07 mayo, 2012

Reflexiones personales, provocadas por la puesta de sol y las jornadas marxistas

Soy anarquista, ese es mi problema. Soy una anarquista que sabe que el anarquismo no funciona ni lo hará en este mundo a escala global. Soy una anarquista que quiere profundamente que la dejen en paz, el Gobierno, las empresas, la sociedad. Soy una anarquista que se apasiona profundamente con la política porque quiere carecer de ella y desde mi posición trato de asirla con las manos y darle vueltas para ver qué puedo hacer con ella, sin resultado.

Soy una anarquista convertida al socialismo, al socialismo marxista. Porque ya que somos siete mil millones de personas en el planeta y no podemos caminar sin tropezarnos las unas con las otras, tendremos que funcionar de alguna manera. Y es que somos una plaga.

Me cabrea pensar que muchos queremos lo mismo, pero somos incapaces de ponernos de acuerdo. Me cabrean los listos, los que quieren pasar por encima del resto aunque tengan que dejar cadáveres tirados a su paso.

Si somos unos salvajes, comportémonos como tal. Anarquismo, y aquí paz y después gloria.
Si no lo somos, comportémonos como seres racionales. Democracia y socialismo.
Y si somos medio salvajes, medio racionales, aprendamos a lidiar con ello.
Pero no vale acogerse a reglas racionales para después comportarse como un salvaje.
Si vamos a jugar, juguemos todos a lo mismo.

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Hay que ver la cantidad de gente con discurso de derechas que ha ido a las jornadas, muchas no pasan de los 25. No me extraña que en Grecia el partido nazi tenga 21 diputados. Vamos hacia atrás. Espero que quede sitio para mí en Argentina.

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A veces a las personas se nos olvida que somos personas. El odio nos ciega y cometemos actos terribles. Ante este hecho podemos optar por responder con la misma moneda o por el contrario, hacer un ejercicio de sabiduría infinita y no convertirnos nosotros en verdugos del verdugo. El equilibrio moral a menudo es frágil y lo que apoyamos, nos desacredita.

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El arte de vivir es saber rodearte de belleza. La belleza es cambiante y efímera. El arte de vivir consiste en conseguir que aquellas cosas que no son hermosas, consigan ser bellas, y que aquellas cosas que son bellas, se mantengan así. Por lo tanto, el arte de vivir es un tira y afloja constante, es decir, un despropósito. Pero como buen despropósito he de decir que es realmente bello.

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