19 junio, 2011

Deconstrucción



A veces me siento atrapada en una cárcel sin puertas,

sin cerrojos que me retengan.

Deshago el equipaje por enésima vez

y esparzo toda la ropa por el suelo para recostarme en ella.

¿Acabará el viaje alguna vez?

Siempre errante, siempre errando,

soy una nómada sin casa, ni paz, ni trabajo,

atrapada en una clase media que ya sólo finjo

por fingir.


Y qué decir si tengo el corazón yermo y apagado,

sirviéndome tazas de café caliente

para ver si algo se enciende en mis entrañas.

Mendigando migajas, no sé si de cariño

o de cualquier otra idiotez insulsa,

me debato entre seguir luchando

o dejarme caer.


Implorando palabras al vacío me encuentro,

niña estúpida de cuento o de historieta barata

que soy, siempre con el futuro incierto

y caminando descalza entre cascos rotos de bombilla

y brasas encendidas que sorteo por placer.


Me estoy muriendo entre paredes sin ningún recuerdo

y transparentes como el papel.

Ya no hay héroes que me salven,

ya no hay nada que perder.

Me ahogaré en conversaciones vacías que mantendré

contra el espejo y no con él.

Aprenderé a acostarme contra un hombre

y no con él.

Me descubriré leyéndome contra los párrafos,

y todo lo que quede de mi ser

se caerá a pedazos porque estoy contigo

y no con él.


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