El verde es un color que detesto.
Si fuera verde el color de tus ojos
estaría muerta.
Verde es el color de los celos,
de la envidia,
de las esmeraldas,
del cobre oxidado.
¿Y si yo tuviera un corazón de cobre?
Verde es el color que maldigo
en los semáforos,
que detiene un beso por nacer
o termina uno que ya ha comenzado.
Y le pone los clavos al ataúd,
al ataúd de plata,
al ataúd de cobre,
al ataúd...
La fe, disfrazada de esperanza,
es verde.
Verde que te quiero verde...
pues yo no te quiero.
Yo quiero rojo,
el color de la sangre,
el color de mis labios
y de los tuyos cuando los beso.
Impresiones rojas, casas rojas,
farolillos rojos.
El trigo amarillo, en los campos,
y una amapola que acaba de nacer
roja.
El acelerador, la aguja a ciento diez,
un frenazo y un semáforo en rojo.
Eso es lo que quiero.
Un semáforo permanentemente en rojo.
En rojo, en rojo, en rojo,
en rojo, en rojo, en rojo...
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