06 septiembre, 2012

Visibilización de la causa feminista


A raíz de lo que le ha ocurrido a la artista feminista Alicia Murillo y a varias publicaciones que he leído en diversos medios, he decidido aportar mi granito de arena en cuanto a una serie de cosas.

Para empezar, quiero denunciar públicamente el acoso sexual que sufrimos todas las mujeres en España sin excepción. Acoso sexual normalizado, al que te enseñan desde bien pequeña a quitarle importancia cuando lo sufres porque “son cosas normales que hacen los hombres” y que se solucionan con “tú ve modestita y sin destacar, agachando la cabeza para que no te miren”. Como he dicho en otras ocasiones, normal es sinónimo de mediocre la mayoría de las veces, de modo que esa respuesta ya no me satisface.

La normalización de la violencia no elimina el problema. Hasta a las propias mujeres nos cuesta darnos cuenta muchas veces de que la sufrimos, porque hemos interiorizado el excusar cierto tipo de comportamientos y tratar de olvidar el suceso en cuestión lo más rápido posible. Irónicamente nunca dejamos de sufrirlos, de modo que da igual cuánto los obviemos, siempre los vamos a padecer a menos que la sociedad en la que vivimos cambie.

Parecería que el “puñetazo” que Alicia ha pegado en la mesa con su proyecto de “El cazador cazado” a simple vista es bastante violento. Sin embargo, leyendo los comentarios que ha suscitado su trabajo, una se da cuenta de la mucha falta que hacen este tipo de acciones. Comentarios del tipo: “vete a fregar”, “vistes como una puta”, “te llega el wifi a la cocina”, “lo que te hace falta es una polla que te tape la boca” y otras lindezas del estilo consiguen que a mí me hagan hervir la sangre. Me hacen hervir la sangre porque están dichos por gente “normal”, gente que está ahí, que va contigo en el autobús, que te cruzas por la calle, que puede ser incluso hasta un conocido, un compañero o un amigo al que a la minima de cambio le sale un ramalazo de este tipo. Pero ella se lo ha buscado, ¿no? Claro que sí, la culpa es siempre de nosotras. Luego nos asustamos con las escalofriantes cifras de violencia machista que hay en nuestro país... ¿cómo puede ser con tooodo lo que se promueve la igualdad desde la familia, las escuelas y el gobierno, verdad? (ja!) Porque el machismo está ahí, inculcado con el biberón, y luchar contra él parece una barbaridad ya que es un principio “básico”.

Y si te quejas a la más mínima de cualquier percance que te ocurra -a menos que sea una violación en toda regla, que se ha conseguido que al menos no se vea bien aunque ha costado ¿eh?- ya estás siendo una exagerada, ya te estás pasando, ya estás loca. "Venga, que no es para tanto, sólo te ha dicho que estás muy buena" / "Si sólo ha sido un piropo, una cosa sin importancia" / "¿Tocarte el culo? Deberías sentirte halagada por eso".

Pues bien, me he animado a contaros experiencias propias en las que “un hombre normal” hacía una de esas conductas “normales” y animo a otras chicas y mujeres a que hagáis lo mismo y contéis vuestras experiencias sea donde sea para visibilizar el problema y lo lejos que estamos de una solución definitiva.

Recuerdo que esto es sólo una muestra. Si tuviera que hacer recuento tan sólo de las miradas lascivas que recibo cuando voy sola -o acompañada, para el caso- por la calle, os diría que en un trayecto de 5 minutos puedo recibir unas 30, más o menos según esté la calle de transitada. A veces uno o dos comentarios más o menos asquerosos, en ese tiempo. Y sólo os estoy hablando de 5 minutos de mi vida. Empezad a sumar y a mis tiernos 22 añitos os puedo contar varias anécdotas desagradables:


1.La primera, la que más me marcó. Un intento de violación a los 7 años.

2.He visto cómo compañeros de clase molestaban a las chicas ya sea subiéndoles la falda, tocándoles el culo con la mano o una regla o cualquier otra cosa. Desde Primaria.

3.Cumplir los 13 años y tener que soportar no sólo los cambios de la edad, sino que los hombres empezaran a mirar mi pecho, mis piernas o mi trasero.

4.Una vez había quedado con unas amigas en una plaza y un viejo se me acercó y mirándome las tetas me dijo babeando: estás buena, como para follarte. Yo tenía 13 años.

5.Ésta es curiosa porque ilustra perfectamente que cualquier hombre, por el hecho de ser hombre, sea de la edad que sea, no tiene reparos en hablarle a una chica en cualquier tono. Un crío de 10 años, yo con 15, que me dijo: estás tan buena que te comería todo el coño.

