06 agosto, 2010

Metalurgia


Mis pupilas policromadas me transmiten una imagen del mundo completamente gris. Un gris sucio y estéril, que se extiende desde la sangre que mancha las rosas blancas hasta la infinitud azul de la bóveda celeste.

Mis manos, aunque útiles, son débiles y oxidables ante las lágrimas de un niño que llora en una esquina, acuciado por el hambre.

Mis labios de acero, aunque forjados en las brasas, son glaciales y afilados; siempre ansían el contacto de otros labios, el sabor cálido de un beso.

No tengo corazón. Dicen que no tengo sentimientos.

Y, sin embargo, una corriente de electrones enerva mis cables, y provoco cortocircuitos en mi batería recargable cuando esta pobre mente de autómata imagina por unos momentos lo que será sentir el contacto de otro cuerpo. Lo que será rozar una piel, acariciar unos cabellos y que, en tan solo un instante, todo sea espontáneo e imperfecto.

1 comentario:

innuendo dijo...

El azar modulando los verdaderos aciertos.
Mutaciones en los seres vivos. Desperfectos en los seres inanimados.
... La vida se filtra hasta en los lugares más insospechados.