Soy de naturaleza nómada.
Si me quedo demasiado tiempo en un sitio, este tiende a asfixiarme
poco a poco y suelo tener la imperiosa necesidad, tarde o temprano,
de salir de allí. He vivido en distintas
ciudades y distintas casas. Algunas me aportaron bastante; otras,
casi nada. Casas y ciudades, indistintamente.
Suelo decir, por todo
esto, que mi hogar no está en ninguna parte. Mi hogar soy yo y
algunas de las personas a las que quiero. Mi hogar no es un sitio
específico, no está ligado a una forma, a un nombre o a un color,
sino a cosas mucho más abstractas. Por eso cambia a menudo de
lugar, está aquí y allí, en varios sitios a la vez, y otras veces,
en cambio, en ninguno.
Hoy me he despedido de
una casa. Una casa simple, con paredes y techo y puertas. Una casa
parecida a otras en las que he vivido y diferente a otras tantas.
Sin embargo, sé que esa
casa en parte era un hogar. Por todo lo que allí ha pasado, por todo
lo que me ha tocado vivir no sé si por la vida o por el lugar o un
poco por todo...
Sabes que abandonas un
hogar, sea este una casa, una persona o cualquier otra cosa, porque
cuando te vas se queda algo de ti con ella.
Hoy he perdido algo,
porque algo de mí se ha quedado con esa casa. También algo he ganado, porque algunas cosas de las que quería deshacerme también se
quedarán con ella, o eso espero.
Y ahora tengo una
leonera, mi leonera, llena de cajas y una fontanería que da pena, esperando a que pueda hacer algo con ella y, quién
sabe, tal vez pueda convertirla con el tiempo en un pedacito de
hogar.
1 comentario:
Es una sensación extraña, esa sensación de necesidad abandonar un lugar, una casa, una ciudad... y al mismo tiempo esa "morriña" del lugar que abandonas. Como si estuvieses siempre desubicado, como si no pertenecieses ni a aquí ni a allí.
Un saludo!
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