06 diciembre, 2011

El final del cuento de hadas, 6 de diciembre.

En 4º de E.S.O. di Ética como todos los compañeros de mi edad. En la asignatura, más que Ética, se veía un derivado de ciencia social. Recuerdo a mi profe hablando del Parlamento, de la Democracia, de la Transición, de lo que supuso el final de la dictadura.

Ahora que lo veo desde la distancia, me parece un soñador engañado. Aunque desprendía cierto tufillo derechoso, como casi todos los profesores de mi colegio, a mí me parecía una persona sensata en lo esencial.

Le recuerdo enseñándonos vídeos de la transición: la muerte de Franco, la incertidumbre de lo que iba a hacer el rey, la creación de la Constitución, Suárez, el 23-F...
Y a él le brillaban los ojos hablando de la Democracia, de lo que era poder coger elegir varios periódicos para leer, del miedo que pasó cuando Tejero intentó dar el golpe de estado, de cómo el rey le "plantó cara", de cómo iban los ciudadanos a votar por primera vez desde hacía varias décadas...

Y parecía un cuento de hadas. Parecía que vivíamos en un país (por fin) civilizado, que el Bien había triunfado sobre el Mal y que el rey estaba ahí a modo de paladín para espantar a los malos y que la Constitución era la hostia y se cumplía a rajatabla, y que el país estaba lleno de políticos honrados -salvo los del PSOE, para él- que querían lo mejor para España...

Era un buen orador. Casi daban ganas de levantarse y aplaudir, por no ser... por no ser que yo sabía que había cosas que no estaba diciendo, incluso entonces. No se lo achacaba a una supuesta maldad. Era un hombre comprometido con unos ideales en los que creía firmemente, no pienso que intentara dogmatizar ni adoctrinarnos en lo bienpensante... porque él se lo creía. Él daba Ética en aquel colegio porque era un hombre ético. Ético pero equivocado.

Me imagino que se creería lo que decían muchos periódicos, que no venía de una familia que lo hubiera pasado especialmente mal durante la guerra y la postguerra, que era monárquico porque pensaba que ese sistema era bueno para el país -y me imagino que era un monárquico "romántico"-, que de joven muy probablemente había tenido ideas progresistas pero se había topado con el PSOE... y con una familia "de centro" y con nefastos políticos de izquierdas, su ideología viraba más hacia la derecha pero no tanto por convicción sino por decepción, por tener una idea "del Bien" cuadriculada, obviando lo que no le gustaba para sentirse cómodo en sus convicciones... una persona buena con la información equivocada y, por lo tanto, con conclusiones equivocadas.

Ahora han pasado los años, todo se ha ido al traste, su querida democracia está muerta y aunque me figuro cómo pensará -igual que siempre, creyendo a los que le dicen cómo tiene que pensar-, me gustaría hablar con él.

Y aunque soy joven ya no soy una niña, creo que soy sensata en lo esencial, como él, y me gustaría poder charlar tranquilamente con un café delante y ver cómo se monta sus historias para que sus creencias no se vayan al garete.
O llevarme una sorpresa y ver que él también se ha dado cuenta de cómo nos venden una democracia que sólo lo es en el nombre, que aunque el 15M haya tomado decisiones equivocadas ver que él también está de acuerdo con las ideas fundamentales...
Quizá descubrir que él no es una marioneta tal y como le recuerdo, que efectivamente se da cuenta de las cosas, que ahora que es más viejo también es más sabio y que aunque no apueste por una serie de ideas que no van con él ni con su experiencia, notar que debajo de todo eso están "las ideas peligrosas", las ideas que le hacen pensar que el mundo no es tan bonito como lo pinta, que se siente engañado y... que ha sido más listo que los medios de comunicación.

Le confesaría que yo mantuve durante cierto tiempo la idea de que mi país "era bueno" gracias a él, pero que luego la realidad me resultó dolorosa y que la caída hubiera sido menor si una de las últimas imágenes que guardo del colegio no hubiera sido él llenándose la boca de una Democracia que no existía antes y que no existe ahora.

Tal vez él representa para mí a mucha gente buena y equivocada que no ha tenido el valor suficiente de enfrentarse a la realidad, que sigue construyendo castillos en el aire que cada vez cuesta más mantener. Quizás tengo la esperanza de ser lo suficientemente convincente para sembrar en él la duda si no la tiene, de ver que reacciona cuando le plantan lo que hay sin tapujos y que, aunque diga "es verdad, pero"... saber que en el fondo lo sabe y que si lo sabe, se puede hacer algo con él... y con los demás.

Sea como sea, la verdad es que el 6 de Diciembre es él quien me viene a la mente. Él y la idea de que, aunque yo sea mucho más joven, a lo mejor ando algo menos errada en mis convicciones. Que a pesar de los cuentos de hadas que me han ido contando a lo largo de mi infancia y juventud he podido ver más allá y ahora sé defenderme mejor.

Sin embargo la realidad es triste y puedo entender a mi profesor perfectamente: porque a nadie le gusta que su Constitución sea papel mojado, que su democracia sea una farsa y que los cuentos de hadas no tengan en la realidad un final feliz.


3 comentarios:

José Antonio Peñas dijo...

Me traes a la memoria al señor Ibáñez, el Sopas, nuestro profesor de filosofía. Casi le estoy viendo narrarnos, punto por punto, la misma historia, una historia de la que fui parcialmente testigo (el 23F yo tenía 15 años, voté por primera vez en el 86). Tenía ese entusiasmo idealista de los que realmente creen en lo que dicen. Era un buen hombre y un buen profesor, así que ahora me alegro de que no haya vivido para ver el día de hoy.

Josefo el Apóstata dijo...

El 6 de diciembre del 78 acababa de cumplir 21 años. 21 era entonces la edad mágica, la de la "mayoría de edad", la que te daba derecho a votar o a irte de casa sin que te persiguiera la guardia civil.
Pues bien, a pesar de mi derecho recién adquirido me abstuve. No fui capaz de votar sí a un carta que reconocía como jefe de estado supremo a un rey nombrado por un dictador, ni votar no a la primera norma que reconocía casi todos los derechos humanos negados hasta entonces por el mismo dictador. Bueno, así es como veo/recuerdo ahora mis motivos para abstenerme.

Lo cierto es que 33 años después sigo sin encontrar motivos de celebración, más allá del valor simbólico que tuvo al rubricar el fin de un régimen fascista y criminal.

fidel dijo...

Sera que en la antigua Grecia si llego a funcionar ,tal vez lo malo de la democracia es el factor humano que debe velar porque funcione.Fidel