El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu.
Si lo intentas, a menudo estarás solo y a veces asustado.
Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo.
12 agosto, 2009
Nácar decadentista
Óyeme llover, ¿no sientes cómo te sangro?
Raídas cortinas de terciopelo
manchadas del vino de ayer
se retuercen en mi ventana.
La luz ajada destellea en mi mirada
y yo la rayo con polvo de estrellas.
Ya conseguí mi montura con ruedas
y la voz del viento prendida a mis cabellos.
Se amontonan perezosas las pelusas
en las tazas derramadas por doquier.
Ahora tocas las castañuelas
¿Te ahogarás en un vaso de zumo?
Se cuelan las volutas de humo
en mi boca cosida a lentejuelas.
Ya no consigo llegarte a ver.
¿Habrá caído la última capa?
Oscurece...
como las farolas se iluminan.
¡Amanece!
como el mortífero manto del firmamento.
Enrojece y te apago la sed con un beso.
Cierra los ojos y verdea,
como verdea el rubor de la tarde.
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