02 agosto, 2012

Con el cuento a otra parte


Suele ocurrir con frecuencia

que cada cierto tiempo abro los ojos

y me doy cuenta de que han pasado muchos años

desde la última vez que desperté

y que nuevas historias han dejado

su huella impresa en mi piel.


La confianza es algo que se pinta en los labios

para luego borrarse y desaparecer

tan rápido como ha venido.

Dímelo a mí, que a veces no puedo recorrer

mis propias calles sin temblar.


Los cuentos no decían la verdad.

Nunca me contaron que podían romperse los zapatitos de cristal,

que el príncipe se quedaba hasta más tarde de las doce

y que a esa misma hora corren los lobos por el bosque

buscando una caperucita a la que engañar.

Los cuentos no decían la verdad.

El príncipe no prefiere a la sirena, sino a la bruja del mar,

a veces un beso no basta para volver a despertar,

siete hombres juntos suelen ser siete desgracias,

el dolor de un amor no se cura sólo con la magia.


Una tarde miras a tu alrededor

y no ves más que colillas en el cenicero,

el olor del cadáver de una botella de vino ascendiendo hasta ti

y piensas: ¿cómo he llegado a esto?

Mil gatos te maúllan desde el comedor.


Nunca se me dieron bien los tipos malos,

yo era más del tímido de biblioteca,

pero siempre parecía causarle pánico

y nunca dejó nada escrito en mi libreta.

Terminaba en la cama con el equivocado, días después

el corazón destrozado y tres vodkas de más.


Los cuentos no decían la verdad.

Miles de manzanas venenosas esperan pacientes su oportunidad,

la rueca que no te duerme te matará por necesidad,

el cerdito violinista no tiene crédito para construir su hogar,

Gretel se queda con la bruja y se convierte en una prostituta.

Los cuentos no decían la verdad.

El ogro se come a Pulgarcito y se merienda a Jack con habichuelas,

Caperucita descubre que al cazador le pone, más que ella, su abuela,

Alicia es una egocéntrica y se pierde en el camino de vuelta,

en las Mil y una Noches, él termina matando a la princesa.


Por mucho que lo beses es un sapo, ¡es un sapo!,

déjalo en la charca y suspira con alivio,

puedes terminar siendo la Reina de los anfibios

y ese título no lo dan en la facultad.


Tantas aventuras por vivir,

soy como Thelma pero sin Louise,

como esa estrella fugaz que pasa por tu ventana

y que habrá acabado sus días en otro universo

hastiada de amor y de besos,

aunque eso sea cuando vuelva a despertar.

Y para entonces, tendré que esperarte mil años más.


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