- Recuerdo aquellas tardes en el parque, cuando aún llevabas coleta y una falda de cuadros hasta la rodilla. La forma en la que suspirabas mirando hacia el cielo, como si quisieras descubrir algo más allá tras las nubes. Te ahuecabas el pelo y me mirabas como si el mañana no importara, como si el tiempo estuviera congelado entre nosotros y lo retuvieras con la estela de perfume de jazmín que solías llevar.
- Entonces me mirabas con una media sonrisa y observabas fijamente mis labios.
- Y tú retrocedías como si no te dieras cuenta y sacabas de tu bolso un libro y empezabas a recitarme aquellos párrafos que más te habían gustado.
- Y te desesperabas y hacías como que prestabas atención a lo que decía y detenías tus ojos sobre mi falda.
- Al terminar, cerrabas el libro y me sonreías.
- Y tú te acercabas de nuevo, y podía sentir tu calor a través de tu camisa. Y volvía a leer en tus ojos el deseo de besarme.
- ¿Por qué nunca dejaste que te besara?
-Porque temía que pudieras descubrir en mis labios cuánto ansiaba besarte.
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