16 agosto, 2010

Carta al Pasado

Querido Pasado,

Ya son varias las veces que has venido a mí este año. Siempre ocurre de la misma forma: estoy sumida en mis problemas, en mi vida del día a día, pensando en cualquier cosa, estudiando o probando nuevas recetas en la cocina… y oigo dos golpes secos en la puerta y, cuando se abre, apareces tú con los ojillos brillantes, preguntándome si puedes pasar.

No es que no te haya querido, que tenga miedo de ti o que ya no te recuerde. No es que guarde rencor. Ya odié suficiente. Ya me lastimaron lo bastante como para seguir lamiéndome las heridas a día de hoy.

No te engañes. Mi primer impulso cuando te veo aparecer es correr a tus brazos y mirarte, como si fueras un viejo amigo que vuelve de un largo viaje. Pero me contengo.

Sé que podría perdonar las ofensas, olvidar los malos días y quién sabe… tal vez volver a charlar contigo. Pero no como antes. Eso se ha terminado, ¿no lo entiendes? Sé que podría perdonar, que podría volver a sonreír … pero también sé que me volverías a traicionar de nuevo, desde el presente, si te dejara colarte de nuevo en mi vida. Podría ofrecerte una mano, pero sé que volverías a golpearme repetidas veces con la tuya. Porque no puedes evitarlo, porque estamos hechos para herirnos. Y tú no podrías evitar verme vulnerable. Y yo no podría evitar quererte de nuevo y que me volvieras a herir.

Sería estúpida si te dejara entrar otra vez. Es estúpido tender la mano a quien siempre te golpea cada vez que vuelves.

Los años pasan y, con ellos, yo podría pensar que las cosas han cambiado, que lo malo está olvidado y que por fin hay lugar para lo bueno. Pero si lo creyera, me estaría mintiendo. Porque si volviera a ti, no volvería a emocionarme como antes; y, en cambio, volvería a sufrir como siempre.

Por eso no puedo abrirte la puerta. Ya te la abrí demasiadas veces, y me traicionaste todas ellas. No me importan tus bonitas palabras. Me he hecho inmune. Ya no te necesito. Ya no te echo de menos.

Ya es bastante insoportable pasear por calles viejas y que me asalten antiguos recuerdos. Ya es bastante duro reconocer olores de antaño en ropas nuevas. Te concedo esas rendijas para que puedas espiarme. Pero he de decirte que no voy a consentir que vuelvas a mi lado. Quédate lejos, es mejor así. De este modo yo nunca seré una estúpida y tú dejarás de ser tan cruel conmigo.

Por eso no hablaré contigo por teléfono. No te enviaré ningún mensaje. No te odiaré, eso sería darte importancia. Y no mencionaré ni una sola vez tu nombre.

Y si el olvido te borra en mi memoria, no me culpes a mí. Piensa en lo que hiciste para no seguir a mi lado. Y cae en la cuenta de que te lo ganaste a pulso. Que no mereces mi perdón. Ni siquiera deberías mirarme a la cara.

Deja de llamar a mi puerta.

A los muertos se los entierra y se los deja en paz.


3 comentarios:

innuendo dijo...

Lo llamas Pasado, ahora quizás se cuele como mayúscula, pero con el tiempo, perderá tan magna distinción, y formará parte de un sustantivo con el que te refieras, al hablar, a todo eso que viviste, que te enseñó, eso que ya no tiene tanta importancia como para ocultar un nombre, pero tampoco como para darle luz.
pasado, sin más.
Saludines, Cisne.

La juglaresa dijo...

Me gusta esta carta. Quizás eso es lo mejor que se puede hacer con algunos aspectos del pasado: no volverles a abrir la puerta (aunque tampoco olvidarlos).

Te leo a menudo últimamente, y me gustan bastante algunos de los textos que publicas. Si no te molesta, te voy a añadir a mi lista de blogs, porque creo que tienes bastante que decir.

Un saludo.

Elvira dijo...

Gracias, Nuska, por pasarte por aquí. Seas bienvenida.

Me gusta que me des la oportunidad de conocerte al dejar un comentario.
Acércate por aquí siempre que quieras.

Un saludo.