He traído rosas frescas del jardín
rojas sin espinas. Y una manzana
verde, como tus ojos verdes,
y un frasco de perfume de jazmín
y almizcle, para mezclar en mis conjuros,
crear el perfecto brebaje
y poder convertir tu corazón vivo en inerte.
Aunque no me ves, yo sí puedo verte
paseando por las calles, llenando las aceras
con tu música melancólica ochentera,
como si nunca te hubieras enamorado de mis ojos brujos,
siempre fijos en la distancia.
Tienes miedo… ¡puedo verlo tan claro
en tu mirada y sus reflejos!
De pasional, te has convertido en perro
primitivo y rastrero, en animal delincuente
de hocico partido, como si no tuvieras dueño.
Lloriqueas en silencio y desprecias los besos
de un espíritu furtivo que se abre paso entre las brechas
que dejan las huellas del tiempo.
Miras el calendario, deseando diluirte
entre el rojo y el negro como si no existiera un mañana,
solo una cárcel que te encierra y te amortaja.
Desagradecido. No volverás a mirar
en mis rojos ojos fijos. No me importa
si terminas en un portal abandonado
ladrando para que alguien te abra la puerta.
La mía está cerrada a cal y canto
y aunque poco te importe ahora,
te importará en los años venideros,
cuando tengas hambre y sed de los viñedos
que me corren por la sangre.
Así sabrás que me dejaste sola,
huérfana de todo afecto,
con alambre en vez de hueso,
y plumín en vez de escoba.
Y si te encuentro en la encrucijada
de nuestras vidas rotas,
la mía estará astillada,
mas la tuya carecerá de sueños.
Te carcomerá el alma la envidia
y cuando te tienda la mano
y me mires y sonrías,
una sombra oscurecerá tus ojos,
se marchitarán las madreselvas
cuando te ofrezca una rosa inerte
y tú pienses: Ojalá estuvieses muerta.
1 comentario:
Escribiendo por venganza... una venganza tan dura que provoques a su vez en él deseos de venganza. Muy bueno.
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