Palabras. No aguanto más tus palabras, guárdatelas de una vez. Mirada esquiva, sonrisa torcida, sangre saliendo de la bañera y tú riéndote a oscuras. ¿Qué te pasa? ¿Acaso en Miraflores tus aullidos se oían más alto? ¿Tal vez mirabas para otro lado mientras gritabas y te oía el anciano del parque, el amigo ausente que se sienta contigo cada tarde?
Vieja loba, estás para el arrastre. Cómo vas a forjar un imperio si ni siquiera eres capaz de llenar la noche de algodones y champú con aroma de fresa. Los chacales huyen, las hienas se ríen de tu desgracia y tú juras amor eterno a la luna, como si pudiera oírte entre el tráfico y el ruido de los coyotes que levantan la polvareda del olvido a su paso.
Deja de lamerte las heridas, mira al frente y descubre un nuevo mediodía donde lavar tus pecados de dama tullida. Tus hijos te han partido el vientre en dos, quizá el amor acabó con tu alma. Ni un búho se apiada esta noche de ti, pequeña loba anciana.
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