Él se reencontraba con lo bello del mundo.
Cuando te encontraba a los pies de su cama, no eras mundo, no eras bella.
Te morías por libar palabras dulces, y él las escribía en muros que no habías de ver, inscribiendo en sinapsis delicadeza que para ti era amargura y buscando fotos de alguien que no podía ver.
Encontrar la belleza en binario y no en dos ojos vivos.
Para otros demasiado; para ti, insuficiente.
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