16 abril, 2009

Crónicas de una silla



A veces la luna ulula,
y trae recuerdos húmedos y sesgados
de paraguas de cartón
y carteles donde releer
nombres de Nobeles olvidados.
Hay ranas saltando a la comba
por más que quieras negarlo,
tus arañas no tienen cabida
en astros de papel tan extraño.

Las fotos de los don nadie
son el reflejo de nosotros mismos,
pero ¿sabes quiénes somos?
¿somos, fuimos?
Fuimos lo que quisimos.
Aún no sé
por qué me imaginaste sofisticada,
quizá yo, como tú,
hubiera preferido el pañuelo naranja
o vivir anciana en las montañas
teniendo un perro sobre la falda.

Yo contemplo los lazos
que enganchas a mi cintura,
mientras un velo transparente se aventura
entre los resquicios que separan nuestros dedos.
En el mismo ambiente
incluso podemos tener
temperatura diferente.
Tú, que pareces frío y no lo eres,
buscas cobijo entre ardientes alfileres
que se estiran al contacto
de una sencilla taza de té.

En nuestra playa
hay soles eléctricos
y sirenas de cola rasgada
y mujeres susurrantes
que se dicen unas a otras:
"se ha ido la luz".
¡Pobres infelices incoloras!
no se fue la luz;
nosotros la tenemos secuestrada.

Me voy, no quiero que te vayas;
aunque soñar es maravilloso
y podría quedarme ahí contigo
en esos pasillos de sabiduría helada.
No molestaría, sería perfecto,
me quedaría callada
y juntos podríamos hacer
que quedaran prohibidos los comentarios de texto.

Me voy, te vas
sólo soy un murciélago,
un río sin nombre de cualquier ciudad olvidada.
Mas al girarme y ponerme en camino,
me dio la sensación de que,
o bien nos habíamos dicho todo
o tal vez, no nos habíamos dicho nada...




Escrito el 9 de Abril de 2008

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