Labios fúnebres:
Su beso es el roce de un suspiro que resbala por la frente,
tácito y ambiguo,
quedo en su vertiente.
Labios fríos,
labios que, de azules, son iridiscentes,
y provocan con un beso
el letargo de la muerte.
Labios fúnebres los tuyos, labios eternamente míos
por no poderlos atrapar en un instante;
labios que en su ausencia marcan en mi memoria
la tragedia de su presencia constante.
Labios fúnebres los míos,
hastiados del almíbar de los besos,
o firmemente sobrios y abandonados,
huérfanos de todo afecto.
Labios fúnebres que yacen muertos,
ahogados por tu marcha.
Labios fúnebres posados en una carta
llena de misterios y plagada de errores,
de lamentos ya pasados, y momentos ya vividos,
de perennes e hirientes equivocaciones.
Labios fúnebres y ardientes descendiendo por mi piel,
cadavéricos, casi oníricos,
la fuente idílica del intenso placer,
inasible su contacto, inaudibles a su paso;
solo queda una marca a fuego
en quien consiguen poseer.
Labios fúnebres tu mirada
ahora cálida, ahora helada,
ahora grandiosamente desgastada
por los años que no perdonan
el nacimiento de la mañana.
Labios fúnebres tu figura,
sombra forjada en materia oscura,
que a la luz de las farolas se alimenta
y renace en una estrella muerta
salpicada de dulzura.
Labios fúnebres que se encuentran
y reviven a hurtadillas,
labios que llevando la merienda
rescataron tu mejilla.
Labios célebres,
labios desconocidos que nunca besaré
y a los que dedico un minuto:
Son por ellos mis labios fúnebres
y van de luto.
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