Anoche soñé que desayunaba en otra ciudad,
y que ésta no dormía, que París retumbaba de risa
a las dos de la mañana y que el río se desperezaba lento
como un gato que no sabe muy bien donde está.
En el ensueño se encuentran a menudo
los días azules de los que hablan las canciones,
esas que cantan los fantasmas que te llenan con su voz
y te hacen retroceder cinco años en el tiempo.
Guárdame el secreto, por favor,
tengo adicción a los conciertos
y la verdad es que estoy dispuesta a viajar
allá donde la música me llame,
aunque tenga que tocar en la calle para pagar el viaje.
Será ligero mi equipaje,
sólo dos botellas de vino, cigarrillos y un vaso de licor,
lo que tenga, se comparte,
es mi forma de celebrar la comunión.
Merlín puede acompañarme.
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