23 noviembre, 2012

El miedo a pensar

Ayer estuve en un taller analizando un par de mitos griegos. En el taller se nos pedía que los reescribiéramos a nuestro gusto, que le diéramos una vuelta de tuerca a la historia. Mis compañeras más cercanas, en cuanto les dijeron que había que escribir se pusieron a resoplar como colegialas fastidiadas -hablo de mujeres que rondan la treintena, allí yo era la más joven con diferencia-. Como si escribir quince líneas aportando un poco de tu pensamiento costase la vida o algo por el estilo.

-Puff... es que a mí no me apetece pensar -decía una- yo estar aquí escuchando vale, pero pensar como que no.
-Yo es que no sé escribir -decía otra- a mí me sacas del tema de las bodas (¿?) y no sé qué decir.
-Yo es que no tengo imaginación ninguna -decía la tercera- yo te cuento si quieres algo que sé, pero ponerme ahora a inventar una historia...

A mí me entraron un par de arcadas sinápticas cuando escuché esto y me mordí la lengua para no convertir el taller en una batalla campal. Una de las vocecitas malvadas que tengo en la mente me dijo: ¿ves? por eso no te gusta la gente aleatoria, porque dicen burradas como esa, te revuelven la bilis y encima como cuentan con el apoyo del grupo, al final siempre quedas como abogada del diablo -de hecho ya les había discutido algunas cosas antes de haber llegado a este punto en el taller y me habían mirado como si estuviera loca-.

Hoy me encuentro con una entrevista a Julio Anguita donde dice lo siguiente:

"El miedo a pensar, ¡un país que tiene miedo a pensar! Este es un país en el que se pone un hombre delante de un toro, pero póngale un libro y sale huyendo. “Yo no quiero saber nada, yo no quiero saber nada” es la confesión de una parte de la población que tiene miedo a pensar. Eso está ahí, lo veo todos los días. Viene de muy atrás, de la época de Fernando VII. ¿Por qué? Porque ha habido una Iglesia y la historia pesa: tú no pienses, tú te vas a salvar, hijo mío, todo lo que es pensar es nefando. "

Imagino que sí, que en parte la herencia católica pesa bastante y que ha ensalzado el dogma por encima del pensamiento, pero el problema llega desde muchos ámbitos. Comentaba ayer el bajón que han pegado todas las Artes en cuanto a calidad. Cómo se estimula la venta de best-sellers facilones, de películas con guiones precarios y cargadas de edulcorante, de cuadros de Ikea simplones y anodinos... La cultura del envase. Todo muy bonito por fuera, pero carente de contenido. Y eso es lo que se vende y lo que nos intentan hacer comprar.

En el tema que me toca de forma más personal, la literatura, lo veo claramente. Es mejor leerte una bazofia que te ocupa dos tardes o menos porque las estructuras sintácticas son típicas de preescolar, sin giros en el lenguaje, sin tramas complicadas, y luego puedes comentarlo rápidamente con tus amigos más cercanos. Después te lees otro libro en otras dos tardes y vuelta a empezar. Y así se dice que la gente "lee" y va de megaculta por la vida. Pero es que leer "A tres metros sobre el cielo", "Crepúsculo" y "50 sombras de Grey" tiene menos valor que leer las etiquetas del champú en el baño. Mis compañeras de taller se los habían leído todos pero cuando les habían dicho: venga, piensa un poco en lo que acabamos de comentar y escribe quince líneas en un folio, se echaron a temblar. Porque se puede leer libros sin pensar, ver películas sin pensar, votar sin pensar y hablar sin pensar, pero pararse a pensar para hacer lo anteriormente descrito es otro tema.