6.Yo, 14 años. Defendiendo el papel de la mujer en la sociedad en clase de Lengua y Literatura, y un compañero de clase se me acerca cuando la profesora se hubo marchado y me dice: las mujeres lo que tenéis que estar es fregando. Que os ponéis muy chulitas y luego normal que terminéis muertas.

7.Yo, 16 años. Vuelvo a casa de noche y noto como dos chicos empiezan a seguirme. Empiezo a caminar más deprisa, ellos también. Echo a correr con la suerte de que los pierdo de vista.

8.Esto me lo dijo una persona cercana a mis 15 años: No vistas así, no ves que vas de mujer objeto. (Llevaba una minifalda bastante decente, qué queréis que os diga). Un hombre puede ir en cambio sin camiseta cuando hace calor y no se le acusa de ir “provocando”.

9.Miles de comentarios de hombres resentidos, porque no me plegaba a sus deseos, acerca de que yo “era una puta”, tratando por todos los medios de aislarme socialmente.

10.Iba a mis 16 años con una amiga mía y su madre, paseando las tres por la calle y un viejo se le acercó a mi amiga con total impunidad y le dijo: como te descuides, te la meto.

11.Verano, 40 grados a la sombra. Yo, pantalones y camiseta de tirantes y un hombre por la calle mirándome riéndose y diciéndome: anda que no vas fresquita ¿eh?

12.Típicos comentarios de: Rubiaaaaaaaaaa.

13.Ir caminando por la calle y que un coche me deje sorda porque al cerdo que lo conduce se le ha ocurrido hacer la gracia de llamar mi atención tocando el claxon en mi oreja.

14.Aguantar cada dos por tres que hombres que van en coche o que van caminando, aminoren la velocidad para poder mirarme más tiempo el trasero. Después, meter un acelerón o en su defecto, continuar detrás de mí.

15.Primer año de carrera. Un tío decide que le gusto y sin mediar palabra empieza a intentar meterme mano y a acercarme la boca, convencidísimo de que yo estoy por la labor.

16.Un seminarista -no de los religiosos- que quería explicarme ciertas cosas, al terminar la charla quiso hacerme “el favor” de llevarme en coche, cuando accedí -ingenua de mí- aprovechó para ponerme una mano sobre mi pierna mientras conducía y empezar a acariciarla mientras comentaba que a ver cuándo nos volvíamos a ver.

17. Notar como en el transporte público un hombre “sin querer” pone una mano donde no debe, o trata de restregarse contra mí por donde pilla.


Voy a parar aquí porque creo que he ilustrado bastante bien el problema, aunque os aseguro que me dejo muchas cosas en el tintero. Si todas las mujeres tenemos historias que contar de este tipo ¿acaso no es un problema sobre el que hay que llamar la atención? ¿acaso no nos da derecho a denunciar públicamente a cualquiera de estos cerdos en lugar de seguir calladas y fingir que no pasa nada, que esto es normal? Porque yo, si tuviera una hija o una hermana, no querría que tuviera que sufrir este tipo de cosas. Y todo esto puede parecerle hasta gracioso a un machista cualquiera, hasta que una cosa así le pasa a su madre, a su hija, a su tía ¿verdad? Debe ser muy divertido acosar a las mujeres por la calle para ver qué cara ponen y comentarlo entre risitas con los amigos. Normal que muchas de nosotras hayamos optado por estar a la defensiva, hacer otra cosa sería cuanto menos imprudente.

El hecho de que prácticamente ningún hombre se haya visto envuelto en esas situaciones y en ningún caso, en todas ellas, como yo, o como cualquier otra mujer, pone de manifiesto que el problema es claramente el machismo y parece que tengo que conformarme con que haya hombres que me traten como basura por el mero hecho de tener vagina. Pues no lo voy a tolerar.

Es muy curioso que tachen de “maricones” a los hombres que se sensibilizan con la causa femenina. Una vez más, la femineidad es utilizada como insulto para todo aquel que se resista a mantener el patriarcado machista, violento y terrorista que atenta de manera leve o grave contra cada mujer.


Luego vienen políticos del PP diciendo que el aborto no es un derecho y yo me pregunto si de verdad la igualdad, no sólo la legal, la igualdad es de verdad un valor arraigado en la población española.

A veces me tachan de reaccionaria, de radical y de feminazi -cosa que, sinceramente, no se ajusta a la realidad; lo que no quiere decir que no sea una apasionada luchadora feminista- y yo digo: "Si quieres juzgar mi camino, te dejo mis zapatos".



No hay comentarios: