Nunca he sido de las que quiso entrar en batalla
y sin embargo siempre encuentro alguna guerra,
alguna causa para mostrar una bandera
de rebeldía o de yo qué sé.
Me altera el mundo como una sutil alergia
que, por más que intente ignorar,
soy consciente de su permanencia
y sólo espero el nuevo ataque de tos
o que me siga irritando la piel.
Grito ahora mucho más fuerte en mi silencio,
que ayer cuando se deshacía mi lengua en palabras
y apenas conseguía perturbar las ondas del agua.
Me levanto por la mañana y me ciego
ante la luz del ordenador,
sin radios ni televisores de por medio
ni prensa que altere mi ritmo cardíaco
o la irrigación de mi aparato locomotor.
No sé que es lo que sigo esperando,
o sólo lo sé a medias.
Quisiera enfundarme un vestido blanco
respirar el aire puro y decir que todo está bien,
que pueda pasear del brazo de un chico
bajo un sol que no supere los treinta grados.
Y montar en barco, perseguir la luna a través
del parabrisas de mi coche usado y sin encanto,
lleno de experiencias que jamás se sentaron
en el asiento de atrás.
Volver a visitar mi ciudad sin nombre
lejos del tedio, de los abrazos usados,
de una rutina que se aferra a mis brazos
con cada vez mayor fuerza.
Ahogarme en etanol y despertarme
con el rimmel en las mejillas
y el rouge en unos labios distintos a los míos.
Y seguir soñando con ser eternamente joven
e intocable por el paso de las estaciones.
Que me susurren los cantautores que
a pesar del tiempo, sigo siendo bella
y aún puedo cometer errores desde la inocencia.
1 comentario:
Que me susurren los cantautores que
a pesar del tiempo, sigo siendo bella
y aún puedo cometer errores desde la inocencia.
Ah, los cantautores... esos seres tanb comprensivos...
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