Se ensalza lo rápido, lo que no te hace pensar y lo que te "entretiene". Que no es que el entretenimiento porque sí no esté bien, no es cuestión de ser nazi tampoco; pero joder, pasarse la vida como un zombie lobotomizado es peligroso. Es peligroso porque vivir en sociedad requiere esfuerzo, y requiere esfuerzo porque echa mano del pensamiento inevitablemente. Y pensar necesita tiempo, necesita probar A y B y C, y luego darte cuenta de que Z es una solución viable. Pensar significa equivocarse, cambiar cada día, pasarte tres meses leyendo un libro que ni siquiera llega a las 400 páginas porque cada capítulo te deja la cabeza llena de cosas sobre las que reflexionar y necesitas tiempo para digerirlo y enfrentarte al siguiente. Y eso no estimula la compra compulsiva en las librerías, el pensamiento adormecido necesario para encontrarte con una bazofia y opinar que es una obra maestra.

¿Cómo se puede vivir así? Imagino que fácilmente, ya que lo raro es lo contrario, vivir en un mundo donde te sientes una marciana todos los días porque entras a discutir un tópico que los demás apoyan y retroalimentan como si fuera una verdad universal, y quedarse callados luego, como si acabaras de tirar un petardo en mitad de la sala. Es más fácil decir que "no tengo imaginación", "no sé escribir", "no me apetece pensar", que cultivar el mayor don que tenemos como especie. Porque una excusa rápida la ponemos todos, pararte a pensar, invertir en eso tu tiempo y comprometerte con tu propio pensamiento es mucho menos frecuente. Y luego la conflictiva soy yo, encima. Conflictiva tú, so zorra, que me estás haciendo dudar acerca de si pegarme un tiro en la frente o pegártelo a ti.

Al contrario de lo que la gente suele pensar, no me gusta discutir a cada tres frases, ni escribir textos largos como este a menudo, con las mejillas encendidas por la rabia y la indignación. Llega un punto en el que  hasta a mí me da pereza buscar los cimientos del pensamiento de la persona e ir tirándoselos uno a uno. Primero porque que a una persona le hagan eso no le gusta y segundo porque detenerme a hacer eso con cada puñetera persona que me encuentro no suele servir para nada, ya que a la mínima de cambio pasan a otro tema, borran ese instante en el que les he desarmado el discurso y siguen con su vida. Y si ya son un grupo confabulándose entre ellos y diciendo todos los mismos tópicos, de verdad que me entran ganas de quedarme en casa con mis gatos. Me consta que ellos piensan más que la mayoría de personas que me rodean a diario. 

Encontrar a alguien con el suficiente valor para pensar es un tesoro, si encontráis a alguien así no os libraréis de los debates, las discusiones y los puntos de vista radicalmente opuestos, pero joder ¡qué puto placer hablar el mismo idioma!

21 noviembre, 2012

Reflexiones y preguntas sobre la monogamia y la monoandria

Las preguntas y reflexiones que voy a plantear son fruto de las cosas que leo, vivo y escucho. Sin pretender en ningún momento dogmatizar el asunto, ni tener ni puta idea en qué concluye todo esto, salvo datos antropológicos y psicológicos acerca de cómo viven y resuelven los conflictos en distintas partes del mundo lo seres humanos y de por qué sentimos lo que sentimos, procuraré plantear una serie de preguntas que me hago cuando veo lo que veo.

Nuestra sociedad nos pide que, cuando nos enamoramos, guardemos fidelidad eterna a la persona de la que lo hacemos y esto genera muchos conflictos, según veo. Bien es cierto que cuando dos personas están enamoradas normalmente no tienen ojos para nadie más durante un período del tiempo, pasado el cual, la bestial reacción química desaparece y la relación se transforma en una cálida relación amorosa basada en el respeto y la confianza. Pero, ¿puede haber respeto y confianza en una relación cuando la sociedad nos pide encarecidamente que ocultemos a los demás y a nosotros mismos nuestros deseos?

A día de hoy no he conocido jamás a una persona que, teniendo una relación estable con un alguien, no se haya sentido atraída por otra persona -o incluso haberse enamorado-. Como confidente de algunas personas que soy, no ha faltado en mi vida ver a personas llorando amargamente por ser infieles a su pareja y preguntándose por qué han actuado así, personas reprimidas con sentimientos de culpabilidad por desear a otra persona además de su pareja sin saber qué hacer, personas destrozadas al saber que su pareja les ha sido infiel. Y cuando veo todas estas situaciones llenas de sufrimiento, angustia, ansiedad, estas vidas llenas de mentiras, de represión, de negación para consigo mismas me pregunto ¿realmente es todo esto necesario?

¿Cuándo decidimos privatizar el amor? ¿Cuándo decidimos que había una sola forma de amar, de follar, de formar una familia en detrimento de todo lo demás? ¿Es realmente respetar a tu pareja el hecho de negar nuestros impulsos sexuales, es decir, es respetar una pareja el no serte fiel a ti mismo? ¿Tan mal estaría destrozar de una vez por todas esa imposición, que nadie elige pero que tienes que cumplir a rajatabla, de ser fiel hasta que la muerte os separe sin una previa negociación de las partes? Pensad en cuántas escenas de celos ahorradas, cuántos sufrimiento ahorrado, cuánta ansiedad eliminada si pudiéramos comprender que se puede amar a muchas personas, que se puede terminar con la idea de que el amor y la posesión son la misma cosa. ¿Acaso cuando te acuestas con una persona significa que dejas inmediatamente de amar a otras? No, porque crear nuevas relaciones, nuevos sentimientos, no eliminan mágicamente los que ya hay. Los sentimientos caducan por otros motivos. Igual que quieres a mamá y a papá, porque son personas distintas y cada uno te aporta algo diferente, se podría querer también a Fulanito y Meganita y todas sus variantes, cada uno por lo que son, cada uno por lo que te aportan. Amar sin limitaciones, amar sin celos de por medio, amar sin culpabilidad. Amar sin sufrir, en definitiva.

Leo a la antropóloga Helen Fisher, leo a Marvin Harris, hablando sobre otras culturas. De cómo todos cuidan a los hijos que nacen de una mujer en otros lugares, donde un niño no tiene preferencia sobre otro en la tribu, donde todos son hijos de todos y por eso merecen el mismo cuidado y respeto. Donde no hay lugar para el egoísmo, ni el sentimiento de que una persona sea sólo para el disfrute privado de otra. Lugares donde parecen sin duda más felices sin el concepto de propiedad privada, más allá de una choza o una porción de tierra donde poder vivir. 

En nuestra sociedad se nos entrena para consumir. Para tener. Tener casa, tener coche, tener pareja, tener hijos. La perfecta cadena del consumo incontrolado. Por eso se protege el matrimonio, donde tu marido es sólo tuyo, tu mujer es sólo tuya y por lo tanto los hijos tienen unos padres muy claros -casi siempre, claro-. Interesa sacrificarte por tu prole, que tus hijos sean competitivos con los hijos de otros para poder escalar en la jerarquía social y así tener más cosas que nadie. Consumir más que nadie, pagar más que nadie. ¿Esto es lo que queremos en nuestra sociedad, competitividad en lugar de cooperación?

Si todas y cada una de las personas que he encontrado en la vida, entre las que me incluyo, hemos deseado a personas más allá de lo estrictamente normativo, será que la monogamia y la monoandria que nos imponen falla por algún lado, ¿no? Ay, ¿será que no estamos hechos para ser propiedad de alguien y ser felices a la vez? Hay personas que viven en monopareja toda su vida y se declaran felices, ¿lo son realmente? me pregunto. Cuando les preguntas muchas veces cómo han durado tanto tiempo juntas, te suelen responder con una palabra: sacrificio. Sacrificio de deseos personales, imagino. Sacrificio de tu propia individualidad en nombre de la pareja. Dos personas sacrificando aquello que podrían llegar a ser si no tuvieran una pareja que las "castrara". O no, quién sabe. Las parejas que llegan juntas a su lecho de muerte después de cincuenta años de matrimonio feliz son pocas. Es una fórmula a la que se supone que todos aspiramos, pero que funciona sólo en una  parte de la población casi residual.

