Unidad de Psiquiatría 23.
CARA A: Depresión.
Cuando el amor termina
sólo queda sufrir juntos.
IMPRESIONES
El amor que siento por ti me corta la piel.
Se parece al granizo, al frío,
a las bromas de una habitación sobria
que han perdido su gracia.
Rompen las olas en mi alma vacía
y mis deseos se asemejan al jarrón de flores secas
que descansa sobre la mesa.
Y es en la cadena de favores sin pasión cuando yo no te beso,
cuando das tus gentilezas a alguien que no soy yo.
Soy una mujer difícil porque no me sumo al juego
y, en cambio, me divido constantemente.
Cuando olvidamos las pequeñas cosas
perdemos nuestra grandeza,
y yo me voy volviendo cada vez
más y más pequeña.
Quizá no esté del todo perdida
porque aún me importa
que no me importe.
Finjo las sonrisas.
Todo se reduce al estado físico.
Ya no hay matices de gris.
¿Quieres navegar conmigo lejos de aquí?
Surcaremos los mares del Impresionismo.
Tal vez tengamos valor suficiente
para decirle al silencio
que no es nada.
CARA B: Esquizofrenia
DESCENSO A LOS INFIERNOS
No soy yo, lo sabes,
sabes que estoy llena de sonrisas sinceras, de aplausos,
de gotas de rocío, de besos,
de muecas que te hacen sonreír,
del modo en el que abres las pupilas
cuando paso de cien a cero en un coche
que no controlo –del todo- bien.
Y a veces, sin embargo, me apago,
lo arrojo todo al río,
te destapo por las noches
y finjo que yo no he sido
Tengo frío,
abrázame como cuando eras un niño perdido
que al final ha encontrado su hogar.
Te quiero, y a veces parece que se me olvida,
que en lo que antaño fue una hoguera
ahora sólo quedan cenizas
y cuando intento encender el fuego…
El día se echa a llorar.
Sé que la paciencia infinita tiene un límite
y yo juego a los dados y apuesto, inconsciente,
que encontrar esa línea divisoria
no tendrá lugar en este día.
Y entonces tenso la cuerda un poco más.
Mi confianza me traiciona.
A veces me pregunto qué ocurriría
si viera el precipicio y jugando y diciendo que me voy a tirar
perdiera pie y cayera en un abismo sin final.
No vendrían héroes a buscarme,
nadie que, al descender a mi infierno personal,
echara la vista atrás en el último instante.
Soy tan ambiciosa que lo quiero todo
y, como una niña caprichosa, pego golpes en la mesa
para que se sacien todos mis deseos.
Y ya no sé cuál es la cura.
Si estoy cuerda, enferma o muda.
Y entonces sólo sé que con una botella de vino me siento mejor
y aunque tenga problemas graves, por un rato, se me olvidan.
Y entonces el infierno son los otros
y ya no lo soy yo.
3 comentarios:
Este es muy bonito y me ha sacado más de una sonrisa.
En cuanto a la cura... Ya sabes, si no te echas a llorar siempre puedes confesarte.
Vale, pero no me lleves de los pelos. ¡O si no lloro y dejo al cura con la palabra en la boca!
No, que tendré que llevarle galletitas... (o darle una galleta, quien sabe).
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