Miró el calendario, donde un enorme número 19 relucía un viernes, destacando en aquel lluvioso, gris y catastrófico mes de Marzo lleno de borrones, de tachones, de cancelaciones de citas.
La mujer se anudó el cinturón de la bata y se sentó con su hijo en la cocina.
- ¿Sabes qué día es hoy?
El niño permaneció callado unos instantes, con la mirada clavada en la taza humeante de cacao que constituía su único desayuno.
- Hoy es día de San José –le contestó sin mucha convicción mientras tomaba con las dos manos la taza de cacao y se la llevaba a los labios.
- Exacto. El día de San José es el Día del Padre. ¿Qué le vas a regalar a tu padre?
El niño dejó la taza en la mesa y se secó los labios con una servilleta de papel. Levantó sus ojos grises de Marzo hacia su madre, vetusta treintañera estropeada por el tiempo a pesar de su juventud, de bata y carmín rosa, rulos verdes y pendientes de oro en las orejas.
- Mi regalo está en mi habitación, esperándole.
- ¿Puedo echarle un vistazo, Iván? Sabes que me encanta ver los regalos de otros por anticipado. Me hace ilusión.
El niño no replicó nada y fue a su habitación. Tomó una bolsa de terciopelo azul, tan grande como su caja torácica, y la llevó a la cocina.
- Aquí está mi regalo –dijo el niño entregándole a su madre la bolsa mientras recogía la taza de la mesa de la cocina.
La madre se abalanzó hacia la bolsa de terciopelo y la abrió. Miró en su interior y no vio nada, de forma que introdujo la mano para buscar el contenido.
Sin embargo, ni aún así consiguió encontrar nada.
- Iván, ¿seguro que el regalo no lo has puesto en otro sitio?
El niño negó con la cabeza.
- Pues aquí no veo ni noto nada…
- Eso es porque es un regalo personal. Solo yo puedo darle sentido a esa bolsa.
- No te entiendo…
Entonces Iván cogió la bolsa e introdujo una de sus manos en ella. Cuando la sacó le dijo a su madre:
- ¿Ves? No está vacía. Aquí están todos los besos que como padre debió darme y nunca me dio. Aquí están los abrazos de los momentos difíciles. Aquí están sus silencios cuando vio que lo estaba pasando mal y no hizo nada por ello. Aquí están mis lágrimas por cada mala contestación suya, por cada arrebato de ira suyo, por cada vez que me insultó o me pegó.
Se lo devuelvo todo. A mí ya no me sirve. Ya me he hecho fuerte con todo ello.
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