Ayer estuve en un taller analizando un par de mitos griegos. En el taller se nos pedía que los reescribiéramos a nuestro gusto, que le diéramos una vuelta de tuerca a la historia. Mis compañeras más cercanas, en cuanto les dijeron que había que escribir se pusieron a resoplar como colegialas fastidiadas -hablo de mujeres que rondan la treintena, allí yo era la más joven con diferencia-. Como si escribir quince líneas aportando un poco de tu pensamiento costase la vida o algo por el estilo.
-Puff... es que a mí no me apetece pensar -decía una- yo estar aquí escuchando vale, pero pensar como que no.
-Yo es que no sé escribir -decía otra- a mí me sacas del tema de las bodas (¿?) y no sé qué decir.
-Yo es que no tengo imaginación ninguna -decía la tercera- yo te cuento si quieres algo que sé, pero ponerme ahora a inventar una historia...
A mí me entraron un par de arcadas sinápticas cuando escuché esto y me mordí la lengua para no convertir el taller en una batalla campal. Una de las vocecitas malvadas que tengo en la mente me dijo: ¿ves? por eso no te gusta la gente aleatoria, porque dicen burradas como esa, te revuelven la bilis y encima como cuentan con el apoyo del grupo, al final siempre quedas como abogada del diablo -de hecho ya les había discutido algunas cosas antes de haber llegado a este punto en el taller y me habían mirado como si estuviera loca-.
Hoy me encuentro con una entrevista a Julio Anguita donde dice lo siguiente:
"El miedo a pensar, ¡un país que tiene miedo a pensar! Este es un país en el que se pone un hombre delante de un toro, pero póngale un libro y sale huyendo. “Yo no quiero saber nada, yo no quiero saber nada” es la confesión de una parte de la población que tiene miedo a pensar. Eso está ahí, lo veo todos los días. Viene de muy atrás, de la época de Fernando VII. ¿Por qué? Porque ha habido una Iglesia y la historia pesa: tú no pienses, tú te vas a salvar, hijo mío, todo lo que es pensar es nefando. "
Imagino que sí, que en parte la herencia católica pesa bastante y que ha ensalzado el dogma por encima del pensamiento, pero el problema llega desde muchos ámbitos. Comentaba ayer el bajón que han pegado todas las Artes en cuanto a calidad. Cómo se estimula la venta de best-sellers facilones, de películas con guiones precarios y cargadas de edulcorante, de cuadros de Ikea simplones y anodinos... La cultura del envase. Todo muy bonito por fuera, pero carente de contenido. Y eso es lo que se vende y lo que nos intentan hacer comprar.
En el tema que me toca de forma más personal, la literatura, lo veo claramente. Es mejor leerte una bazofia que te ocupa dos tardes o menos porque las estructuras sintácticas son típicas de preescolar, sin giros en el lenguaje, sin tramas complicadas, y luego puedes comentarlo rápidamente con tus amigos más cercanos. Después te lees otro libro en otras dos tardes y vuelta a empezar. Y así se dice que la gente "lee" y va de megaculta por la vida. Pero es que leer "A tres metros sobre el cielo", "Crepúsculo" y "50 sombras de Grey" tiene menos valor que leer las etiquetas del champú en el baño. Mis compañeras de taller se los habían leído todos pero cuando les habían dicho: venga, piensa un poco en lo que acabamos de comentar y escribe quince líneas en un folio, se echaron a temblar. Porque se puede leer libros sin pensar, ver películas sin pensar, votar sin pensar y hablar sin pensar, pero pararse a pensar para hacer lo anteriormente descrito es otro tema.
Se ensalza lo rápido, lo que no te hace pensar y lo que te "entretiene". Que no es que el entretenimiento porque sí no esté bien, no es cuestión de ser nazi tampoco; pero joder, pasarse la vida como un zombie lobotomizado es peligroso. Es peligroso porque vivir en sociedad requiere esfuerzo, y requiere esfuerzo porque echa mano del pensamiento inevitablemente. Y pensar necesita tiempo, necesita probar A y B y C, y luego darte cuenta de que Z es una solución viable. Pensar significa equivocarse, cambiar cada día, pasarte tres meses leyendo un libro que ni siquiera llega a las 400 páginas porque cada capítulo te deja la cabeza llena de cosas sobre las que reflexionar y necesitas tiempo para digerirlo y enfrentarte al siguiente. Y eso no estimula la compra compulsiva en las librerías, el pensamiento adormecido necesario para encontrarte con una bazofia y opinar que es una obra maestra.
¿Cómo se puede vivir así? Imagino que fácilmente, ya que lo raro es lo contrario, vivir en un mundo donde te sientes una marciana todos los días porque entras a discutir un tópico que los demás apoyan y retroalimentan como si fuera una verdad universal, y quedarse callados luego, como si acabaras de tirar un petardo en mitad de la sala. Es más fácil decir que "no tengo imaginación", "no sé escribir", "no me apetece pensar", que cultivar el mayor don que tenemos como especie. Porque una excusa rápida la ponemos todos, pararte a pensar, invertir en eso tu tiempo y comprometerte con tu propio pensamiento es mucho menos frecuente. Y luego la conflictiva soy yo, encima. Conflictiva tú, so zorra, que me estás haciendo dudar acerca de si pegarme un tiro en la frente o pegártelo a ti.
Al contrario de lo que la gente suele pensar, no me gusta discutir a cada tres frases, ni escribir textos largos como este a menudo, con las mejillas encendidas por la rabia y la indignación. Llega un punto en el que hasta a mí me da pereza buscar los cimientos del pensamiento de la persona e ir tirándoselos uno a uno. Primero porque que a una persona le hagan eso no le gusta y segundo porque detenerme a hacer eso con cada puñetera persona que me encuentro no suele servir para nada, ya que a la mínima de cambio pasan a otro tema, borran ese instante en el que les he desarmado el discurso y siguen con su vida. Y si ya son un grupo confabulándose entre ellos y diciendo todos los mismos tópicos, de verdad que me entran ganas de quedarme en casa con mis gatos. Me consta que ellos piensan más que la mayoría de personas que me rodean a diario.
Encontrar a alguien con el suficiente valor para pensar es un tesoro, si encontráis a alguien así no os libraréis de los debates, las discusiones y los puntos de vista radicalmente opuestos, pero joder ¡qué puto placer hablar el mismo idioma!