10 diciembre, 2009

El destructor





Da dos pasos a través del cristal
y salta al vacío.
¿Nunca te dejaste llevar
por tan dulce melodía?


Tengo las entrañas hechas trizas
y aún tú quieres destrozarlas más.
Mi vida es fruto del ácido que se desliza
por mis venas malditas.
Me suena el futuro a ironía.


¿Para qué recoger a una dama harapienta,
coserle el vestido, ahuecarle el cabello,
si después vas a arañar sus vestiduras,
y destruir todos sus sueños?


Me he traicionado.
Ahora solo soy la protagonista
de una obra burlesca.
Y miro con nostalgia la cuchilla
que descansa en la escalera.
Debí dejarle un beso de despedida
al acomodador.

Mi señor, tomadme en vuestros brazos
y decidme que aún queda un rincón para mí,
un lugar donde recostarme y dejar de sufrir.
Un cubículo oscuro
donde, entre carcajadas obscenas,
mentiras y engaños,
consiga ser feliz.


¿Se me viene el mundo encima?
Aquí lo espero.
Y aunque no exista redención
ni consuelo
para que poco a poco mi cuerpo
entre cenizas se consuma,
no voy a cejar en mi empeño
de resistir la tormenta en pie.


¡Qué mujer!
Que por no inhalar más veneno
ni esperanzas, o empezar a llorar
al desconsuelo,
dejó, de un día para otro
de respirar.


¿Y ahora quién recoge
a esta rosa marchita?
No sabe si desmenuzar sus pétalos
o en el fuego empezarse a quemar.


Nunca pronuncies un “te quiero”,
que el amor es amargo,
el olvido muy largo,
y caduco el deseo.
Terminaron los “hasta luego”.
Ahógate entre vodka
y comienza de cero.


Y si vuelves a enamorarte recuerda,
que siempre hay mal que por mal sí venga.
Y si ha de venir, y te cansaste de otorgar el perdón
¿Por qué sigues enviando miradas de anhelo
a tu amado y odiado destructor?




¿Por qué marchitas todo lo que tocas?


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