Menuda mierda de director,
ya intuía nada más nacer
que me iba a dar el papel equivocado.
Estoy cansada de ser la sal de la herida
pero también el ungüento que cura otra
o la saliva hasta volver a ser la sal,
y así hasta el infinito.
Después de debutar en varias obras de teatro
aún busco mi argumento y tal vez
vaya a morir sin conocerlo.
Que no me inquieta.
Siempre vengo con mil frases aprendidas
de los libros que llevé bajo el brazo cuando niña
esperando con paciencia aplicarlas
a una realidad que nunca llega,
y que al darme alcance me dé cuenta
de que se deshacen y quedan en nada.
Y tú,
¿tú inventarías frases para mí?
Ya ves que no tengo escudo.
Y me encierro a cal y canto
entre las paredes del pensamiento
como si no hubiera nada más allá de este cuarto,
alejándome de ti como si huyera del diablo
para llamarte asustada a las dos de la mañana
desde mis sueños.
Pero qué voy a hacer, salvo mirarte,
soy demasiado cobarde para decirte
que eres para mí un acantilado
y sé que si voy a por ti
en el salto puedo matarme
y por eso no lo hago.
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