El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu.
Si lo intentas, a menudo estarás solo y a veces asustado.
Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo.
28 febrero, 2010
El despertar
El metro de Madrid
26 febrero, 2010
Siégame la vida
25 febrero, 2010
Deuda de besos
15 febrero, 2010
Báilame el agua
14 febrero, 2010
13 febrero, 2010
Confesión
09 febrero, 2010
Labios fúnebres
Labios fúnebres:
Su beso es el roce de un suspiro que resbala por la frente,
tácito y ambiguo,
quedo en su vertiente.
Labios fríos,
labios que, de azules, son iridiscentes,
y provocan con un beso
el letargo de la muerte.
Labios fúnebres los tuyos, labios eternamente míos
por no poderlos atrapar en un instante;
labios que en su ausencia marcan en mi memoria
la tragedia de su presencia constante.
Labios fúnebres los míos,
hastiados del almíbar de los besos,
o firmemente sobrios y abandonados,
huérfanos de todo afecto.
Labios fúnebres que yacen muertos,
ahogados por tu marcha.
Labios fúnebres posados en una carta
llena de misterios y plagada de errores,
de lamentos ya pasados, y momentos ya vividos,
de perennes e hirientes equivocaciones.
Labios fúnebres y ardientes descendiendo por mi piel,
cadavéricos, casi oníricos,
la fuente idílica del intenso placer,
inasible su contacto, inaudibles a su paso;
solo queda una marca a fuego
en quien consiguen poseer.
Labios fúnebres tu mirada
ahora cálida, ahora helada,
ahora grandiosamente desgastada
por los años que no perdonan
el nacimiento de la mañana.
Labios fúnebres tu figura,
sombra forjada en materia oscura,
que a la luz de las farolas se alimenta
y renace en una estrella muerta
salpicada de dulzura.
Labios fúnebres que se encuentran
y reviven a hurtadillas,
labios que llevando la merienda
rescataron tu mejilla.
Labios célebres,
labios desconocidos que nunca besaré
y a los que dedico un minuto:
Son por ellos mis labios fúnebres
y van de luto.
07 febrero, 2010
06 febrero, 2010
Dos moléculas de hidrógeno y una de oxígeno
Y dar la vuelta y preguntarse: ¿Cómo he llegado a esto?
Y no encontrar la manera adecuada de mancharse, de no saber dar la vuelta y abrirle la puerta a la degeneración, y echarse la culpa por ello después por ser demasiado blanca.
Y porque su profecía en aquel pub por donde tantos habían desfilado no se había cumplido, y porque su nombre, aunque atractivo, era inmerecido por no haberle hecho honor. Por no haberse teñido cuando había tenido tiempo se había convertido en un elemento natural más, pasto de la vejez y vulnerable ante las llamas.
Se había equivocado, y ahora se preguntaba que por qué volvía a tumbas vacías para rescatarse, por qué se condenaba ante las palabras, y mucho más importante: por qué la desesperación la había moldeado indiferente en lugar de haberla construido como un foco de odio irrefrenable.
Tan cansada estaba, que por no odiar, se le había terminado hasta la pasión.
Y gélidamente amoral, pasaba los días...
03 febrero, 2010
Chat
Hola
¿Cómo estás?
El vacío te espera, mi mirada te espera.
Parpadeo, parpadeo, parpadeo.
Y al fin, te manifiestas.
¿Pero por qué tu voz no es audible, por qué se manifiesta en letras, frías e insensibles y no tienes rostro, ni ropa, ni mano a la que asirme en mis momentos de desesperación?
¿Por qué tu voz es roja, o azul, o negra o rosa, si sé perfectamente que su belleza radica en que es inasible, que solo entra, me toca el alma y se va, y no hay nada que hacer para poder retenerla? ¿Por qué la veo? ¿Por qué la veo y copio, y pego, si tu voz es la percusión de tu alma?
Prefiero que se materialice en una mirada y no en volubles fotones, la Física los entienda.
Apareces, pero no te encuentro por más que busco en esas líneas que se tejen de forma clara y precisa, hasta hacerte impersonal.
Eres una máscara, una máscara. Nada más.
¿Y por qué se mantiene tu nombre y se repite y se repite si tú eres tan cambiante, si a cada segundo ya no eres el mismo, si tu nombre es lo último que recuerdo cuando te toco y te miro y te pienso?
La ausencia trae el recuerdo y la nostalgia, pero cometemos el delito de la ausencia falseada, y nos convertimos en ceros y unos. Solo ceros y unos. Y yo no puedo tejerte unos versos.
Y, por favor, no enciendas la cámara. No te conviertas en píxeles y rememores con ello el hecho de no poder saber si has amanecido con piel de seda, cómo han quedado enredados esta mañana tus cabellos al despertar, si ahora son amargos tus labios o solo así me lo parecen al no poderlos besar.
Nos traiciona el tiempo. Es hora de desconectar.
Y tú cortas, y eres vacío; yo me convierto en viuda de un adiós.
Apago, y ya estoy muerta.
Y así el amor se convierte en una modalidad de suicidio tecnológico.
01 febrero, 2010
Córdoba, por Castilla del Pino
En el expreso de Algeciras,
No tuve que apresurarme a recoger mis cosas.
Allí donde, ante todo, según decían, los hombres no somos escopetas.
Y me interné en la ciudad.
Y además, el silencio.
Córdoba impenetrable.
Como decían unos versos:
"El silencio es un muro,
denso muro que ahoga cualquier grito
o agonía de una vez.
No contesta,
o pone solo su macizo perfil invisible,
más fuerte que el hierro,
y más que él, impenetrable."
Ricardo Molina la describía así:
"Calle de los moriscos, ebria de copas,
de crepúsculos. Calles para parecer solo,
casi monacalmente atento y distraído.
Distante de los hombres, absorto en cualquier cosa,
de sí mismo olvidado, fuera ya de uno mismo."
Me detuve ante sus casas, cerradas, también impenetrables.
Tomé conciencia de que era una ciudad ensimismada,
Una ciudad ensimismada y también ensimismante.
Una Córdoba con miedo a su propia libertad, celosa de sus referencias de siempre,
Desconfiada del nuevo y del forastero,
Una Córdoba en la que todo está bien como está.
Una descripción muy acertada de la ciudad y del carácter de sus habitantes.
Vivir en Córdoba deja una huella en la forma de ser de quien la vive, si se la sabe escuchar.