02 noviembre, 2012

Agnósticos y ateos; misma filosofía, distinta percepción de "dios"


Lo que nos separa a ateos y agnósticos es simplemente un problema en la definición del contexto muchas veces más que otra cosa.

No creo que ningún ateo ni agnóstico tuviera problema en aceptar una evidencia clara y absoluta de una existencia divina si algo que identificamos como “dios” en nuestras respectivas culturas bajara o subiera o se apareciera de alguna forma ante la humanidad.

Ahí entra lo peliagudo. ¿Qué es un dios? Por lo que vemos en la mayoría de las religiones, un dios es un ente sobrenatural, mágico por así decirlo, responsable de la creación de este universo y de las criaturas que vivimos en él, algo “antropomorfoseable” con lo que los seres humanos nos identificamos, un ente con sentimientos que vela por nosotros de alguna forma, una especie de protector invisible.

No tenemos pruebas de que algo así exista -lo más parecido que conozco en mi vocabulario se llama atmósfera-, más bien lo contrario. De hecho, tanto es así, que un dios puede ser lo que nos venga en gana porque no es evidente que sea una sola cosa: un dios puede ser una persona, un animal, la naturaleza abstracta etc. Es decir, que dios no es un término absoluto y bien definido, es una palabra baúl con la que cada uno hace lo que quiere. No es algo universal, no es algo evidente por definición. Es un término que simplemente responde a las necesidades de protección de algunas personas, que se sienten muy solas en esta vida -¿y quién no?-.

De este término adaptable para lo que a cada uno le sale de la punta, las religiones han sabido cómo hacer caja y cada una te lo vende como puede para conseguir adeptos e influir en las comunidades. A veces para bien, a veces para mal, pero prácticamente todas tienen un objetivo común: hacer proselitismo de su filosofía.

Puesto que la definición de “dios” es algo social, yo me declaro atea dentro de la sociedad en la que vivo. Es decir, que no me trago las definiciones de dios que da ninguna religión. Si se demostrara que existe una fuerza creadora de este universo, no la llamaría “dios”, probablemente la ciencia -el único camino fiable que conocemos hasta ahora para conocer la verdad- le diera una terminología apropiada. Si a día de hoy esa fuerza no se ha manifestado de una forma clara ante la humanidad, ni se ha preocupado de nosotros, no tengo que llamarla “dios” puesto que la especie humana le otorga ciertas cualidades protectoras a ese término y por ahora no me siento protegida por ningún dios en absoluto. Si no tengo un dios al que adorar ni que se preocupa por mí, puedo definirme de cara a la sociedad como “atea” puesto que dios tal y como yo lo entiendo y/o me lo hacen entender no existe.

¿Eso quita que si de pronto una mano sale del cielo y nos saluda a todos y se presenta como nuestro creador, niegue esta evidencia? Sería absurdo. Aunque desde luego le pediría unas cuantas explicaciones a ese supuesto dios, a parte de estar muy acojonada en los primeros momentos.

De hecho, normalmente cuando te defines atea ante la sociedad, los religiosos te suelen dejar más en paz porque te defines como incrédula ante las patrañas que te quieren vender. Un agnóstico que parece que está ahí, pichí pichá, esperando a que alguien le demuestre algo, suele ser más la comidilla de las sectas que deambulan por el mundo. Y un agnóstico en el fondo comparte la misma visión del mundo que un ateo, lo que pasa es que al ser tan generalista en su definición y no contemplar la parte social de la religión parece que está de acuerdo con ella en que algo así debe existir y que antes o después se mostrará. Y es tan escéptico como el ateo en que sin evidencias no puede haber aceptación.

En definitiva, si hay una fuerza creadora del universo no tiene las propiedades necesarias para ser llamada “dios” a mi entender. No debe ser venerada ni tenida en cuenta puesto que a día de hoy no tenemos evidencias de la misma. Como cada uno se quiera definir esa cosa suya, pero desde luego los ateos no dejamos la puerta abierta a cuentos para adultos como sí parecen hacer -de cara a los religiosos- los agnósticos.

A los ateos ya nos dan por condenados, a los agnósticos esperan convencerlos aportando supuestas pruebas de la existencia divina que no son tal ni para ellos, ni para nosotros.

Así que lo que nos diferencia a ateos y agnósticos es que los ateos nos definimos escépticos de cara a la sociedad -que es lo que nos afecta en nuestro día a día, digamos que es una visión más pragmática de la vida- mientras el agnóstico se define escéptico de cara al universo -aunque quien le va a dar por saco para que se convierta a una religión no va a ser el universo, sino el creyente próximo-. Pero con pruebas suficientes, ateos y agnósticos no tendríamos problemas en admitir la existencia de una fuerza creadora sólo que a lo mejor a los agnósticos les da por llamarla “dios”, ya sea un alienígena con antenas lo que se manifieste así o un torrente vital, y los ateos como que no vamos a caer en esa trampa , por definición.


dios.
(Del lat. deus).
1. m. Ser supremo que en las religiones monoteístas es considerado hacedor del universo.
ORTOGR. Escr. con may. inicial.
2. m. Deidad a que dan o han dado culto las diversas religiones.


4 comentarios:

Weidner dijo...

Yo me quedé con una frase que Fiódor Dostoyevski pone en boca de su personaje -el príncipe Michkin- en la novela "El Idiota": Mas que ateos, lo que hay en Rusia son muchos apóstoles del ateísmo (o algo así).
Apóstoles del ateísmo he conocido unos cuantos. su comportamiento no es muy distinto al de los que tratan de atraer a los demás hacia su religión o secta. Otos ateos y agnósticos no lo hacen porque no suelen hablar de lo que no creen o no tienen la constancia de que existe.
Saludos.

Elvira dijo...

Cierto. Tampoco es cuestión de estar tooodo el santo día criticando a unos y a otros por tal y cual. Mientras nos dejen en paz, allá ellos. Sin embargo es cierto que muchas veces somos los ateos los que ponemos el punto crítico a ciertas cuestiones. Que siga habiendo sinsentidos como el Concordato en nuestro país es simplemente de locos, ahí hay trabajo por hacer para que no tengamos que subvencionar que den misa por la cadena pública o que la religión esté metida en la escuela.

Ahora, reunirse un grupo de ateos para gritar a los cuatro vientos su supuesta superioridad moral, cansa.

Josefo el Apóstata dijo...

Y tan "supuesta" superioridad moral. Yo soy ateo y no considero que ese hecho me de cierta supremacía moral sobre los creyentes (de entre los que cuento con algunos amigos/as). Las creencias y descreencias las llevamos todos/as en nuestras mochilas y junto al resto del equipaje (genética, cultura, experiencias...) es con lo que nos relacionamos con los demás y con el mundo.
Otra cosa es la jerarquía eclesiástica y el uso de las religiones como poderes fácticos opresores. Contra esos sí peleo, aunque solo sea en defensa propia.

Ehse dijo...

Yo comencé siendo agnóstico y poco a poco la parte lógica fue haciendo más pequeña la duda inicial. Ahora me considero ateo. Siempre nos quedará una pequeña duda, no podemos asegurar al 100% que dios no existe (ni ninguna otra cosa en realidad) pero en este tema llega un momento en el que la duda deja de ser "útil", sigue ahí, pero deja de ser una parte importante de esa filosofía. Tienes suficientes motivos para no dudar constantemente.

Un abrazo!