06 agosto, 2012

Hetairas contemporáneas

Aquella noche comprendí que la prostitución y el matrimonio no son tan diferentes,

puedes convertirte en propiedad de la otra persona […] y tu vida deja de tener valor.

-Diario de una ninfómana-


Hijas de un mundo que va demasiado deprisa,

van fugaces, al compás de la vorágine presente,

llevando las riendas de la realidad precisa

de los instantes cotidianos existentes.


Frías y educadas, astutas a la vez que ardientes,

dulces y amargas,

llenas de fuego y de escarcha,

danzan al son de los minutos silentes

que pasan desapercibidos para el resto de la gente.


Caminando con sus zapatos de tacón,

descalzas a veces,

perfumando las aceras y las ideas

de la revolución,

de los últimos hombres inteligentes.


Respetadas y temidas

provocan angustia, frustración,

pero también placer, emoción y pasión.

Qué son las noches sin sus lunas,

qué es el día sin su sol.


Reconocibles a veces por su belleza,

otras por su dulzura o su sensibilidad,

más siempre por su inteligencia.

Siempre de la mano de las artes y las ciencias.


Locas, pervertidas, exiliadas,

maltratadas, obstinadas, luchadoras

su sangre mancha todas las edades

a cada instante, a cada hora.

Existiendo desde el principio del tiempo

y distorsionándolo a placer

reducen los espacios,

potencian las ideas, alimentan los sueños,

dándole al más ciego la capacidad de ver.

En todas las épocas,

a veces gritando, otras en silencio

brujas, chamanas, hetairas, geishas,

cazadoras, cuentacuentos,

mujeres que a cada momento

modifican el transcurso de la historia

desde la minúscula magnificencia de sus cuerpos.


Gatos negros a los que hacer arder en las hogueras,

a los que destruir y someter

desde el sexo hasta el "sí quiero" para siempre,

y es que el hombre procura aniquilar todo aquello que no entiende,

lo que escapa a su control siempre es digno de la horca,

porque le provoca miedo

y miedo provoca todo aquello que es diferente.


Qué es una mujer sino la otra visión de la realidad humana,

la fémina, el caos, la luna, la oscuridad.

Pocas hetairas quedan en los tiempos presentes,

mujeres salvajes de necesidad,

pero siempre tienen alguna palabra, como Casandra,

para todo aquel que las quiera escuchar.


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