¿De veras deberíamos en nombre de la fidelidad, del "sólo soy tuyo y de nadie más", llevar una vida ya sea de mentiras o de represión? ¿No estaríamos más sanos mentalmente si pudiéramos besar a quien nos diera la gana, acostarnos con quien nos diera la gana, amar a quien nos diera la gana, simplemente siendo sinceros con respecto a nuestros sentimientos y deseos? ¿Mantener el enamoramiento de dos, tres personas a la vez, sin tener que sacrificar un amor por otro con el consiguiente sufrimiento? ¿Entender que los celos no tienen cabida si esa persona afirma que te quiere, pero sin que tenga que renunciar a amar a otra persona si así sucede? Tener libertad, en definitiva, para establecer qué relación queremos tener y no dar nada por sentado, en lugar de poner una etiqueta a una persona y otorgarle así una serie de derechos y responsabilidades que no ha elegido.

Pensar que las parejas llenas de amor que duran para siempre apenas son reales. Que nuestras mentes piden otra cosa, otra manera de vivir. Terminar con conceptos como el adulterio y la infidelidad, con sentimientos negativos como los celos y la inseguridad, dejar de ver bien el llamado sufrimiento por amor. Acabar con la imposición irreal y ficticia de las relaciones monoafectivosexuales. O lo que tendría un valor incalculable: terminar con los asesinatos o maltratos que intentaran justificarse con "la maté porque era mía".

Decía Helen Fisher que el ser humano está en el mundo para reproducirse, no para ser feliz. Y yo me pregunto, ¿podría el ser humano ser feliz si supiera cómo?


(Agradecería vuestros comentarios -aunque sea como anónimos- con todo el debate que pueda surgir de este post, me parece un tema de lo más interesante)

20 noviembre, 2012

Aquellos días de cine y cerveza

Imagino que estoy igual que muchos de vosotros. A medio camino entre el estrés, la ansiedad, la tristeza y el enfado. Lo que vulgarmente se llama "frustración", vaya. Y a pesar de esto soy consciente de que soy muy privilegiada porque hay bastantes más personas de las que me gustaría que tienen menos que yo -y eso que yo tengo poco- y esto no es más que una pataleta por "tonterías".

El otro día me puse nostálgica. Me puse a recordar aquellos días en los que llegaba el fin de semana y siempre podía salir, a donde fuera. ¿Os acordáis de esos días en los que ir al cine era un plan, aunque cada día estaba más caro, plausible? Incluso al principio, cuando una entrada todavía se situaba entre los 3 y 4,5 € (aunque recuerdo el cine a 300 pesetas), yo me pasaba los fines de semana allí metida -siempre que no hubiera bazofia que ver, claro, si no no me veían el pelo-. Eso era hace unos cinco, seis años. Madre mía. Cinco o seis años. Desde hace por lo menos tres, ir al cine se convirtió en un lujo. De ir tres veces al mes pasé a ir tres veces al año, mirando con lupa qué película ver porque no tenía dinero para acudir tanto como me gustaba. Creo que he llegado a pasar más de un año sin pisar un cine. Cuando me enteré de la subida del IVA me concedí los últimos caprichos, entre el cine de verano -más barato- y mi última entrada al cine convencional (después de llevar meses y meses sin aparecer por una sala). Eso fue en agosto, para despedirme. No sé cuándo volveré a pisar un cine, no veo probable que lo haga en mucho tiempo, ¿tal vez nunca más?. Entre la engañifa del 3D, la basura que proyectan y el precio de la entrada, no tengo posibilidad de ir ni motivación. Salvo la nostalgia. Me gustaba la experiencia de ir al cine. Era un espectáculo, joder. Llegar, sentarte frente a esa pantalla que parecía que te iba a comer, que se hiciera el silencio en la sala y verte envuelta en sonidos e imágenes. Me emocionaba, me asustaba o me sentía eufórica. A menudo salía con el corazón en un puño, destrozada o con ganas de comerme el mundo. Y cuando ibas con amigos o familia era triplemente divertido. Elegir la película, sentarte con ellos y luego comentar lo que a cada uno le había parecido. Y luego pasaba el tiempo y un día decías: ¿Te acuerdas cuando fuimos a ver...? Y te reías con esa persona recordando que a ti te pareció bazofia y le dieron un Oscar después a la película por alguna cosa absurda, o que al de delante se le cayeron las palomitas y cuando se encendieron las luces estaba muerto de vergüenza, o que le tuviste que dar a tu amiga un pañuelo porque se le caían los lagrimones, o porque te sentiste identificada con algún personaje, o porque después tenías un subidón de adrenalina, o porque de la tensión se te saltó una lentilla en mitad de la sala -soy un desastre, lo sé- o porque luego te pasaste una semana con la banda sonora en la cabeza tarareándola a todas horas. Tengo muchos buenos recuerdos ligados al cine y ahora a menos que me pase tres meses ahorrando no voy a tener posibilidad de construir nuevos. Y me jode enormemente. Me jode porque ya no es un plan. Y llega un domingo lluvioso y me pregunto: bueno, ¿yo que hacía en estos días para que no me entrara el bajón? Algo que ya no puedo hacer: ir al cine.

