Mira, no te mientas más a ti mismo.
No hagas nacer en tu ilusa mente falsas esperanzas, porque yo no te quiero.
No te quiero, simplemente.
Yo no soy para ti, deberías saberlo ya.
Yo no te quiero.
No te quiero.
¡Ay!
Llaman a la puerta.
Uhm... parecer ser, ¿pero es?
Sí, si que es...
Puedo oír tus pasos en la escalera y tu voz detrás de la puerta.
Yo me acerco cautelosa a ella, sin tocarla y me quedo quieta en el rincón.
Claro, es normal que no salte ferviente en tus brazos, porque yo no te quiero.
Tus pasos se alejan...
¡Espera, no te marches!
Abriré la puerta y bajaré los escalones de mármol de dos en dos para verte,
a pesar del riesgo de caerme y hacerme daño.
Pero...
no te engañes ¿eh?
No deseo que te creas tus propias mentiras.
Que yo, querer, lo que se dice querer, no te quiero...
Uhm... pero Elvira...
¿Aquellos que se mienten a sí mismos no intentan repetirse la misma frase que les gustaría que fuera cierta una y otra vez, para ver si de ese modo, pueden creérsela?
Ssshh, sshh...
¡Calla, calla, imbécil, que nos descubren!
1 comentario:
Hay algo en este blog que me hace sonreír y tener escalofríos al mismo tiempo.
Quizá porque hace mucho yo escribía un poco así.
Si no te molesta te pondré en mis enlaces, me gusta ese mar de cosas que tienes que decir.
Saludos.
Publicar un comentario