Y jugando con tu chistera
me encuentras, enredada
entre tus sábanas una vez más.
Nunca te atreviste a pensar
que tenerme a tu lado
sería la empresa más peligrosa
a la que te tendrías que enfrentar.
¿Cómo ibas a vislumbrar
otra esencia que la de la bondad
en mis ojos perversos?
Soy la luz de tu vida,
el fuego de tus entrañas .
La única persona que, en este mundo,
te importaría perder.
Y ahora que le he ganado
la partida a Isabel,
pobre zorra… si quiere
encontrarte te encontrará
mirando fijamente mi imagen,
enamorado hasta la médula
de mí, como estás,
mi eterno ángel caído…
Y si Isabel me encuentra
me carcajearé de ella,
pues solo yo soy tu ninfa y tu dueña
y ella nada podrá hacer,
aunque vuelva de la tumba,
te llame por teléfono
o te escriba cien emails.
Y tú, viejo desdentado,
de traje perfectamente abotonado
y sonrisa de ensueño.
Tú languideces, mientras recuerdas
las mil amantes que me precedieron
y que no supieron sacar de tus labios
un “te quiero”. Y si lo dijiste, no era cierto.
Yo lo sé, pues soy del norte
y en el norte nos enseñan
la magia de las Encantades,
en bable, por supuesto.
Soy tu norte y, más al norte,
no hay nada. Y al sur de mi norte,
solo hay sur. Y no te cortes,
dímelo tú, ¿para qué
quieres al sur disfrazado de norte,
si yo te ofrezco el verdadero norte,
el que marca tu brújula y me señala a mí,
insistente, sin vacilar ni un instante,
pues soy tu destino, tu descanso,
tu consorte, tu fatalidad, tu mejor amante?
Ya he desdeñado al hijo
que crecía en mis entrañas.
¿Acaso no te basta?
Te gusta el whisky de Escocia
y no hay otra patria para mí
que esas tierras del norte.
Yo adoro el vodka,
pero lo cambio sin sentir
por vino dulce, tequila
o el elixir que tú elijas.
Tienes suerte de que,
como tú, sea una viciosa
antes que ninguna otra cosa,
que se entrega a la destrucción
sin esperar nada a cambio en esta vida.
No en vano, soy tu hija.
Y en este punto del camino
en el que nos encontramos los dos,
yo, una fugitiva y tú, un maldito,
olvida tu pasado y llévame contigo
en aquel coche tan bonito
en que solíamos viajar.
Y, por favor, no mires atrás.
Yo haré lo mismo.
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