No ya sólo el cine, ir a tomar una cerveza con alguien cada día resulta más difícil. Se ha notado muchísimo el IVA en la compra. Con 9 euros yo hacía maravillas. Ahora nueve euros te dan para comprar 3 productos básicos y da las gracias. No es de extrañar que cierren tantos sitios, ahora la cerveza te la tomas en tu casa y cada día incluso esto es más un lujo, porque con ese dinero puedes comprar macarrones para comer, por ejemplo. 

Y luego abres el armario y está lleno de ropa "por si acaso". Jerseys llenos de bolitas, camisetas con agujeros, pantalones con descosidos que no has tirado porque no sabes cuándo vas a poder comprar ropa, de atuendos cochambrosos que normalmente utilizarías para trapo de limpieza pero que ahora guardas con celo "por si acaso" no puedes comprar ropa dentro de un mes o tres. Y como encima la ropa que hacen a día de hoy es una mierda, hecha para que la tires al año en plan obsolescencia programada, cada día te das más cuenta de que te vas quedando en harapos. Y no puedes renovar armario. Y comprar unos malditos calcetines vale casi igual que una entrada al cine, o cuatro cervezas o seis paquetes de pasta. Y haces las cuentas y te compensa más sobrevivir que ir guapa o pasar un rato con los amigos. Nos van arrinconando en nuestras casas, saliendo para lo mínimo imprescindible porque eso es ahorrar en transporte, en cerveza y en vida social. Y si luego te cortan la luz, el agua y al poco te llega una carta del banco echándote de tu casa, normal que la gente se suicide. Primero te vas sintiendo cada vez más solo durante meses a base de recortes, los comedores sociales no dan de sí y de pronto no tienes dinero para no dormir en la calle. Es un drama. Por eso dentro de todo, aún me considero afortunada. Pero ¿hasta cuándo? Unos cuántos recortes más -aunque mi precaria economía no sé hasta qué punto es sostenible en el tiempo tal cual está- y me tendría que replantear seriamente muchas cosas. Como si me compensa vivir en otra ciudad distinta a la de mi familia, o si me compensa seguir estudiando, o si...

Hemos perdido tantas cosas, poco a poco en nuestro día a día, que echas la vista atrás y se te saltan las lágrimas. Mi mente había tenido a bien no echar cuenta de esto y el otro día algunas cosas que he perdido me vinieron de sopetón -he procurado no hacer un buen análisis de la situación por el bien de mi estado anímico-. Y las noticias son un golpe bajo, uno tras otro, varios cada día y así un día y otro y otro... Y con la moral por los suelos sólo puedes tirar hacia delante mirando a quienes te quedan alrededor, lo que te queda alrededor y los buenos recuerdos de aquellos días de cine y cerveza.

