30 marzo, 2010

La camisa azul


Tu camisa azul me mira desde la silla. Podrías haberte dejado el pijama, que siempre huele a ti. Podrías haberte dejado tu colonia para rociar con ella cualquiera de mis vestidos. O una de tus muchas fotos que llevabas en la cartera porque “siempre hacen falta cuando rellenas papeleo”. O tu mechero, que me recordaba a las tardes en las que mirábamos el río metidos en aquella cabaña perdida en las montañas mientras se consumía el tabaco poco a poco. O tus discos de The Libertines que conseguí aprenderme palabra por palabra, acorde por acorde, a pesar de que por aquel entonces no tenía ni idea de música, ni de inglés.

Pero solo me has dejado tu camisa azul. Y tu camisa azul no huele a ti. Me imagino que la lavaste no hace mucho y la dejaste encima de la silla para que se secara, y se te ha olvidado. Siempre odiaré tu camisa azul. Te sentaba muy bien, no creas que la detesto por una tontería estética. La voy a odiar eternamente, porque ahora soy yo la que se marcha a un nuevo apartamento desde cuya ventana siempre se ve el mar. Me he prometido estrictamente que no dejaré ninguna huella tuya en mi vida, salvo nuestros recuerdos. Y, aunque voy a quemar tu camisa azul en la chimenea de la sala de estar, sé que cuando mire el mar, tan azul, desde mi nueva ventana, siempre recordaré que te dejaste tu camisa. Y eso me hará recordarte. A ti. A ti y a todo lo que eso implica. Y lo peor de todo es que ni siquiera tendré tu olor para torturarme.

Porque te has dejado la maldita camisa azul.


2 comentarios:

Unknown dijo...

Normal. Yo también me la dejaría si fuera azul...

Argeseth dijo...

Ah el viejo truco de dejar algo 'olvidado'... Y este textito, encantador.