10 mayo, 2010

Diagnóstico


Fui preocupada al médico la otra tarde y le dije:

-Doctor, creo que tengo un problema. O varios, no estoy segura. Tal vez padezca una enfermedad y a lo que me refiero son, en realidad, síntomas…

-Bueno, bueno, ya veremos de qué se trata. Explíqueme.

-Verá, resulta que cuando alguien se compra un nuevo utensilio, como un móvil, o un bolso, un lápiz de ojos, unos zapatos… cualquier tontería, ya ve usted… resulta que no me emociono. No siento curiosidad. Me parece que hay cosas a las que la gente le presta una atención que, en realidad, no se merecen.

-Entiendo –comentó él, anotando en un bloc- prosiga.

-Por lo general, tampoco encuentro nada interesante que tratar con la gente. Hablan de cosas incomprensibles, como de quedar no sé qué día para ir de botellón, o lo triste que está su prima del pueblo porque se le ha perdido el frasco de perfume que le regalaron por Navidad, o que si mañana empiezan a estudiar no sé qué asignatura, o que si el otro día vieron tal programa en televisión y les parece que Fulanito está muy bueno o que Menganita debería de teñirse el pelo de rubio, porque el moreno le sienta fatal… tonterías todas, como puede usted ver, porque, sinceramente ¿qué me importa a mí la prima del pueblo de nadie? No me gusta el botellón, ni suelo ver la televisión. Lo más interesante tal vez es eso de los estudios, y tampoco me parece un tema apasionante, qué quiere que le diga. Más bien se trata del pan de cada día para una estudiante como yo.

-¿Algo más?

- Sí. Las personas hablan en el lugar en el que vivo, por lo general, demasiado alto. Han perdido la noción de silencio. Y el silencio es algo que yo aprecio mucho. Sin el silencio no se puede entender el valor de la música ni ésta se puede apreciar. Tampoco se puede conversar a gusto si hay demasiado ruido alrededor. Ni leer. Ni pensar. Creo que tampoco escribir. Odio el ruido, y por eso no me gustan las discotecas, los bares demasiado cargados… y la gente suele acudir a ellos como… ejem… moscas a la mierda, si se me permite la expresión.

-Se permite, se permite.

-Además, cuando camino por la calle me miran como a un bicho raro. Soy consciente de que no le presto demasiada atención a mi aspecto físico. Entiéndame, soy una persona limpia. Mi ropa está limpia, tal vez, a veces, algo arrugada. Pero limpia. No me gusta llevar accesorios como pulseras, anillos o colgantes. De vez en cuando un colgante o un anillo, pero nada más. Ni siquiera llevo pendientes. Solo llevo bolso, un bolso negro todoterreno, como yo lo llamo. No es elegante, pero me resulta muy cómodo. Tampoco llevo maquillaje, salvo algunos días en los que me apetece llevarlo. Mi ropa de diario no suele ser llamativa. Nunca voy a la peluquería. No sé… prefiero gastar mi tiempo en otras cosas en lugar de arreglarme. No creo tampoco que precise de mucho. Pero parece que algunas personas ven mal el que no te pases media hora frente al espejo y el armario. Esto no me supone un problema, simplemente menciono el hecho de que así sea porque realmente a mí no me importa mucho cómo vayan las otras personas, siempre que tengan un mínimo de higiene.

-¿Tiene algo más que añadir?

-Si sigo, estaré aquí toda la tarde. ¿Tiene alguna idea, con esto que le acabo de contar, de lo que me ocurre, doctor?

-Así es. Usted padece de una profunda falta de frivolidad. Vaya a la peluquería una vez al mes, vea la tele diariamente, ríase escandalosamente, vaya los fines de semana a la discoteca, deje de leer y de escribir –y si lee, lea únicamente best-sellers-, abrace a todo el mundo y dele sonoros besos aunque esas personas no le importen nada en absoluto, maquíllese cada día como si le fuese la vida en ello, interésese por la telefonía móvil, escuche música pop en la radio, cuente banalidades de su vida que para usted carezcan de importancia…

-¿Sabe, doctor? No es necesario que continúe. Creo que prefiero seguir con mi enfermedad. Gracias por todo.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

De todo esto que mencionas me llamó la atención especialmente lo referido al Silencio. A la sociedad actual le da miedo el silencio e intentan llenarlo apresuradamente (con palabras, con onomatopeyas o con gritos), porque no pueden permitir que ese "vacío" les conozca y que lo haga mejor de lo que se conocen ellos mismos. El hombre (en sentido genérico) de hoy día está encantado con su apariencia y está orgulloso de las cosas que posee pero prefiere conocer y criticar al de al lado.
Para concluir...¿de qué nos sirve leer un libro o escuchar música si después no tenemos esos minutos de reflexión para/con nosotros mismos?
Quizá por esta razón la gente de hoy habla a gritos porque no lee, no escucha música, no escucha...
Bueno no te aburro más. Gracias por tus escritos y gracias también por no tener esas cosas que están tan de moda...las faltas de ortografía.

Elvira dijo...

Gracias a ti por comentar. Llevas toda la razón. Aquí he mezclado demasiadas cosas, algunas más importantes que otras, como es el caso del silencio.

Me llamó la atención tu nombre cuando empezaste a seguirme. Me gusta el tipo de música que aparece en tu blog. A algunos grupos ya los conocía, pero me has hecho descubrir otros tantos nuevos.

Me alegra tener lectores inquietos como yo. Un saludo y espero verte por aquí de nuevo.