02 noviembre, 2012

Agnósticos y ateos; misma filosofía, distinta percepción de "dios"


Lo que nos separa a ateos y agnósticos es simplemente un problema en la definición del contexto muchas veces más que otra cosa.

No creo que ningún ateo ni agnóstico tuviera problema en aceptar una evidencia clara y absoluta de una existencia divina si algo que identificamos como “dios” en nuestras respectivas culturas bajara o subiera o se apareciera de alguna forma ante la humanidad.

Ahí entra lo peliagudo. ¿Qué es un dios? Por lo que vemos en la mayoría de las religiones, un dios es un ente sobrenatural, mágico por así decirlo, responsable de la creación de este universo y de las criaturas que vivimos en él, algo “antropomorfoseable” con lo que los seres humanos nos identificamos, un ente con sentimientos que vela por nosotros de alguna forma, una especie de protector invisible.

No tenemos pruebas de que algo así exista -lo más parecido que conozco en mi vocabulario se llama atmósfera-, más bien lo contrario. De hecho, tanto es así, que un dios puede ser lo que nos venga en gana porque no es evidente que sea una sola cosa: un dios puede ser una persona, un animal, la naturaleza abstracta etc. Es decir, que dios no es un término absoluto y bien definido, es una palabra baúl con la que cada uno hace lo que quiere. No es algo universal, no es algo evidente por definición. Es un término que simplemente responde a las necesidades de protección de algunas personas, que se sienten muy solas en esta vida -¿y quién no?-.

De este término adaptable para lo que a cada uno le sale de la punta, las religiones han sabido cómo hacer caja y cada una te lo vende como puede para conseguir adeptos e influir en las comunidades. A veces para bien, a veces para mal, pero prácticamente todas tienen un objetivo común: hacer proselitismo de su filosofía.

Puesto que la definición de “dios” es algo social, yo me declaro atea dentro de la sociedad en la que vivo. Es decir, que no me trago las definiciones de dios que da ninguna religión. Si se demostrara que existe una fuerza creadora de este universo, no la llamaría “dios”, probablemente la ciencia -el único camino fiable que conocemos hasta ahora para conocer la verdad- le diera una terminología apropiada. Si a día de hoy esa fuerza no se ha manifestado de una forma clara ante la humanidad, ni se ha preocupado de nosotros, no tengo que llamarla “dios” puesto que la especie humana le otorga ciertas cualidades protectoras a ese término y por ahora no me siento protegida por ningún dios en absoluto. Si no tengo un dios al que adorar ni que se preocupa por mí, puedo definirme de cara a la sociedad como “atea” puesto que dios tal y como yo lo entiendo y/o me lo hacen entender no existe.

¿Eso quita que si de pronto una mano sale del cielo y nos saluda a todos y se presenta como nuestro creador, niegue esta evidencia? Sería absurdo. Aunque desde luego le pediría unas cuantas explicaciones a ese supuesto dios, a parte de estar muy acojonada en los primeros momentos.

De hecho, normalmente cuando te defines atea ante la sociedad, los religiosos te suelen dejar más en paz porque te defines como incrédula ante las patrañas que te quieren vender. Un agnóstico que parece que está ahí, pichí pichá, esperando a que alguien le demuestre algo, suele ser más la comidilla de las sectas que deambulan por el mundo. Y un agnóstico en el fondo comparte la misma visión del mundo que un ateo, lo que pasa es que al ser tan generalista en su definición y no contemplar la parte social de la religión parece que está de acuerdo con ella en que algo así debe existir y que antes o después se mostrará. Y es tan escéptico como el ateo en que sin evidencias no puede haber aceptación.

En definitiva, si hay una fuerza creadora del universo no tiene las propiedades necesarias para ser llamada “dios” a mi entender. No debe ser venerada ni tenida en cuenta puesto que a día de hoy no tenemos evidencias de la misma. Como cada uno se quiera definir esa cosa suya, pero desde luego los ateos no dejamos la puerta abierta a cuentos para adultos como sí parecen hacer -de cara a los religiosos- los agnósticos.

A los ateos ya nos dan por condenados, a los agnósticos esperan convencerlos aportando supuestas pruebas de la existencia divina que no son tal ni para ellos, ni para nosotros.

Así que lo que nos diferencia a ateos y agnósticos es que los ateos nos definimos escépticos de cara a la sociedad -que es lo que nos afecta en nuestro día a día, digamos que es una visión más pragmática de la vida- mientras el agnóstico se define escéptico de cara al universo -aunque quien le va a dar por saco para que se convierta a una religión no va a ser el universo, sino el creyente próximo-. Pero con pruebas suficientes, ateos y agnósticos no tendríamos problemas en admitir la existencia de una fuerza creadora sólo que a lo mejor a los agnósticos les da por llamarla “dios”, ya sea un alienígena con antenas lo que se manifieste así o un torrente vital, y los ateos como que no vamos a caer en esa trampa , por definición.


dios.
(Del lat. deus).
1. m. Ser supremo que en las religiones monoteístas es considerado hacedor del universo.
ORTOGR. Escr. con may. inicial.
2. m. Deidad a que dan o han dado culto las diversas religiones.


01 noviembre, 2012

Dolorosas e ingenuas preguntas retóricas


Me llega al correo una petición de una plataforma de recogida de firmas a la que estoy inscrita con una dolorosa e ingenua pregunta retórica como supuesto título atrayente: ¿Qué medidas ha adoptado España para luchar contra la corrupción? Y la recogida de firmas trata de buscar una respuesta del Gobierno para que nos dé explicaciones, para eso se promueve esta petición.

Personalmente estoy harta de estas cosas. No de las recogidas de firmas, que a veces han dado sus frutos y la unión ciudadana ha conseguido cosas realmente hermosas para mejorar la vida de una persona o colectivo. Estoy harta de esas preguntas bienintencionadas, retóricas y aparentemente ingenuas para atraer al público supuestamente despistado, que leo en ocasiones como ésta, en titulares de periódicos, en artículos de blogs etc. Cuando leo ¿Qué medidas ha adoptado España para luchar contra la corrupción? Lo que me sale del fondo del alma es: Pues ninguna, gilipollas. Tal cual. Así de brusco. Porque estoy harta de que haya gente que parece que todavía no se entera y por eso nos traten a los demás como submentales. Este Gobierno no sólo no toma medidas anticorrupción, claro está, sino que además promueve leyes que facilitan la corrupción, los paraísos fiscales y las historias mil.

Estoy cansada de todas esas benignas preguntas que pretenden informar a los incautos. Quien no se haya enterado todavía de lo que pasa en este país o es subnormal profundo o es un cínico de aúpa que hace como que no se entera, no hay más. Lo que pasa es que cínicos y subnormales hay más de lo que a muchos les gustaría admitir. Preguntas como: ¿Tienen culpa nuestros políticos del agravamiento de la crisis en España? ¿Conoces las diez claves de las medidas del Gobierno? ¿Realmente Europa manda en España? Me revuelven en el estómago, me hacen tener crisis biliares y que me den ganas de buscar un fusil. Al principio, cuando a algunos nos pilló todo esto de despistados, allá por 2008, 2009, incluso 2010, todavía tenía sentido que se hicieran cosas de este tipo. ¿A finales de 2012 y con la que está cayendo? Dejen de tomarnos por imbéciles, por favor.

He dicho, repetido y discutido hasta la saciedad que eso de que la gente dice de que “es que el PP lo está haciendo mal” es mentira. El Gobierno a día de hoy lo está haciendo de puta madre, lo está haciendo maravillosamente, magníficamente, de hecho si me permiten la licencia, son casi una obra de arte las medidas que están tomando. ¿Qué pensáis que hacen los partidos de derecha? ¿Luchar por los trabajadores? ¿Fomentar la igualdad social? ¿Cuidar de lo público? ¿Hacer recortes en la Casa Real y en la Iglesia? El PP no lo está haciendo mal, está velando eficazmente por sus intereses. Ah, que no sabíais que al PP no les interesáis vosotros, ni yo, ni la pensión de vuestra abuela, sino los banqueros, los arzobispos y las grandes fortunas. Ah. Y los votásteis. Ah. Pues no os quejéis, imbéciles.

Las medidas criminales del PP no van a hacer sino empeorar, esto lo sabe hasta el tato, y me parece muy bien que protestéis, pero que recojáis firmas con preguntas ingenuas para pedir explicaciones al gobierno y que sigáis diciendo que el gobierno lo está haciendo mal, no tiene cabida a estas alturas. Otra cosa es pegarles sustos de muerte con huelgas -muy eficaz y principal arma de la ciudadanía contra la tiranía de los gobiernos-, rodeos al Congreso, a sus casas y a donde haga falta. ¿Pero recoger firmitas y preguntar al señor Rajoy por la subida del IVA que dijo que no iba a hacer? ¿Qué edad tenéis, por favor? Yo tengo sólo 22, la política de Aznar me pilló muy joven, pero mis dos dedos de frente me dieron para saber ya por aquel entonces que, por ejemplo, no poner remedio a la subida del precio de los pisos que hacía que la gente no pudiera tener una vivienda, que no escuchar a la población en cuanto a prestar apoyo logístico en una guerra tan criminal como todas, y que mentirnos a todos con que el 11-M lo hizo ETA, está mal. Está fatal. Mis dos dedos de frente me dieron para buscar de dónde venía el PP, la Historia que tiene detrás, quién es Rato, quién era Fraga, quién es Aznar etc. etc. Y me dio para entender que la Iglesia y el PP es la misma cosa -salvo por unos cuantos no sé si héroes y/o personas profundamente equivocadas que aún profesan cierta ética humana para con los demás aunque sea en nombre de Dios y no del humanismo-, que es un partido que luchará por la monarquía, por una falsa democracia más recortada, por privatizar lo que es de todos -cosa que ya hizo Aznar en sus tiempos- y por velar por unos pocos poquísimos y no por el resto.

Así que pedid antorchas, rodead sedes de partidos que permiten que se cometan atrocidades humanas en nombre de la banca -del PSOE también, que de esos también podría decir otras cuantas cosas-, votad partidos minoritarios y NUNCA dejéis de ir a votar, organizáos para hacer huelgas, piquetes o pedir prestadas guillotinas a los franceses, pero no malgastéis saliva ni tiempo ni esfuerzo en decir con una sonrisa de oprimido cobarde: Disculpe, señor Rajoy, ¿sería tan amable de explicarnos por qué su partido nos la mete doblada día sí, día también, nos escupe en la cara, nos mete fuego y luego se vuelve a follar nuestro cadáver? Es que hay propuestas ciudadanas muy interesantes para que usted no haga todo eso que dice que no le gusta hacer.

Al PP esta crisis le ha venido de puta madre para no dar excusas y para comportarse de la forma tan prepotente que sabe, para hacer lo que más le gusta hacer: mancharse las manos con sangre de los trabajadores y llenarse los bolsillos cueste lo que cueste. La derecha siempre será la derecha, jamás una alternativa válida aunque os prometan el oro y el moro para todos aquellos que queremos una sociedad más justa. Las soluciones para el pueblo siempre vienen por la izquierda, aunque ésta sea más difícil de encontrar que la piedra filosofal y todos los partidos “obreros” digan tenerla.