fue a preguntarle al bardo de la aldea
cómo conseguir estremecer el corazón de los hombres.
de cabellos dorados-
Solo has de aprender a tocar el arpa,
el piano, la flauta o tal vez
algún instrumento más rebuscado
como la lira que tocaban antaño
en la fortaleza de los galos.
contestó ella –
solo tengo mis desvencijadas letras,
poemas hechos trizas,
sonetos que hablan de doncellas,
elegías al viento y la ceniza.
no necesitas nada más,
pues no es más músico
aquel que sabe tocar un instrumento,
sino el que sabe imprimir
el ritmo de la música a sus versos
mientras reina el silencio.
Tú eres una barda, hija mía,
huérfana de instrumento
pero no por ello significa
que carezcas del espíritu con el que las musas
bañan a los artistas.
No tocarás la flauta,
pero no me negarás que con tus letras,
al igual que hacen los músicos,
sabes tocar el alma.
Y la barda hizo una canción sin fusas ni semifusas,
a base de silencios y corcheas mudas.
Sus letras colmaron las llanuras de su aldea,
y en aquel lugar, no hubo ningún rincón
que no estuviera lleno de música,
dedicada a aquel que,
aún amando el silencio, sepa escucharla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario