22 enero, 2009

El Vals de las hadas muertas



Había conseguido subir a la azotea del rascacielos. Mi gabardina gris y mi sombrero ya empezaban a gotear por los extremos debido a la lluvia que comenzaba a arreciar sobre mí. Me acerqué cuanto pude al borde del edificio y observé el panorama: el cielo oscuro sin estrellas, edificaciones que se arremolinaban en torno a mí luciendo sus carcasas de metal salpicadas de cristales policromados, las farolas iluminando pobremente los callejones próximos, la basura agolpándose en las esquinas y grandes grupos de gatos famélicos alimentándose de ella, la escasa gente que se hallaba fuera de sus casas en esos momentos, caminaba apresuradamente por la calle, guarecida bajo sus paraguas, haciendo resonar sus pasos sobre el pavimento.


Entonces escuché unas pisadas tras de mí. Conocía muy bien esa forma de caminar. Oh, no... No podía ser ÉL otra vez.

Me di la vuelta con hastío y le lancé una mirada envenenada.

- ¿Qué haces aquí?

Él se sorprendió por la cruda entonación que le había otorgado a mis palabras y se estremeció.

- Yo... - comenzó a balbucir- necesitaba hablar contigo.

- ¿Y tiene que ser precisamente ahora? Te dije que no me llamases, que no quería verte, que me dejaras en paz. Anda, hazme un favor y márchate. Llámame dentro de unos días y hablamos ¿de acuerdo? - y le sonreí tratando que se confiara.


- Lo siento... yo... quiero hablar contigo de esto ahora.


Le miré con una mueca de desprecio. ¿Quién se creía que era para intentar que me doblegara a sus deseos? Pero bueno... precisamente tiempo era lo que más tenía en el mundo en esos momentos, así que decidí por última vez darle otra oportunidad:

- No te lo diré más... márchate.

- No. Ya que estoy aquí no puedo irme sin decírtelo.


Esperé. Él estaba convencido. Suspiré.


- De acuerdo, tú dirás.

- Te quiero.

Me reí.

- Eso ya lo sé.

- ¿De veras?

- Sí. No es muy difícil de adivinar a juzgar por cómo babeas cada vez que me ves.

- Eh... - se quedó por unos instantes sin saber muy bien qué decir - si has pasado tanto tiempo conmigo es porque algo sentirás tu también, ¿no?

-Por supuesto que no, iluso. Me aburría, ya sabes. Lo que me sorprende es que te trate como a un juguete y tú me hayas seguido hasta aquí, como un puto perro faldero.


-Pero... ¿entonces...?


Dibujé una de mis más dulces sonrisas para él, que luego se transformó en trazos de maldad sobre mi rostro.

-Me apuesto lo que sea a que te mueres por oírlo. De acuerdo, te lo voy a decir - sonreí con malicia, ampliamente- ... te quiero...

Acto seguido, saqué un revólver de la gabardina y le metí una bala entre las cejas.
Se desplomó haciendo un ruido sordo sobre el suelo mojado.
Ni siquiera miré su cadáver.



Ser amada a veces es un lastre.



Los hombres esperan demasiadas cosas de ti.
Que les des los buenos días.
Que les entregues tu cuerpo.
Que les rías los chistes.
Que les digas que son la razón de tu existencia.
Que los beses.
Que los quieras.



Demasiada responsabilidad para una sola persona.

Sobretodo para quien no distingue amor de odio.


Entonces tomé un pequeño impulso y me arrojé al vacío.



Al fin estaría sola, lejos de todos, lejos de ellos...


...allá donde nadie podría seguirme...


5 comentarios:

Perfect Stranger dijo...

¡Ña! ¡En el más efusivo término del vocablo!

SinDogmas dijo...

Me recuerda a los comics de Sin City, no pude evitar imaginarme los personajes en blanco y negro sin grises con toques de color rojo.

SinDogmas dijo...

lo de aprobar los comentarios es una pesadez.

Argeseth dijo...

¿Esbozos para una novela negra? ¡Muy bien!
Un beso.

Anónimo dijo...

Si alguien tiene la partitura de el vals de las hadas muertas de proyecto oniric que me la mande a yvein_gonzalez@yahoo.es


graciasssss




aaa lla historia muy bonita [me encanta lo tetrico ;D]