Déjame, ahora que estás en el tejado, dedicarte un poema.
Llorarte, como lloran los sauces a los muertos,
desmembrar tu mirada y abrasarte con un beso.
Déjame impresionarme por ti, apartarte del mundo,
arrancarte los suspiros y enmendar cada resto de vacío
que quede en el fondo de tu alma.
Eres una máquina ¿sientes mis latidos?
Ven, niño perdido, esta noche quiero follarte
y deshacer tu abandono ante tus ojos
que estupefactos me observarán
cuando sepas que te amo por venganza,
que te recuerdo con odio y, muy a mi pesar,
con nostalgia.
¡Llévame! ¡Llévame muy lejos de aquí!
allí hacia donde te has ido
y no puedo alcanzarte si no es con el pensamiento,
o con sueños furtivos.
1 comentario:
Si hubieran tenido en Nunca Jamás tamaña Wendy...
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