PP y simplemente nos jodemos vivos? Colaborar con él sería digno de la horca.
b)Hay mucha gente que vota al PP porque cree que "los va a salvar", cuando yo sé que eso no es así. Y ellos se darán cuenta en breve, si gana. ¿Podría yo votar al PP a sabiendas de que la cosa sólo va a empeorar gracias a ellos? ¿Podría tener la conciencia tranquila cuando los índices de paro no hagan más que subir y la pobreza no haga más que aumentar? ¿Realmente la población se movilizaría para cambiar esto?

De modo que vuelvo a mi parte idealista:

4. Si realmente da igual PP que PSOE, independientemente de quién gane en Andalucía, nos van a crujir vivos. El PP ya ha ganado en España, y aunque hubiera ganado el PSOE, el daño estaría igualmente hecho. Por consiguiente, si yo voto a mi partido minoritario ganaré al menos el tener la conciencia tranquila al no colaborar con este sistema de mierda. Porque el que la gente sea imbécil no debería condicionar mi voto, porque el que otra gente lo haga mal no quiere decir que yo también tenga que hacerlo mal. Porque al menos ganaré saber que yo nunca he colaborado con el PPSOE para nada. ¿O el no contar con el ambiente es terriblemente desadaptativo?

¿Ser consecuente con las ideas propias y dormir tranquila? ¿Ser pragmática para bien (votar al PSOE y quizá pecar de ingenuidad al pensar que no van a ser tan malos) o ser pragmática para mal (votar al PP para que la gente se joda y finalmente reaccione, pecando de ingenua por pensar que van a luchar)? ¿Fe en el PSOE o fe en las personas jodidas por el PP? Aunque como bien sabéis, a mí la fe no se me ha dado nunca bien.

Sinceramente, lo más probable es que vote a mi partido minoritario. Las ideas que he expuesto aquí son descabelladas, pero quizá esté bien plantearlas aunque se queden exclusivamente en un nivel teórico. Como siempre, aquí intentando hacer pensar al personal y organizar mis ideas. ¿Qué pensáis de todo esto? ¿Qué vais a hacer vosotros?