Vivo en una maceta,
bonita pero estrecha.
Estiro mis hojas al sol,
humedezco mi tierra seca
con gotas de lluvia
que caen en primavera.
Agradezco este viento,
esta noche que no llega
pronto, y tarde se marcha.
Mis raíces en cambio
son otra historia.
Están enredadas,
constreñidas en esta maceta
que no crece conmigo,
que empobrece el oxígeno
y acumula la escarcha.
No doy flores desde hace tiempo
como un cactus seco del desierto;
pero yo no soy un cactus,
soy un miramelindo
y tengo mi tallo amarillo,
desecado por el sol.
El día menos pensado,
mis raíces romperán esta jaula
que me apresa, y una grieta
aparecerá entre la cerámica
y la pintura, que me abrirá
las puertas de mi crecimiento.
Y será como en los viejos prados,
será como en las pardas cumbres,
viviré libre y salvaje
lejos de todo molde
que me diga cómo debo ser.
Soy un miramelindo silvestre,
nací para extender mis raíces
por la tierra, nutrirme de ella
y a ella volver.
Pero hasta ese día debo crecer,
aprender a estirar las hojas
hacia un cielo que no termina,
hacia un prisma infinito
de vientos y brisas.
Hacerle cosquillas en la nariz
a un conejo, a un zorro que pase por mi lado,
dejar que aprecie la belleza de mis flores
cualquier enamorado.
Y vivir sin tiestos, agarrado a tierra firme
ofreciendo mis sueños
a cualquier transeúnte.
Que me mires, reconozcas
y pienses: eso no es un miramelindo común,
es un miramelindo silvestre.
2 comentarios:
Me ha encantado.
Me alegro :)
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