Entra en la parte trasera de un coche. Que la máquina vuele, ruede sobre el asfalto, haga erosión en el alquitrán, desprendiendo el archiconocido olor a quemado y a sol emulsionándose. Abre la ventanilla, saca las manos, la cabeza, el pecho.
Cierra los ojos.
Siente el viento ensordeciendo tus oídos, ahogando la molesta música de la radio. Sombras y luz proyectándose en tus párpados, creando colores negros y naranjas en tus sinapsis, torturando las contracciones de las pupilas.
Abre brevemente los ojos.
El verde, el verde que se clava dentro de ti, que te rodea y te envuelve como una manta dentro del ojo del huracán.
Y, entonces, tú eres verde. Tú eres viento. Y sol. Y agua. Y asfalto y alquitrán.
Y cierras los ojos y te has convertido en ellos. Ya no eres tú, solo un fundido silente, manchado por la eternidad, en un remolino de colores que se extiende desde siempre y no tiene final.
4 comentarios:
Envidiable movimiento.
Pues si que te ha tocado hondo Asturias...
Me encanta esa facilidad para ser a la vez agua, sol, aire y asfalto y alquitrán.
Todo es un uno.
Orgiástica Asturias :)
Es de allí, ¿sabe usted?
Me imagino que es lo que tiene cuando pasas mucho tiempo fuera de las tierras mágicas que te vieron nacer. O algo así.
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